VIENA 2015: RAZONES DE UN FRACASO

Han pasado ya unos días desde que se celebrara la final de Eurovisión 2015 en Viena, los suficientes para hacer un ejercicio de análisis con cierta perspectiva y distancia de lo ocurrido en torno a la candidatura española, intentar razonar el porqué del puesto 21 de Edurne y su Amanecer, y sacar conclusiones para futuro. […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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VIENA 2015: RAZONES DE UN FRACASO

Han pasado ya unos días desde que se celebrara la final de Eurovisión 2015 en Viena, los suficientes para hacer un ejercicio de análisis con cierta perspectiva y distancia de lo ocurrido en torno a la candidatura española, intentar razonar el porqué del puesto 21 de Edurne y su Amanecer, y sacar conclusiones para futuro. Estas son sólo algunas reflexiones:

1. Más creatividad e innovación, menos clichés. La propuesta española para Viena ni ha sido creativa, ni arriesgada ni innovadora. Ni la canción, ni la voz de Edurne ni la propuesta escenográfica creada por Gestmusic, una de las productoras audiovisuales más importantes de este país, han conseguido destacar en nada. Es un hecho que todo ha sido muy correcto y bien ejecutado, pero en realidad España no ha aportado nada nuevo para un Eurovisión de 2015. Eurovisión, en la actualidad, va por otros derroteros: impactar desde el minimalismo, la sencillez y la elegancia creativa con propuestas innovadoras y de calidad con grandes voces, voces diferentes o con personalidad propia. Véase Bélgica, Letonia, Estonia, Eslovenia o Noruega. Si tienes que recurrir a cambios de vestuario, brilli-brilli, bailes coreografiados, etc. para impactar y diferenciarte es que algo falla. Falla la base. Quizá la canción. Quizá la combinación artista-canción.

La estrategia del cambio de vestuario funcionaba, pero en los festivales de hace 15 y 20 años, sobre todo, si procedían de países del Este que este tipo de cosas saben hacerlas muy bien. Ahora no. Y España no es Ucrania, ni Rusia ni Bielorrusia. El resultado final, el que se ha reflejado en las votaciones.

Insisto en que España no aportaba en Viena ninguna novedad. Nada para que un jurado profesional o la señora moldava que está en su saloncito tomando mirinda y viendo el festival esa tarde enganche el móvil y te vote. Nada que ver con la innovadora propuesta visual de Suecia, la increíble voz de la letona Aminata o de los italianos de Il Volo, la personalidad arrolladora de la rusa Polina Gagarina en directo, o ese conceptual Rhythm Inside del belga Löic Nottet.

2. Más ‘Marca España’, menos productos ‘Made in Sweden’ o ‘Eurovision made’. Si a países como Grecia o Israel les funciona, ¿por qué no a España? Las mejores posiciones en los últimos años en Eurovisión han sido con temas que suenan a España, muy del estilo del Dile que la quiero de David Civera, sexto en el año 2001. ¡Ay, ese Amante de la luna de Melody y Los Vivancos!, que buen papel podría haber hecho en el festival de 2009. O también aportando propuestas innovadoras con calidad. Oportunidad perdida en 2008 con Guille Milkyway y La Casa Azul y lo que luego terminó convirtiéndose en un hit en nuestro país, La revolución sexual.

Procedente de Suecia, Amanecer ya había pasado por manos de Loreen, que al final no la incluyó en su último trabajo. Definitivamente, no era una canción para Edurne, para su tesitura de voz. ¿Por qué no haber apostado por una Edurne más fresca y gamberra, explotando más su físico, la Edurne de Painkiller o Pretty boy, y no por una Edurne tan pomposa, épica y místico-religiosa tapada hasta el cuello con capamanta? Quizá otra combinación de artista-canción hubiera funcionado. Con Edurne, no. Ahí lo dejo.

3. Más autocrítica, menos victimismo. En nuestro país tenemos la mala costumbre de menospreciar el trabajo que hacen otros países, y poner siempre por las nubes el nuestro. Y si a eso le sumas crear un hype tras otro de triunfalismo innecesario con nuestra candidatura durante meses, el efecto que consigues es totalmente perverso. Urge hacer autocrítica por parte de todos los implicados en la candidatura e incluso por los eurofans acérrimos, más cuando el producto que presentamos tiene carencias. Hay que ser más humildes y valorar las cosas con perspectiva, criterio artístico y objetividad, y no dejarnos llevar por el impulso patriótico. Sólo así se podrá mejorar y conseguir productos excelentes, que destaquen, tan importante esto en Eurovisión. Los profesionales implicados en la candidatura española de este año necesitan hacer ese ejercicio, y ver qué ha podido fallar para, en un futuro, no volver a caer en esos mismos errores. De nada sirven lamentaciones del tipo ‘Europa no nos quiere’ o ‘A España nunca le votan’. Más que nada porque son inciertas. Analicemos el producto que se ha presentado, detectemos errores, hagamos ejercicio de conciencia y aprendamos de ello para mejorar de cara al futuro.

4. Más empatía, menos distanciamiento. Es importante empatizar no sólo con las revistas del corazón o con programas de televisíón estrella, sino con periodistas, medios de comunicación especializados y expertos en el festival con una dilatada experiencia en la cobertura del evento, aunque sólo sea por puro interés y beneficio propio. ¿Quién mejor que ellos, siempre desde una postura crítica y no desde la autocomplacencia de los fans, te pueden dar los mejores consejos y recomendaciones con el afán de buscar siempre la excelencia de tu candidatura?

Rodéate de gente que sabe del festival, escúchales, dialoga con ellos, ahora bien, utiliza luego toda esa información para ser tú mismo, tomar tus propias decisiones y dotar de personalidad e impronta personal a tu candidatura. Esto lo supieron hacer muy bien tanto Pastora Soler como Ruth Lorenzo. Pastora y Ruth y sus mánagers, José Luis Sánchez Luque y Daniel Valls, fueron muy cercanos, supieron gestionar muy bien a la prensa, se involucraron y nos involucraron al máximo con su proyecto eurovisivo buscando siempre un producto redondo, supieron escuchar y procesar toda esa información, datos, consejos, en beneficio de sus candidaturas. Nada que ver con el distanciamiento y frialdad que ha mostrado Edurne y su equipo que, en momentos, ha rozado la prepotencia y la mala educación. Mal asesoramiento y mala estrategia de comunicación. Muy poco inteligente por su parte. Luego unos cardan la lana, y otros de manera injusta, como es el caso de Ruth, se llevan la fama de prepotentes. Pues no, señores. Aquí a cada uno lo suyo. Es de justicia.

5. Más unidad, menos división interna. La unidad interna en el equipo de una candidatura eurovisiva es fundamental para que el producto final sea el mejor. En esta candidatura, ha habido de todo, menos unidad interna. Y luego, los eurodramáticos éramos los medios de comunicación especializados y los eurofans. Ja.

6. No se puede matar al mensajero. No se puede dilapidar, sino escuchar, a quienes advertían (advertíamos) de que esta candidatura hacía aguas desde el primer ensayo en Viena. Los comentarios y opiniones no han sido en ningún caso gratuitos ni malintencionados, sino realistas y con el fin de mejorar siempre los errores de base que se percibían. Ojalá pudiéramos haber dicho de la actuación todo lo contrario. Ojalá se nos hubiera escuchado más antes y durante todo el proceso, y se nos hubiera hecho más partícipes.

Cuando estás cubriendo un festival desde la propia sede, sabes discernir perfectamente qué países son los que marcan la diferencia, aquellos que son favoritos y tienen opciones para el triunfo. España en Viena jamás las tuvo, porque su propuesta, aún siendo decente, no era atrayente, ni se diferenciaba en nada del resto. Edurne lo hacía muy bien, el producto era correcto, pero el conjunto global no convencía, y no era redondo. Y eso había que decirlo, a pesar de las mil críticas que hemos recibido. El simple hecho de decirlo y advertirlo, haciendo un ejercicio de responsabilidad, sinceridad y honestidad, necesario en los medios, en ningún caso pretendía ni dinamitar ni boicotear una candidatura ni mucho menos criticar a la artista porque hubiera una supuesta mala relación que no es tal, como se ha dicho, sino todo lo contrario.

7. Es necesario exigir responsabilidades. No es de recibo que España lleve años y años cosechando resultados tan discretos en el mayor festival de música del mundo como es Eurovisión. Lo mejor que se ha logrado en los últimos años han sido dos décimos puestos, los de Pastora Soler y Ruth Lorenzo en 2012 y 2014. Como ocurre en otros ámbitos como el fútbol, y si fuéramos serios con la materia, convendría depurar responsabilidades si se quiere imprimir un nuevo rumbo a las candidaturas española en Eurovisión. La dirección de RTVE debe tomar cartas en el asunto, y exigir responsabilidades a quienes deciden en todo este proceso, la productora ejecutiva Toñi Prieto y el subdirector de Coproducciones y Festivales de TVE y jefe de la delegación, Federico Llano. La marca España está en juego, y es sonrojante que un país con la diversidad cultural y musical que tiene el nuestro obtenga siempre, o casi siempre, tan pobres resultados.

P.D. A quien corresponda: Ni los eurofans ni los medios especializados somos bichos raros, ni eurodramáticos ni por las noches nos transformamos en Verka Serduchka. Sólo tenemos el defecto de que nos gusta y solemos exigir que las candidaturas se gestionen bien, con seriedad, profesionalidad, cercanía, compromiso e implicación. Que no se olvide que en esta aventura TODOS remamos en la misma dirección.

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