SEGUNDOS PUESTOS QUE DEBIERON SER PRIMEROS – 2ª PARTE

La segunda parte de la columna que hice algunos días atrás sobre los segundos puestos, que para mi gusto debieron ser primeros empieza haciendo un recuerdo emocionado para una de las mejores autoras de canciones de la historia de Eurovisión, la suiza Nella Martinetti, fallecida el pasado 29 de julio a los 65 años. Las […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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SEGUNDOS PUESTOS QUE DEBIERON SER PRIMEROS – 2ª PARTE

La segunda parte de la columna que hice algunos días atrás sobre los segundos puestos, que para mi gusto debieron ser primeros empieza haciendo un recuerdo emocionado para una de las mejores autoras de canciones de la historia de Eurovisión, la suiza Nella Martinetti, fallecida el pasado 29 de julio a los 65 años. Las cuatro canciones que hizo para el Festival, Io senza te, Io cosí non ci sto, Pas pour moi y Ne partez pas sans moi, fueron cuatro joyas que están en letras de oro entre el elenco de grandes temas de este Certamen, desde su inicio en 1956 a 2011. 

Y ahora toca la reflexión yendo atrás en la historia, como quedamos en la pasada columna. Tras ver Italia 2011, Dinamarca 2001, Noruega 1996, Polonia 1994 y Reino Unido 1989, entramos en sentido inverso en los ochenta.

Los ochenta fue un década donde el esterotipo más kischt y festivalero de lo que se entiende como “típica canción de un Festival de Eurovisión”, se da con máxima proliferación a lo largo de los años de ese decenio. Muchos de los primeros puestos fueron criticados por lo más “erudito” de la música, cadenas de radio y varias televisiones entrando el Festival quizá en su etapa más crítica en cuánto a definición de estilos musicales, dejando muy de lado a veces la calidad y optando por una comercialidad que después tampoco fue tanta en las listas de éxitos internacionales, todo lo contrario de lo que pasó en la década anterior.  

De esos años voy a pararme en dos temas que considero de máxima calidad, donde la interpretación superaba incluso a la misma canción y la telegénia, estilo y magia de las intérpretes en cuestión hacían que se perfilaran como máximas favoritas en sus respectivos años. Se tuvieron que conformar con el segundo puesto, pero perfectamente podían haber sido primeras.

Empecé esta columna hablado de Nella Martinetti. Ella junto a Atilla Sereftug hicieron una de las mejores melodías no sólo de la década, sino también de todas las representaciones suizas y de la historia del Festival. Pas pour moi que cantó Daniela Simons en Bergen el 3 de mayo de 1986. No pudo ponerse en ningún momento de la votación por delante de la niña belga de 13 años Sandra Kim, que con un tema lleno de fraternidad, un canto a su amor por la vida cuando todavía rozaba la tierna infancia y gracias a una energía en la ejecución espectacular hizo que se llevase masivamente el beneplácito de los jurados internacionales, frente a una experta cantante suiza más templada. El resultado fue Suiza: 140, Bélgica: 176. Con todo, ver a la Simons tan blanca, con su piano blanco, en medio de un escenario blanco, hizo que fuese uno de los números más recordados de esa edición. Con los años Daniela tuvo una carrera irregular en la música, para ellos os remitimos su biografía reeditada en portada. Respecto a los autores, tendrán su recompensa dos años después con una totalmente desconocida Céline Dion y ese primer lugar de 1988.

Quizá uno de los años más injustos, a pesar de que el tema ganador Diggi-loo, diggi-ley fue todo un hit parade en Escandinavia, llegó en 1984 cuando nos encontramos un show lleno de grandes figuras de la canción con estupendos temas. A saber, Franco Battiato y Alice con I treni di tozeur por Italia, una experta Mary Roos por Alemania, unos ejemplares solistas como Maria Guinot por Portugal o Jacques Zégers por Bélgica, una genial voz, la de Francia con Annick Thoumazeau, dos temas simpáticos como el de España o Dinamarca y por supuesto la que después será gran mejor intérprete femenina de Irlanda en Eurovisión, y ganadora en 1992, Linda Martin que en 1984 se tuvo que conformar con el segundo puesto y 137 votos frente a la bobada de tema que llevó Suecia con los en demasía edulcorados hermanos Herrey's. Los chavales de zapatos dorados salieron cual estampa multicolorín abriendo el show para vender todo el pescado. Ganaron con 145 votos, ocho más que la Martin que sacó el tema más moderno de la noche y de los más innovadores de la década, Terminal Three, compuesto por el laureado Johnny Logan (Sean Sherrad). No se podía cantar mejor, hacer mejor puesta en escena y mirar a cámara mejor que Linda Martin esa noche, y estuvo a un pelo de llevarse la victoria con el pelo más rojo jamás visto en televisión. Pero como he dicho tantas veces, cuando el destino te tiene algo guardado te lo concede tarde o temprano. Ocho años después, igual que el número de diferencia con el primer puesto de 1984, la Martin ganará Eurovisión con otra canción de Logan, Why me? haciéndose justicia al desaguisado de su primera comparecencia. 

Cuando hablas del Festival y comentas que se han presentado grandes figuras en 56 años de ediciones, es como si los seguidores nos estuviésemos justificando todo el rato de que nuestro amado show anual merece atención y respeto para desechar la coletilla fácil de algunas mentes simples que dictaminan que a Eurovisión van temas malos, bajos de calidad musical y sin ninguna repercusión. Pero como esa polémica está servida y es algo a lo que nos aferramos cada vez más, yo ya empiezo a estar harta, y aguantaremos esa coletilla irremediable de qué, sí señores, si ustedes quieren: a Eurovisión va lo peor de cada casa. Pero claro, si nos ponemos a hablar del conjunto The Shadows, a ver quien es la bonita que dice que es lo peor de cada casa con cara bien alta y sin ruborizarse. Y entonces pensamos, madre mía, el problema no es nuestro, es que la ignorancia es tan osada que puede cometer esas licencias.  

En 1975 The Shadows, músicos habituales de Cliff Richard que su carrera en solitario había sido principalmente instrumental, a Estocolmo fueron cantando el tema que debió ganar Eurovisión frente a la canción más mema de la década, totalmente insustancial como copia barata de unos flamantes grupo ABBA, ganadores del año anterior. Teach-In fueron flor de un día, no daban para más, cuando los inventos se hacen con gaseosa, pasa lo que pasa. Quizá la canción, por cansina, al Ding a Dong me refiero, resulto un hit ese verano, pero estamos en lo mismo, es lo que podemos llamar un tema de lo más verbenero y trasnochado de un año donde prácticamente el 90 por ciento de las canciones en liza eran puras joyas musicales. Let me be the one obtuvo 138 votos, injustos, porque debió obtener los 152 que se llevó Holanda ese año. Sobre el grupo The Shadows, no tendría columna suficiente para hablar de su dilatada y genial carrera, y sobre los Teach-In prefiero correr en este momento un tupido velo, no dan para más. Craso error que no ganasen los británicos ese año, con todo quedaron como uno de los temas más brillantes de la historia de Eurovisión.

Otro año polémico por lo difícil que lo tenían los jurados, sentados delante de los cantantes, fue 1973 en Luxemburgo, cuando los tres primeros puestos estaban todo el rato en un pañuelo. Cliff Richard, Mocedades y la ganadora de esa edición, la francesa Anne-Marie David en representación de Luxemburgo que con ello esa delegación conquistaba su cuarta victoria, sin un sólo cantante nacido en el Gran Ducado. Sólo tres puntos separaron a un tema magistral como es Eres tú del genial Juan Carlos Calderón interpretado por los vascos Mocedades, de una canción no tan buena, como era Tu te reconnaîtras, pero que fue la mejor interpretada de la noche. La garra que derrochó la David era la que le faltaba, un pelín, a Amaya Uranga, solista del grupo. Creo que los nervios hicieron que el tema español decayese un poco en algunos solos de Amaya, mientras Anne-Marie David devoró la cámara, el micro y salió a ganar con una contundencia extrema frente a lo que ella sabía que era muy complicado, superar la calidad del tema español, el mejor de la noche y uno de los mejores de la historia de Eurovisión, y a la gran estrella que era Cliff Richard, quizá un poco histriónico y desmedido con su Power to all our friends, que para nada tenía que ver con la comercial Congratulations de 5 años atrás. Mocedades debió ganar esa noche porque el tema era el de más consistencia y porque lo años lo han demostrado, sigue siendo un clásico frente a una canción que aún siendo bellísima, como el Tu te reconnaîtras, no ha traspasado los años con la misma salud que nuestro Eres tú.

Pasaporte a Dublín ha sido la mejor preselección española para escoger cantante que nos representase en Eurovisión. De allí salió Karina en diciembre de 1970 como la elegida para la decimosexta edición del Festival que se celebraría en Irlanda en abril de 1971. Pero es que hubo grandes contrincantes en un cartel enorme de grandes mitos y estrellas de la canción, como Rocío Jurado o Nino Bravo, entre otros. Karina era la artista más popular de la música ligera española de finales de los sesenta. En los setenta llegó el cenit y el declive, pero Eurovisión, y el segundo puesto con En un mundo nuevo afianzó su calidad como artista. El directo de Karina en Dublín fue espectacular y convincente, y eso que tenía sus más y sus menos, quizá no se esperaba tanto de ella porque tampoco su voz era muy portentosa, aunque sí agradable. A Karina la conocíamos mucho por editar temas del verano que casi siempre se lanzaban en playback en televisión. No era una artista de directos masivos con enormes repertorios y gran potencia en la voz como eran los casos de Dova, Jaime Morey, Rocío Jurado, Nino Bravo o Concha Márquez Piquer, los otros artistas que estuvieron en la famosa preslección. Después, en el Gaiety Theatre, Karina también tuvo que lidiar con grandes voces, como la de la ganadora de ese año, la francesa Séverine, en representación de Mónaco, la alemana Katja Ebstein, el francés Serge Lama, el italiano Massimo Ranieri, la portuguesa Tonicha, o la hiper famosa Clodagh Rodgers, nordirlandesa que representó a Reino Unido. Ganó Mónaco, pero debió ganar España con nuestra Maribel Llaudés Santiago (Karina) que llevó una de las letras más bellas y una de las melodías más maravillosas de todas nuestras representaciones, todavía hoy recordada porque sus acordes delicados y nostálgicos, pero no faltos de energía y optimismo, en un tema que va ascendiendo en intensidad, son del todo pegadizos e inolvidables.

Otro año que la segunda debió ser primera, es 1963 con Esther Ofarim, por supuesto, y más cuando tras el “caso raro” del jurado noruego, que cambió el voto al final del escrutinio para beneficiar a la vecina Dinamarca, decantó el premio al matrimonio Grethe & Jorgen Ingmann con Dansevise. Se dice que fue un error del jurado al emitir la deliberación, pero lo cierto es que fue un chasco para la delegación suiza que iba dos puntos por delante del Dinamarca, que se tornó a favor de los últimos con la polémica y precipitada decisión del final. La melodía danesa era muy buena, pero la calidad interpretativa de la judía nacida en Israel y afincada en Suiza, Esther Ofarim, no dejaba lugar a dudas que era más convincente. El T'en vas pas de Géo Voumard y Émile Gardaz, que dieron la primera victoria a los suizos en 1956 con Refrain, es delicioso, de lo mejor de la década. Gran tema que quedando en segundo puesto se cometió ese año la mayor injusticia eurovisiva de la historia, y más cuando se vio el fuerte descaro nórdico por beneficiar a los vecinos. Pero que alguien me diga si ese año no era complicado con figuras de la talla de Nana Mouskouri, Alain Barrière, Françoise Hardy, Ronnie Carroll, Emilio Pericolli o Carmela Corren. 

Con esto acabo esta segunda parte de los segundos que debieron ser primeros, esperando vuestras opiniones. Sé que faltan algunos temas, esos que vosotros añadiréis en vuestros comentarios.

Reyes del Amor para eurovision-spain.com, 02/08/2011

 

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