SOBRE LO QUE TIENE O NO TIENE CALIDAD

No es nada nuevo. El eterno debate sobre la calidad del festival acompaña de forma permanente a cada edición y comienza desde que una televisión cualquiera anuncia sus planes de elección de su candidatura. Es una cuestión regular, cíclica y sin respuesta que muchos creen resolver con el argumento de la diversidad de gustos. Sin […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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SOBRE LO QUE TIENE O NO TIENE CALIDAD

No es nada nuevo. El eterno debate sobre la calidad del festival acompaña de forma permanente a cada edición y comienza desde que una televisión cualquiera anuncia sus planes de elección de su candidatura. Es una cuestión regular, cíclica y sin respuesta que muchos creen resolver con el argumento de la diversidad de gustos. Sin embargo, en ocasiones se producen unanimidades perceptibles, lo que nos da pistas sobre la existencia de consensos sobre la calidad, de mínimos suficientes en la canción o el intérprete que contentan a mayorías representativas.

Este año, España parece un ejemplo. Pastora Soler, una cantante fiel en las encuestas que han venido tanteando las aspiraciones previas de los eurofans, goza de una experiencia reconocida y unas buenas cualidades vocales en directo. De forma general, más allá de su estilo y sin tener conocimiento de los temas que interpretará en la raquítica preselección de marzo, podemos sostener con seguridad que, para la mayoría, esta ha sido una apuesta digna.

Más allá de este punto, todo son controversias, y es aquí donde comienza mi tarea como columnista. No pretendo sentar cátedra -Dios me libre-, pero sí creo que, con la ayuda de vuestros comentarios, podemos hacer, a modo de ensayo, una división entre candidaturas con calidad o sin ella de lo poco que ya se ha publicado.

Por empezar por algún sitio, a nadie se le escapa que la canción francesa es difícil de salvar. Echo parece un experimento, una mezcla confusa de composiciones soportadas por una base tan poco elaborada que ofende. A la espera de deseables mejoras en su tema, Anggum representa por el momento el papel varias veces repetido sobre el escenario de Eurovisión de un artista más o menos popular con una canción mediocre.

Por su parte, Albania apuesta por Suus, un tema nocturno, dramático y poco innovador que cede gran espacio al lucimiento de Rona Nishliu, cantante que no termina de responder a este reto y a la que cabría exigir más para poder presentar una actuación audible. El caso de Malta, por ejemplo, supone la clara ausencia de virtud alguna.

Esta última descripción podría ser característica también de la representación de Chipre, otro país insular que ya ha puesto en circulación su apuesta para Bakú. Sin embargo, la falta de pretensiones de La la love -refrescante, insulsa, facilona-, puede jugar a favor de Ivi Adamou, cuyo único objetivo en su semifinal será el de conseguir animar a la concurrencia. Si así lo hace y si el nivel de la competencia se mantiene lo suficientemente bajo, no habría que descartar la idea de que se colara en la final.

Sin entrar en los comentarios sobre su estética, Soluna Samay se mueve entre los umbrales de lo comercial, siguiendo la exitosa línea en la que viene trabajando Dinamarca en las últimas ediciones. Should've known better, que para algunos se queda corta frente a otras opciones de la preselección, puede obtener la clasificación fácilmente en la primera semifinal. Las razones de este futurible están, sin duda, en lo familiar que resulta su producción, la cercanía de la voz y la imagen de la solista a las de otras tantas que consumimos a diario y lo asequible por tontorronas tanto de su melodía como de su letra.

A quienes conocen ya mis gustos, no les sorprenderá leerme declarando que, hasta el momento, Suiza es lo mejor. Y diré más: Unbreakable, tal y como se nos ofrece, es extremadamente digna. Lys Assia, que pretendía jugar la baza de lo emotivo con su C'était ma vie, se desinfló enormemente ante el rock bien empastado de los Sinplus. Sus referentes son fáciles de adivinar y se encuentran entre lo mejor criticado, más vendido y más premiado del panorama internacional. No obstante, mis cábalas se detienen aquí. Temo, honestamente, que alguna tentación excesiva en la puesta en escena, la falta de afinación o la mera incapacidad para resolver un final tan súbito se vuelvan en su contra y anulen el potencial de este temazo.

Así las cosas, jugando a tomar este casual listado de pretemporada como muestra representativa y consciente de la vorágine que nos traen los próximos fines de semana, 2012 se nos presenta como un año en el que algunas expectativas bien se han convertido en fiascos y en el que, pararelamente, apuestas insospechadas en un principio ahora ocupan el lugar de aquellas. Es decir, un año en el que conviven canciones más comerciales con clasicorras baladas, notables composiciones con odas a lo superfluo. Un año, en definitia, nada nuevo.

Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Os aventuráis a dar vuestro Top 5?

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