Hoy es el día más esperado del año y, no, a diferencia de los anteriores, no es la gran final de Eurovisión, sino el momento de decir adiós, hasta nunca, a este fatídico 2020. Por primera vez en 65 ediciones de historia nos hemos quedado sin festival. Lo que no pudieron guerras y desgracias varias a lo largo de siete décadas lo ha conseguido el bicho.

Sí pudimos disfrutar, y podremos ver y escuchar para siempre, las canciones de 41 países, sus finales nacionales o elecciones internas. Algunos cantantes volverán el próximo año, otros no, y los que lo hagan tendrán que superarse a sí mismos. Este será uno de los retos más interesantes de la próxima edición, la 65, o la 65 B, pues seguiremos pensando en lo que podía haber sido y no fue el pasado 2020 y comparándolo con lo que ahora sí, supuestamente, será en 2021. 

Las consecuencias económicas derivadas de la pandemia también han contagiado a prácticamente todos los sectores de la economía y uno de los más dañados ha sido el audiovisual, el musical y el televisivo. Interesante será también analizar como se desenvuelve el concurso y sus concursos relacionados, en una situación que aún se aleja demasiado de lo que un día fue la normalidad, y si la organización de Róterdam, con la esperanza abierta por las vacunas y otros avances de la ciencia en materia de detección y control, puede garantizar una celebración de categoría A o B en vez de la C o D a la que seguimos condenados.

A nuestro representante, Blas Cantó, ha venido a verle el “Uni-Universo” en el sentido puramente numérico. No ha sido un año fácil para él, ni a nivel profesional ni personal, para ninguno lo ha sido, pero ciñéndonos única y exclusivamente en lo eurovisivo, tendrá una segunda oportunidad nadie ha tenido, la de enmendar los errores de la candidatura original, comprenderlos y salir más reforzado para dar de sí lo que todos esperamos de él. Y, sinceramente, creemos que va por el buen camino.

Al igual que en todos los momentos “traumáticos”, todos recordamos donde estábamos y qué hacíamos en el momento de enterarnos de la cancelación de Eurovisión, algo que parecía imposible, como tantos otros eventos, y nos deja para los restos una gran lección: lo primero es lo primero. Para siempre nos quedará también la duda de si se podía haber salvado, de una u otra forma, el festival, como se consiguió, de aquella manera, con el Junior. La respuesta, debemos concienciarnos, es negativa. Todo el mundo acierta a la pregunta cuando la respuesta ya está dada, pero lo difícil es saberla con antelación. A dos meses vista y con la incertidumbre de marzo, la misma que tenemos hoy en pleno 31 de diciembre, no estaba el horno para bollos.

Sí, Eurovision: Europe Shine A Light pudo haber tenido otra forma y fondo que no fueran los de un funeral, y sí, también pudo haber algún tipo de emisión en remoto, un elemento competitivo o un ganador simbólico, pero una vez pasado el shock a todos nos debería dar igual, incluso a los mayores afectados que han podido ser los intérpretes y grupos y sus equipos. No podemos olvidar, tampoco, que el festival no es una ONG y celebrarlo cuesta dinero, mucho dinero, y cuando se critica el motivo económico para su cancelación frente al supuesto espíritu eurovisivo, habría que pensar más con la cabeza que con el corazón y tener en cuenta los más de 20 millones de euros que ya estaban invertidos por el Ayuntamiento de Róterdam, la región de Holanda Meridional, el Gobierno de Países Bajos y todas las televisiones públicas europeas, es decir, los Gobiernos de toda Europa y sus contribuyentes. La fiesta hay que pagarla (y limpiarla).

A pesar de la cancelación, paradójicamente, hemos tenido más Eurovisión que nunca en forma de especiales, maratones y una cantidad de contenidos relacionados para el disfrute de los fans y todos aquellos para los que ese día, esa semana, esa quincena, sea algo especial. No ha sido lo mismo, evidentemente, pero al menos hemos tenido la carpeta abultada. Para los amantes de una historia que se escribe hablando de hechos pasados y no de planes futuros, esta ha sido la 65ª edición, por mucho que la UER se empeñe en borrarla de la memoria. No hemos tenido votaciones, ni vencedores, ni vencidos, ni actuaciones, ni ensayos, ni ruedas de prensa, ni fiestas, ni ninguna de nuestras citas habituales que se han reducido a nuestro balcón y portátil, pero si hemos tenido un relato, esta historia. 

2020 también ha sido el año más difícil, el más duro, para Eurovision-Spain.com. Curiosamente un 20, el de nuestro 20º aniversario, el que ha tirado por la borda un montón de novedades y planes que siguen en la recámara para poder disfrutarlos lo antes posible con vosotros, nuestros lectores, siempre fieles. Y una PrePartyES que pasó de ser un sueño hecho realidad a despertarnos en medio de una pesadilla, con final feliz, una PrePartyES at Home que vivimos todos juntos haciéndonos  compañía desde casa. Y la PrePartyES volverá, os lo debemos y nos lo debemos, al igual que volverá el Eurovisión de la normal normalidad. No sabemos cuándo, pero todo volverá. Seguimos. 

Feliz 2021.

Eurovision-Spain.com.