WE DON’T WANNA ¿QUÉ?

La polémica de la canción georgiana de este año 2009 va llegando a su fin. Recordemos como empieza todo: El pasado año Rusia y Georgia, entran en conflicto bélico por la región de Osetia del Sur. En agosto Georgia anuncia que no acudirá a Moscú a participar en el Festival de Eurovisión (algo bastante esperable […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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WE DON’T WANNA ¿QUÉ?

La polémica de la canción georgiana de este año 2009 va llegando a su fin. Recordemos como empieza todo:

El pasado año Rusia y Georgia, entran en conflicto bélico por la región de Osetia del Sur. En agosto Georgia anuncia que no acudirá a Moscú a participar en el Festival de Eurovisión (algo bastante esperable y comprensible teniendo en cuenta cómo están las cosas entre ambos países).

La sorpresa llega poco después, cuando Georgia cambia de postura y anuncia que sí acudirá a Moscú a pesar de todo, lo cual no deja de suponer un quebradero de cabeza para la organización rusa, obligada a garantizar la seguridad y la integridad física de todo el mundo en sus calles durante la celebración del evento, inlcuida la delegación de Georgia como es lógico.

Pero lo que parecía un gesto por parte de Georgia de olvidar las cosas e ir a Moscú como si no hubiese pasado nada, era en realidad un as que se estaban guardando en la manga: Tras la elección de su canción se vio que su intención real no era otra que acudir a territorio ruso a subirle los colores a su propio Primer Ministro, Vladimir Putin, con un pegadizo estribillo que podría llegar a hacerse muy popular entre la oposición.

Ahora bien, independientemente de su intención (que es la que es y nadie puede negarlo) lo cierto es que la canción consigue no mencionar en ningún momento ni el nombre ni el apellido del supuesto aludido. En ninguna parte dice “Valdimir”, ni “Putin”.

La transcripción literal de la letra que se envíe a la UER al inscribir la canción en el concurso, no contiene esas palabras en ninguna parte. Vale, sí, es evidente que la intención de la canción no son otras que hacer un juego de sonidos, y conseguir que We don't wanna put in represente para muchos un We don't wanna Putin. Pero lo cierto es que no lo dice y todo es eso: Un juego de sonidos.

Es más, no hay que fijarse demasiado para constatar que al cantarla se preocupan muy mucho de separar bien las dos palabras “put” e “in”, reafirmando el título, que no es otro que “put in”, y no “Putin”.

Lo que quiero decir con esto es que la canción, por muy “mala leche” que tenga, no menciona a Putin en ningún momento y esto es incuestionable. Es únicamente la malicia y la imaginación de cada uno la que pone un “Putin” donde hay un “put in” bien marcado y separado.

En este sentido, me parece muy inteligente la canción, que lo único que hace es trasladar a cada oyente la capacidad de entender lo que cada uno quiera entender.

El reglamento del Festival de Eurovisión dice que no serán admitidas las canciones en cuya letra haya consignas o manifestaciones políticas de ningún tipo. Así, uno de los casos más recientes fue el de la canción de Ucrania en 2005, cuya letra repetía constantemente el nombre del presidente ucraniano Victor Yuschenko, de forma abierta y completamente clara. La UER obligo a modificar la letra de la canción, o escoger otra diferente. La letra fue cambiada y finalmente no pasó nada.

Los autores de las canciones, saben perfectamente lo que está y lo que no está permitido en el Festival. ¿Entonces por qué lo hacen si saben que la UER acabará obligándoles a modificarla? Pues porque ésto es lo de menos: Al final la versión que acabará calando con más fuerza entre los ciudadanos de ese país será siempre la más polémica, que nunca se olvidará aunque la noche del Festival debá ser cantada de otra forma “alternativa” para cumpir con los requisitos de Eurovisión.

Desde mi punto de vista, y con el reglamento de Eurovisión en la mano, el caso de Georgia 2009 no tiene nada que ver con el de Ucrania 2005: Mientras esta ultima eran gritos en favor de un político, la de Georgia no deja de ser un juego de sonidos, le pese a quien le pese. Con una clara intencionalidad, pero objetivamente un juego de sonidos.

Me quito el sombrero ante Georgia por haber conseguido, mediante ingeniería fonética, lanzar una idea sin llegar a infringir realmente el reglamento del Festival. No, no lo ha infringido. La canción no dice “Putin”.

Por eso creo que la UER ha hecho muy mal en esta ocasión rechazando la letra de la canción en cuestión. La UER debería haber aceptado deportivamente en esta ocasión que le han metido un gol bien metido, pero que con el reglamento en la mano no se podría recriminar nada a Georgia.

A la UER no debería importarle “lo que parezca que se diga”, sino lo que oficial y realmente se sabe que se dice, porque para eso solicita a todos los participantes la transcripción de las letras. Y la letra, dice clarísimamente “put in” y de forma muy separada (no hay más que oirlo).

La UER escuda su decisión en que tiene siempre la última palabra como propietaria del concurso, pero en mi opinión entrar a tomar decisiones no basadas en datos objetivos es muy peligroso, ya que sienta un precedente y nos acabaremos acostumbrando a que la UER utilizando “la última palara como dueña del Festival” acabe regulando y resolviendo las cosas a su antojo y aplicando su propia moral por encima del reglamento escrito. ¿Y dónde estaría el límite? No lo hay, y la UER podría terminar haciendo lo que le diese la gana con cualquier asunto.

Por eso esta decisión es mucho más peligrosa que lo que habría supuesto aceptar  esta letra, que tampoco habría supuesto abrir la veda a nada. Eurovisión es una plataforma profesional para los compositores y seguirían utilizándola como tal para sus trabajos “serios” y no iban a ponerse a partir de ahora a hacer canciones de este tipo como locos si la UER la hubiera aceptado.

Por el contario, lo que se ha conseguido con esta decisión de dar oficialmente como aludido al señor Vladimir Putin es el efecto contario: La canción de Georgia se convierte ahora, de forma automática, en algo transgresor que los georgianos y los rusos “anti-Putin” corearán con más ganas.

Señores de la UER: Ahí está el logro de la canción de Georgia. Les han metido un gol, a ustedes y a Putin, sin ni siquiera llegar a chutar ningún balón, y les tocaría esta vez haberse fastidiado reglamento en mano.

Por cierto, que Putin es un apellido ruso, extremadamente común. Casi como un García o un Aguirre en España. No hay un único ciudadano apellidado Putin en Rusia sino tropecientosmil.

Eurovisión no va a convertirse en ningún evento político porque cada año una canción de entre las cuarenta y tantas tenga cierta malicia política disfrazada. Algunos eurofans son más papistas que el Papa (o que la UER en este caso) y enseguida ponen el grito en el cielo cuando alguna canción consigue burlar a la UER sin saltarse el reglamento del Festival, como ha ocurrido en este caso. Es casi como si ofendiesen a su propia madre, y no se puede ser tan exagerado.

El Festival en su historia está llena de canciones y letras polémicas o actuaciones infinitamente más transgresoras u ofensivas que esta, y que han servido en cada momento para que se hable del Festival, para ponerlo en boca de todos y llevarlo a la primera plana de los periódicos, algo que no viene nada mal cada cierto tiempo.

Sólo es una canción entre cuarenta y tantas y no nos vamos a cargar nada… muy al contrario:

A algunos les encanta recordar el caso de Dana International y de como ese año Eurovisión volvió a la primera plana de toda la prensa internacional. Habría que recordar que no fue debido a cuestiones musicales: Ni a la calidad de la canción Diva (que era un truño en sí misma) ni por la belleza vocal de la cantante, sino por lo transgresor que en aquel momento suponía que una cantante transexual fuese al Festival y representando a Israel, para mas morbo. Record de audiencia.

Salvando las distancias y en tono más “casero” (porque fuera de España nadie se enteró) está el caso de Rodolfo Chikilicuatre: Casi nuevo record de audiencia para Eurovisión en España.

Y es que al público le tira la polémica y lo transgresor, y uno de los mejores reclamos para sentar a la gente “no muy seguidora” en su casa a ver el Festival son precisamente este tipo de cosas. Sentar a muchos cada  4 ó 5 años a tragarse Eurovisión aunque sea animados por estas canciones polémicas no está tan mal, así se tragan las demás canciones y ven que no es todo tan malo como ellos creían, y van actualizando su concepto de Eurovisión.

Este año We don't wanna put in lo tenía todo para ser el reclamo publicitario internacional de este año para Eurovisión. Ocasión de oro perdida.

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