OBJETIVO BAREI

Barei con Say yay representará a España en Eurovisión 2016. La cantautora madrileña será la 56ª artista española que tendrá el honor de pisar un escenario, el eurovisivo, reservado para unos pocos afortunados. Siete días después de Objetivo Eurovisión, con ganas y material suficiente para escribir muchas columnas de opinión, y sin el don de […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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OBJETIVO BAREI

Barei con Say yay representará a España en Eurovisión 2016. La cantautora madrileña será la 56ª artista española que tendrá el honor de pisar un escenario, el eurovisivo, reservado para unos pocos afortunados. Siete días después de Objetivo Eurovisión, con ganas y material suficiente para escribir muchas columnas de opinión, y sin el don de la inmediatez ni de la síntesis, comparto algunas notas sobre todo lo ocurrido en la cresta de la ola del eurodrama español.

SAY YAY!

Todos coincidiremos en que Barei, fuera o no nuestra favorita en el punto de salida, ganó la partida y por goleada en el directo. España apuesta fuerte para Eurovisión 2016, pero queda mucho, muchísimo, trabajo por delante, sobre todo si aspiramos a hacer no solo un buen papel sino también a competir en serio.

Nuestra candidatura, de entrada, tiene dos buenas bazas. La primera, el potencial, una canción llamativa a primera escucha, con un inicio impactante, un estribillo con gancho con unos coros deslumbrantes, y un cierre festivo por todo lo alto, y por el momento diferente a toda nuestra competencia elegida y por elegir. La segunda, la contemporaneidad, un tema que puede sonar en cualquier radio o discoteca del mundo, un sonido actual que es de agradecer entre el historial de candidaturas políticamente correctas de TVE, y un estilo que se empieza a poner de moda con reminiscencias disco, funky y noventeras,

No obstante, los buenos ingredientes, sin un buen cocinero, una medida adecuada, ni fuego en la cocina, no son más que un plato frío. Ahora es el momento de trabajar muy duro, regrabar la canción, tanto la voz como la instrumentación, con una producción a la altura de las circunstancias; diseñar y estudiar al pie de la letra una escenografía, iluminación y realización acorde, plano a plano y segundo a segundo, y comunicarla en forma y tiempo a la organización para llegar con los deberes hechos a Estocolmo; y establecer un plan de promoción en España y Europa para que nuestra candidatura sea un éxito en nuestras fronteras antes de salir de ellas.

Lo que bajo ningún concepto se puede tocar es la materia prima, si algo funciona, no hay por que cambiarlo. Barei ha conseguido, casi por casualidad, algo fundamental en Eurovisión como es marcar la diferencia, ya sea con un elemento o con un gesto. Su vestuario, entre lo elegante y lo deportivo, es todo un acierto, una mujer de hoy en día, femenina y cómoda, dejando atrás las etiquetas de Galas del Sábado de tiempos por fin pasados en las que parecía más importante el vestido que la canción que nos representaba en el festival.

Por otra parte, el baile y el calzado es un momento clave que ha llamado muchísimo la atención, y ya forma parte inherente de su actuación. Al igual que nos fijamos en el duende de Mans Zelmerlow, la calle de Guy Sebastian, las puertas de Elina Born & Stig Rasta, las zapatillas de Nadav Guejd, o los cascos de Maraaya, también lo haremos con el meneo de Barei. Un momentazo que solo necesita ser perfilado y fijado en la realización, prescindiendo de los gritos pero no de la intención ya que no estamos en un concierto sino en un programa de televisión, y seguro que todo el mundo bailará a su ritmo en el Globen Arena.

OBJETIVO EUROVISIÓN

Después del paso adelante que supuso Mira Quien Va a Eurovisión 2014, Objetivo Eurovisión 2016 no solo da uno atrás, sino que retrocede hasta la casilla de salida. Todas las buenas intenciones de TVE respecto al festival, desde la realización de una final nacional, hasta la invitación de seis artistas de enorme proyección, jóvenes y variados, pasando por la elección de seis temas para todos los gustos y públicos, sin olvidar el excelente uso de las redes sociales liderado por Irene Mahía, el guiño eurovisivo con invitados como Loreen y varios favoritos fan, o la enorme ilusión de la productora Viento y Agua Films para agradar a los eurofans, todo, queda en nada en el examen final.  

Uno siente una extraña sensación entre la pena y la vergüenza cuando ve los programas hermanos europeos, ya no el Melodifestivalen de Suecia, ni siquiera el Sanremo de Italia, el cual debería ser nuestro referente por afinidad musical y televisiva, un único minuto de los espectáculos que recientemente se han ofrecido en Albania, Bélgica, Bielorrusia o Malta, o los que se han realizado este mismo fin de semana en Finlandia, Hungría, Islandia, Letonia, Lituania o Ucrania, es más que suficiente para sacar conclusiones. TVE no solo ha emitido, a nivel técnico, un espectáculo bochornoso, sino que además tiene el dudoso mérito de haber ofrecido, y con diferencia, la peor final nacional de toda Europa.

Una gala en la que todo fue un despropósito, de la presentadora, Anne Igartiburu, en su peor noche de equívocos e improvisación, a un escenario que, si bien se podría defender su diseño por agravio comparativo de ediciones anteriores, quedó totalmente deslucido con una realización de televisión local. Sin embargo, el centro de todas las críticas fue el sonido, lo fundamental y prioritario en cualquier programa musical, con los coros totalmente desincronizados de Barei y Salvador Beltrán, o el fallo en la claqueta de una desencajada, y no es para menos, Electric Nana.

No fueron los únicos damnificados de la noche, con un Xuso Jones al que se le vetaron hasta las escenografías más básicas, o una María Isabel con un cañón de puesta en escena, en cualquier escenario mínimamente decente, al que las cámaras e iluminación dejaron a la altura de una función de fin de curso. Al final, los seis artistas que empezaron hace un mes esta experiencia con muchísimo cariño, esfuerzo e ilusión, terminan con un regusto amargo y algunas malas palabras de puertas para adentro que, además, condicionan el futuro acceso de otros compañeros de profesión a este tipo de iniciativas, y es que nadie quiere exponer en público un trabajo para ser destruído en tres minutos por el no trabajo de otros.

Eurovisión es la gallina de los huevos de oro de TVE. El programa con mayor audiencia anual, todos los años, desde el 2008, y también el de mayor seguimiento social. A la gente le gusta Eurovisión, y los concursos musicales, solo hay que ver los datos del propio festival o La Voz, Operación Triunfo o Tu Cara Me Suena, pero lo que sobre todo gusta es la calidad, justo lo que brilló por su ausiencia el pasado lunes, y de ahí su ridículo registro de espectadores y share. Nadie en el sector entiende la desidia de nuestra televisión pública con su programa estrella, ya no solo en el ámbito eurovisivo, sino también en el estrictamente televisivo.

El Subdirector de Coproducciones y Festivales, Federico Llano, vuelve a ser la diana fácil de la furia eurovisiva. Sin restar un ápice de la responsabilidad que lleva implícita en su cargo y sueldo, sí me gustaría transmitir sus grandes aspiraciones e ideas para España en relación a Eurovisión que no siempre puede llevar a cabo, así como agradecer la cercanía y comunicación que comienza a demostrar después de tantos años y batallas con los medios de comunicación. Lamentablemente, después de lo visto hace una semana, y lo sufrido desde hace tantas ediciones, es el momento de dar un golpe en la mesa de sus superiores, y poner a trabajar a sus empleados, o bien empezar a dar la razón a quienes piden destituciones porque estoy plenamente convencido de que él mismo es el primer avergonzado con el producto ofrecido en la televisión de todos los españoles.

BAREI

Barei, con la parte buena que permanecerá en el recuerdo en el futuro y con la parte mala que no se puede negar en el presente, ya sabe lo que supone representar a España en Eurovisión, ser el centro de todas las polémicas, y vivir en un eurodrama constante. Lo más gracioso de la parodia nacional es que los mismos que ponen el grito en el cielo por cualquier motivo, serán los primeros que se indignen y se extrañen si el resultado no es el esperado el próximo 14 de mayo. Nos encanta criticar lo nuestro, juzgarlo, compararlo, despreciarlo, pero que nadie de fuera diga nada malo de nosotros porque entonces nos sale el orgullo patrio.

Bárbara ya ha tenido que soportar un aluvión de críticas por el idioma de su candidatura, la primera íntegramente en inglés de la historia de España en Eurovisión, y por su intimidad, parte del clan de los Reyzábal quienes poseen un enorme patrimonio económico. Yo soy partidario de que nuestro país participe en español en el festival, al igual que prefiero que el resto de participantes lo hagan en sus idiomas, pero si algo defiendo por encima de todo es la libertad creativa de la persona que se sube a ese escenario. Me parece igual de ridículo que se quiera imponer el castellano en un proyecto en inglés, como defender que para hacer un buen papel en el concurso solo se pueda competir con la lengua de Shakespeare, cuando está más que demostrado que lo que importa es simple y llanamente la calidad del producto.

Finalmente, si Barei 'canta' en la abundancia, me alegro de su éxito fruto del trabajo y una pizca de suerte de su familia, y el suyo propio, pero estoy completamente seguro de que su cartera no ha sido determinante en su objetivo Eurovisión, al igual que no lo ha sido en sus 15 años de carrera musical. El dinero abre muchas puertas en la vida, pero al final, mantenerlas abiertas solo depende de uno mismo. Más allá de dimes y diretes, la comunidad eurofan ha reaccionado muy positivamente a su designación como nuestra abanderada en Estocolmo, a la altura del positivismo que despertaron Ruth Lorenzo, Pastora Soler o Beth, un apoyo que con el paso de los días, y como sucede año tras año, será mayor a medida que se acerque la fecha de la gran noche eurovisiva, y es que todos remamos en la misma barca, y tan ricamente.

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