WE ARE REALLY ONE

En realidad el puente Oresund que une la ciudad sueca de Malmö con la capital danesa es una obra maestra, mis enhorabuenas al arquitecto. Y no solo impresiona que en menos de treinta minutos cambias de país sino también el hecho de que a las 16:23 cuando arrancó el tren los pasajeros nos informábamos de […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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WE ARE REALLY ONE

En realidad el puente Oresund que une la ciudad sueca de Malmö con la capital danesa es una obra maestra, mis enhorabuenas al arquitecto. Y no solo impresiona que en menos de treinta minutos cambias de país sino también el hecho de que a las 16:23 cuando arrancó el tren los pasajeros nos informábamos de la megafonía en danés mientras que después de algunos minutos nada más pisar suelo sueco los altavoces empezaron a emitir la información en sueco. 

Llegando a la estación central de Malmö pude sentir el aire eurovisivo de golpe. Ya desde el primer momento que me bajé veía mariposas coloradas, gente con bolsos WE ARE ONE, bancos de información para los invitados y, por si fuera poco, en el fondo sonaba Femme Fatal.

No me detengo en los ensayos de la primera semifinal sino en la propia gala de esta y, primero que nada, quería afirmar que es tremendamente diferente seguir la gala estando dentro de la arena. Te das cuenta de que nada sale tan espontáneo y natural como parece y que los confetis no se limpian solos sino que allí arriba hay cincuenta hombres con escobas durante la charla de Petra que limpian como máquinas el suelo. Y qué decir de los fuegos bielorrusos que por muy espectaculares que fueran, para alguien que estaba de pie durante muchas horas y rodeado de gente fue algo más que un aura de mínimo 50 grados de temperatura que dificultaba la respiración durante pocos instantes. 

Sin embargo, vivir la gala dentro de la arena es vivir eurovisión a tope. Y es así. Es que te haces uno con las canciones, participas en ellas, formas parte de cada actuación, ofreces algo para el resultado final. Además prevalece ese espíritu y al mismo tiempo sentimiento que a pesar de que estés rodeado de tantos extranjeros que desconoces te permite sentir family con ellos. Porque igual tú serás el que susurra la canción estoniana, el otro que bailará la canción bielorrusa y luego los dos ondearéis vuestras banderas para entregarse completamente a la mágica y atmosférica canción holandesa.

Si el concurso aún no ha sido capaz de establecer la paz, la justicia y el respeto entre la gente de Europa al menos lo ha conseguido para nosotros. Creo que todos los fans que estábamos allí dentro nos emocionamos de las letras de What if we o por lo menos nos representaban porque juntos podemos cambiar el mundo para siempre. Y precisamente aquí cabe mencionar que el primer chico que conocí ayer fue de Turquía quien no dejó ni un solo momento de cantar An me timase y de aplaudir a Despina porque, como se ha afirmado mil veces, en eurovisión no hay fronteras. Así lo afirmó la propia Despina, que aunque es un ´´song contest´´, lo que hace la mariposa con nuestros colores es representar el emblema de un festival en el que celebramos nuestras diferencias y particularidades.

En cuanto a los primeros diez finalistas quería comentar que me alegro mucho por la mayoría de las canciones ya que en mi opinión lo merecían. Cada uno tiene gustos diferentes y de eso trata: de respetar el gusto y la opinión del otro. Claro, es triste ver tu país fuera de la final pero es mucho más bonito ver a gente sonreír porque su país ha logrado conseguir el ticket para la final después de tantos años.

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