Como ya tres de mis compañeros en este espacio de opinión, habían analizado sobradamente la elección interna de Pastora Soler como representante de España en el Festival de Eurovisión 2012, no estaba muy animado a escribir sobre el asunto ya que coincido con la opinión de todos ellos en lo sustancial.Ya es conocida mi postura desde que comencé a escribir esta columna en la que me mostré favorable a esta fórmula en la que se selecciona a un cantante o grupo de reconocida trayectoria y los espectadores, con el complemento de un jurado, eligen la canción que debe interpretar en los escenarios eurovisivos.

Esta es la fórmula ideal para acabar con esa visión que nos mostraba el Festival como un lugar perfecto para proyectar a cantantes desconocidos, con ganas de hacerse un hueco en el mundo de la música.Ya sé que alguno de los lectores de esta web se encuentra en esas circunstancias y probablemente no les haga demasiada gracia ese comentario pero un acontecimiento internacional no sirve en ningún campo como trampolín de nadie, más bien es el premio a una carrera consolidada. No se hubiera planteado nunca que Almodóvar acudiese con “Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón” al Festival de Cannes o a los Óscar y eso que a estas alturas, nadie duda que estamos hablando de uno de los grandes del cine español, más allá de que a algunos les entusiasme y otros lo repudien.

Pero además este nuevo sistema, o más bien su filosofía, ataja uno de los graves problemas que han tenido las preselecciones españolas en los últimos años, como ha sido la falta de compositores profesionales que hayan ido participando en los sucesivos experimentos que se han ido forjando. Por supuesto que ha habido algunas excepciones, como el caso de Guille Milkyway o Roel García, entre otros que sí están avalados por una trayectoria, aunque en los procesos de selección no tuvieron demasiada suerte, muy tapados por otros aficionados al Festival y a la composición que tenían mayor “clá” apoyándolos.

Cuando he leido que Pastora Soler iba a echar mano de músicos, como Pablo Alborán, David de María, Manuel Carrasco o Vanesa Martín, he visto la luz y han aumentado mis esperanzas en que este año podamos ver en el escenario de Baku una canción de esas que se pueden escuchar perfectamente en cualquier radio española.

Ya sé que a alguno de vosotros puede que no os guste este estilo de música y yo debo confesar que excepto Alborán, el resto no se encuentran entre los músicos cuyas canciones escuche habitualmente, me gustan más otros estilos musicales. Sin embargo, aprecio que llevemos también a profesionales, con éxito a su espalda, como fórmula para mandar una propuesta respetable.

¿Qué hubiera sido Mocedades en Eurovisión sin Juan Carlos Calderón, o Massiel sin el Dúo Dinámico? Son tan sólo dos ejemplos de canciones históricas que tuvieron creadores de éxito. No quiero decir con esto que tengamos garantizado un buen puesto en Baku.

Podemos recordar el fiasco de aquel “Ay que deseo” de Antonio Carbonell que compusieron los miembros de Ketama que pasó sin pena ni gloria por el festival de 1996. Está claro que nada, ni nadie nos puede garantizar el éxito pero hace unos días, a un conocido periodista radiofónico, le ponía el siguiente simil: si mandamos al Alcorcón a la Champions League, puede sonar la flauta y que den algún alcorconazo pero tendrán mucho más futuro equipos, como el Barcelona o el Real Madrid. Pero tampoco son matemáticas y estos dos equipos pueden fallar un año. En Eurovisión, ocurre algo parecido, podemos fallar algún año pero por este camino llegarán, tarde o temprano, los resultados y si no llegan, al menos, algunos estaremos orgullosos de ver la propuesta española en el Festival.