O MEU CORAÇAO PODE AMAR PELOS DOIS

Acabo de leer el artículo de Manuel de Lorenzo en “El Español” titulado “¿Es la música española tan mala como Manel Navarro?”, en el que califica Eurovisión de esperpento -¡que novedad!- y me estoy haciendo algunas preguntas, que me gustaría compartir con los que leáis esta columna. ¿Es Eurovisión un festival de música? ¿Un show […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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O MEU CORAÇAO PODE AMAR PELOS DOIS

Acabo de leer el artículo de Manuel de Lorenzo en “El Español” titulado “¿Es la música española tan mala como Manel Navarro?”, en el que califica Eurovisión de esperpento -¡que novedad!- y me estoy haciendo algunas preguntas, que me gustaría compartir con los que leáis esta columna.

¿Es Eurovisión un festival de música? ¿Un show de televisión? ¿Un evento para probar nuevas tecnologías en el ámbito televisivo? ¿Un espacio de intercambio cultural? Yo creo que no es nada de ello en particular y lo es todo a la vez, es decir, no es un festival de música como el Sonar, Primavera Sound, BBK live, no es únicamente un programa de televisión como la Voz, Operación Triunfo o X Factor, no es una feria de muestras como el World Mobile Congress, ni tampoco un espacio de intercambio cultural, pero sí que tiene un poco de estos ingredientes los cuales son absolutamente necesarios todos ellos a la vez para que Eurovisión siga siendo Eurovisión.

Y sigo con mis preguntas, ¿Alguien podría definir, y más aún clasificar, qué canciones son “fast food”, término que utilizó Salvador Sobral, de las que no lo son? ¿Quién decide qué es una canción “fast food” de la que no lo es? ¿Es adecuada la metáfora? Es evidente que existen criterios objetivos para determinar si una canción posee una mayor elaboración que otra, basta con examinar las notas, acordes, arreglos, letras, etc, pero lo que me parece bastante más improbable es establecer criterios objetivos para determinar los gustos musicales, ya que lo que para mi puede ser “bueno” puede ser “malo” para otros, dependerá también del contexto, poner una sinfonía de Bethoveen en una discoteca un sábado por la noche no tendrá la misma acogida que el Despacito de Luis Fonsi, o no entusiasmará lo mismo una bulería en Cádiz que en Moscú.

En fin, creo que ciertas ideas prejuiciosas tienen una mayor incidencia a la hora de valorar la calidad musical que unos supuestos criterios objetivos. Un ejemplo de esto es el video que podemos ver estos días por internet sobre los italianos y el “Despacito”, puro “guilty pleasure”. En cuanto al término “fast food”, no creo que sea el más idóneo. Primero porque la metáfora la asocia con algo dañino para la salud, y no creo que una música lo sea, siempre que no exalte el racismo, machismo, homofobia, violencia etc. (y en todo caso esto no tendrá que ver con su “calidad musical”). Segundo porque no quiere decir que una canción que sea creada en poco tiempo no pueda ser una genialidad, sino que se lo digan a Mozart. Y tercero, porque una canción aunque sea simplona y sin grandes pretensiones puede trascender en el tiempo, por razones múltiples, y podría poner muchos ejemplos.

Para terminar me hago esta pregunta: ¿Por qué Eurovisión causa tantos furibundos ataques en nuestro país? En este caso no sabría qué decir y es que no sé porqué un evento que no tiene un coste excesivo para el erario público si lo comparamos con otras actividades, y que además aporta más valores positivos que negativos a la sociedad es objeto de ataques tan brutales. Eurovisión, lejos de fomentar el chovinismo, acerca a gentes de muy diversas partes de Europa y del mundo. El eurofán habitualmente disfruta con la actuación de países que no son el suyo, y quizás sea uno de los eventos de masas que más ha hecho por unir a los europeos. ¿Qué pensáis vosotros?

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