¡¡SEXO SEXO SEXO!!

¡Já! No. En realidad voy a hablarles del Festival de Eurovisión Junior, pero es que sin este titular habría sido imposible atraerles hacia una columna sobre un tema tal. Yo cada vez ando más controvertido -deformeee, tócame las perlas- con el tema del JESC (Junior Eurovisión Song Contest, que hoy he pencao un proyec en […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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¡¡SEXO SEXO SEXO!!

¡Já!

No.

En realidad voy a hablarles del Festival de Eurovisión Junior, pero es que sin este titular habría sido imposible atraerles hacia una columna sobre un tema tal.

Yo cada vez ando más controvertido -deformeee, tócame las perlas- con el tema del JESC (Junior Eurovisión Song Contest, que hoy he pencao un proyec en la facul por no poner el signi de las siglas). Todos hemos comprobado que el festival mini se esfuerza cada edición con más intensidad en atraer a su público más potencial como parte de una estrategia para edulcorar algo tan sanguinario como una competición musical paneuropea. Doce puntos para mimar a los niños y dar envidia a los seniors de quienes el televoto pasa flagrantemente. Presentadores de la escuela Disney, de esos de sonrisa quirúrgica y rebeldía infantiloide. Ciudades pequeñas que decorar y limpiar para así poder sacar a los concursantes de excursión. Intermedios musicales con Busted, Le Cirque Du Soleil o Westlife. Vamos, que eso.

La UER saca réditos evidentes del producto. Con más vitalidad que la versión bailada -o se profesionaliza o se pierde-, el JESC le sirve además como laboratorio de ensayo para examinar modificaciones en el Festival con mayúscula: la versión reducida de las votaciones o la inclusión de un jurado al cincuenta por ciento. Parece que el fervor de los nuevos países eurovisivos palía el anual goteo de caídas de lista de los viejos -por cierto, por establecer una conexión con la columna anterior, cuando España decidió retirarse hace un par de años lo hizo fuera de plazo y TVE tuvo que pagar la cuota asignada-. Por otra parte, en su momento las creadoras del concurso, las televisiones escandinavas, llegaron a quejarse desde su estratosférico nivel de vida que los niños y las niñas se sentían muy presionados y presionadas por el formato. Esta razón sumada principalmente al trastorno económico que sugiere la participación en más festivales, han hecho que trece de los veintisiete países que alguna vez han concursado, se hayan marchado indefinidamente. Hagan ustedes sus cuentas contemplando el caso serbio-montenegrino. De la primera edición hoy sobreviven ocho televisiones. Y eso que la EBU lo que hace es "to promote young talents in the field of popular music, by encouraging competition among the children performers". Clarito. Entre tanta controversia, yo no valoraré quién tiene razón. Para mí, las canciones… Mientras dure.

Y es que queda menos de un ciclo lunar para la celebración, sol mediante, del Festival de Eurovisión Junior en la Lemesos griega o la Limasol turca. Hagan ustedes las reivindicaciones nacionales pertinentes sobre este país aún dividido. Y es hoy cuando presto algo de interés y decido escucharme, del tirón, las quince canciones que este año participan. Y lo mejor de todo, que es lo que ustedes han venido a leer, las analizaré al mismo tiempo. Así, sin más anestesia que los auriculares. Seré comedido en mis juicios, I promise, del mismo modo que pido clemencia en los suyos al comprender mi voluntaria poca reflexión.

Rumanía. Madalina & Andrada. Salvati planeta.
Canción de inspiración ecologista feliz, que pasa de la balada al estribillo para que los niños rumanos se conciencien de la importancia del reciclaje. Los niños rumanos felices reciclarán felices y concienciados con la balada-estribillo. Primero la balada, luego el estribillo y todos felices a reciclar. Reciclaje importante tras la balada primero en la canción hecha de estribillo. Mañana tiraré un cartón al contenedor de vidrio.

Armenia. Monika Manucharova. Im Ergi Hnchyune.
Sin entrar a comentar el videoclip, sorprende la poderosa y treceañera voz de Monika. Al estilo de las baladas eurovisivas de principios de los noventa, habrá que prestar atención a cómo los coros la ayudan y cómo la cantante se luce en el incómodo cambio de tonalidad.

Bielorrusia. Dasha, Alina & Karina. Sertse Belarusi.
No entiendo ruso. Es una de mis grandes deficiencias curriculares. Ahora bien, ¿también escuchan ustedes unas cincuenta veces diferentes variaciones léxicas de la palabra Bielorrusia? Sospechoso el excesivo patriotismo para tan poca estatura. Mardito fanatismo político…

(desengraso videando "presentadora borracha" en el YouTube)

Rusia. Mihail Puntov. Spit Angel.
Aplauso para la sintonía entre la prodigiosa voz de Mihail y las armonías rusas que se cuelan en esta inocente y blanca balada. Un tema más actualizado que el armenio y un concursante de mayor presencia escénica. Ojo.

Grecia. Niki Yiannouchu. Kapoia Nichta.
Viene bien para volver a respirar. Aires latinos con una simpática coreografía. No comentaré las cualidades vocales, que les he prometido ser comedido.

Georgia. Bzikebbi. Bzz…
¿En serio? No, no, ¿en serio?

Bélgica. Oliver. Shut Up.
Canción muy aprovechable, seria, templada, directa. Expresión de rabia, que se note que los niños no son sólo abejitas psicotropizadas con mogollón de speed o Red Bull encima -parece que van en serio, sí-. En la línea de las tradicionales actuaciones belgas, que bien se merecen ya un reconocimiento.

Bulgaria. Krestian Kresteva. Edna Mechta.
De acuerdo, digámoslo de una manera sutil: Oliver dará gracias a Dios -Gott- cuando conozca lo que el orden de actuación le ha colocado antes y después.

Serbia. Maja Mazic. Kad U Nevo Pobledam.
La niña prodigio de Novi Sad, interpreta un tema que, probablemente, limita su premiado potencial. Nada especial en la canción. Una lástima.

Malta. Daniel Testa. Junior Swing.
De verdad que me gusta que se introduzcan ritmos demodés en tesituras de niños. A mí y a Las Tolmachevy. Es así como intentar salvar el poto que se quedó en la terraza porque era demasiado grande como para moverlo y no sabíamos que la helada iba a ser tan fuerte. Y más si es un swing con giros vocales en la partitura que dan riqueza al tema y aportan un inmenso valor a la voz del carismático Daniel.

Países Bajos. Marissa. 1 Dag.
Justos después, el soul despreocupado holandés. Una pena que la cantante muestre algunas carencias por exceso de decibelios y se reste intimidad al tema. Ganar no lo merece, seamos sinceros. Pero no alcanzar una buena posición sería una injusticia.

Ucrania. Victoria Petryk. Matrosy.
Pegadiza, al menos en eso es efectiva. Los mofletes no le dieron un Oscar a Shirley Jane Temple ni le darán el triunfo a Victoria, por complejo que les parezca.

Lituania. Egle Jurgayityte. Laminga Diena.
Simple. No molesta. De positivismo contagioso. Suficientes comentarios. No descarten ustedes una buena cosecha de votos.

Macedonia. Bobi Andonov. Prati Mi SMS.
Canción del gusto del público macedonio, oscura y con referencias eléctricas. Lo de siempre, vamos. He mirado el móvil desde el segundo minuto, y no.

Chipre. Elena Mannouri & Charis Savva. Gioupi Gia!
En última posición, las anfitrionas. No podía estar en otro lugar. La canción suena demasiado a la última pista de cualquier disco. No hay grandes peripecias vocales, pero no por esto se va a ver relegada al vergonzante papel de anfitrión y claro derrotado. Su falta de pretensiones es la ventaja comparativa de esta participación, sin más.

Pues eso, que sin más.

¿Lo verán ustedes, lo verán?

¡JÁ!

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