¡LUXEMBOOM!

¡Zeuyín ya he vuelto! Hace ya muchísimo tiempo que por circunstancias, que no vienen al caso, no he podido escribir en mi sección. Pido disculpas por ello. Retomo mi columna de la mano de un país pequeñito aunque orgulloso, un país que se alzó con la victoria eurovisiva en cinco ocasiones y del que apenas […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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¡LUXEMBOOM!

¡Zeuyín ya he vuelto!

Hace ya muchísimo tiempo que por circunstancias, que no vienen al caso, no he podido escribir en mi sección. Pido disculpas por ello. Retomo mi columna de la mano de un país pequeñito aunque orgulloso, un país que se alzó con la victoria eurovisiva en cinco ocasiones y del que apenas queda el recuerdo. Hablamos del país “deluxe”, o sea de Luxemburgo.

Muchas son las voces que han criticado al país creador de las patatas fritas “deluxe”. Por una parte se le achacaba siempre que las victorias luxemburguesas carecen de reconocimiento ya que en la mayoría de los casos Luxemburgo llevaba a un intérprete francés. Cierto es, pero ¿sólo Luxemburgo? Podemos hablar de Andorra o Chipre, por ejemplo. Sin embargo, achacamos a motivos culturales o lingüísticos la razón por la que pueden llevarlos. El hecho es que Luxemburgo los llevó y triunfó, además de ser fundador del festival y un clásico histórico del nivel de Francia, Reino Unido o Italia.

Victorias en 1961 (Jean-Claude Pascal (francés) –  Nous les amoreaux), 1965 (France Gall (francesa) Poupée de cire, poupée de son), 1972 (Vicky Leandros (greco-germana) Après-toi). 1973 (Anne-Marie David (francesa) Tu te reconnaîtras) y 1983 (Corinne Hermès (francesa) Si la vie est cadeau). No cabe duda de que Luxemburgo está en deuda con Francia, aunque no por ello debemos demeritar la gesta eurovisiva llevada a cabo por Luxemburgo.

La historia comienza en 1956, Luxemburgo es el hermanito pequeño de la Europa occidental (la que cuenta en este contexto), sin embargo no es óbice para que las delegaciones “deluxe” realicen trabajos tan dignos como los del resto de países. Además de organizar en cinco ocasiones el festival, cosa que pocos han podido permitirse o han querido hacer (excepto la BBC, vale, pero es que la BBC es la más “guay”, además de rica).

Luxemburgo supo ganarse su propia corona de laurel e hizo temblar a los más grandes en la lucha por el los puestos más altos, algo que ningún otro pequeño país ha conseguido hasta el momento. De este modo, además de sus cinco victorias, tenemos dos terceras posiciones (1962 y 1986), cinco cuartos puestos (1957, 1964, 1967, 1974 y 1988) y un quinto puesto (1975). Nunca alcanzó la segunda posición (eso de ser segundones lo llevaban mal).

¿Volvería algún día este pequeño país al concurso? No lo tengo muy claro, aunque si Italia ha dado el paso tantos años después, por qué Luxemburgo no lo iba a hacer… Es bastante improbable.

De todos modos, creo que se le debe rendir cierto homenaje a este país al que le tengo tanto cariño. La mayoría de las canciones en francés que me gustan de Eurovisión son las presentadas por Luxemburgo (¡Luxie!):

1956 – Ne crois pas. La coqueta Michele Arnaud, al igual que todos los concursantes de aquel año, presentó dos canciones por Luxemburgo. Una de ellas, mi gran favorita de esta primera edición, fue Ne crois pas, en la que de manera muy irónica recomienda no “creer” en banalidades, como las que tienen que ver con el amor. Como todos sabemos, no ganó, pero desde mi punto de vista, es la primera vez que al festival se llevó una canción “contra-corriente”, titulada con negación (ne) y fresca al mismo tiempo.

1965 – Pouppée de cire, poupée de son. La niña France Gall (prefiero recordarla como niña para obviar su odio acérrimo al festival que le dio la gloria) puede considerar, después del archiconocido Volare italiano, la primera canción éxito de ventas en Europa, traducida e interpretada por muchos. La letra, algo ridícula, no deja de ser un componente más del conjunto pupetero de Gall. Cantante extraordinaria, verdadera intérprete de Babacar o de Ella, Elle l'a (quizás muchos sigan pensado en Kate Ryan es la inventora de esos super éxitos), es y seguirá siendo una de las grandes voces eurovisivas.

1966 – Ce soir je t'attendais. Y tanto que esperó… Michèle Torr esperó ganar en casa pero se quedo a nueve puestos de conseguirlo. La canción no estaba mal, pero a pesar de su aspecto pupetero (¿aceptará esta palabra la RAE?), su voz no se adaptaba a su imagen, demasiada grave para mi gusto. Sosa en la ejecución aunque simpática como ella sola. Es una canción muy de la época, al igual que la decoración del escenario de ese año, para mi gusto, uno de los mejores de la década.

1967 – L'amour est bleu. De origen griego aunque establecida desde niña en Alemania, la escultórica Vicky Leandros descubrió el mundo Emo mucho antes que las generaciones contemporáneas. Su puesta en escena, triste y llorosa, dio mayor encanto a la preciosa canción que interpretó como ella sólo sabe. Ese año no ganó, sólo tendría que esperar hasta 1972 para alzarse con la victoria, aunque sinceramente, y ya adelanto, Après toi no me gusta, así que no tendrá apartadito (sé que está considerada una de las mejores de la década y de la historia del festival, pero ese ritmo ranchero no me llama la atención ¿qué le vamos a hacer?).

1973 – Tu te reconnaîtras. La francesa (cual tortilla) Anne-Marie David llegó, vio y venció. Patriotismo aparte, la propuesta luxemburguesa superó con creces a la española, pese a que esta última quedase entre las mejores del 50 Aniversario. Anne-Marie aportaba una canción del momento, lenta y energía, con ritmo. Fue la gran sorpresa de la noche, sobre todo para los británicos quienes de nuevo quedaban por detrás de España (¡juas!) y encima en tercera posición. ¡Congratulations Luxie!

1978 – Parlez-vous français? Ahora saco el patriotismo, aunque en el sentido más objetivo, esas españolas propias de nuestro destape fueron a París y se llevaron una pequeña decepción. Ganó otro super éxito, pero sinceramente, creo que a las Baccara se las temió demasiado. Mucho miedo a que estas famosas bailarinas pudiera alzarse con el triunfo hizo que los jurados desvirtuasen sus votos. No obstante, Israel se merecía ganar. Luxemburgo hizo un gran trabajo. Como siempre, innovó, provocó y aportó a Eurovisión otro de esos temas históricos.

1980 – Papa pingouin. Diversión con Sophie & Magaly por doquier. Afirmo que todos los países (al menos la mayoría) han llevado alguna que otra vez algo “freak”. España lo hizo con su Chiki Chiki, Austria en 2003, Francia el mismo año que nosotros, Bélgica ha sabido explotar bien ese cliché, los bálticos últimamente acostumbran a hacerlo… Pero ya abrió camino la genial actuación polar de “Papá” o para los americanos “Papito” pingüino. Nuestro europingü marcó de tal modo por su ritmo que fue éxito de ventas en los países de habla francófona, evidentemente, entre el público infantil… (¿Os imagináis el chiki chiki en las guarderías?).

1983 – Si la vie est cadeau. Última vencedora por Luxemburgo… Corinne Hermès. Sí, amigos, he pasado por alto a Jean-Claude Pascal, no me gusta, y en 1981 fue un fracaso que prefiero no recordar (no había nacido pero los vídeos me vuelven a la memoria…). Fue, como lo será en 2011, en Alemania donde Luxemburgo se alzó con su quinta y, hasta el momento (o eternidad), última victoria. Una canción de corte clásico, en francés, muy pausada para mi gusto, aunque sobresaliente entre la marea de canciones o intentos de canciones de 1983.

1984 – 100% d'amour. La extrazucarada y lolita Sophie Carle se sentía la princesita de aquel año. Su canción, a caballo entre lo “moerno” y lo “ñoño” no cuajó para nada entre los jurados de aquella edición. Fue una petardada, aunque reconozco que me encanta ese tipo de petardadas, sobre todo cuando se interpreta una canción de ese tipo con un babero tamaño XXL y un cabello que ya quisiera la Carbonero…

1986 – L'amour de ma vie. Todavía pienso que Sherisse Laurence es una de esas chicas de El precio justo que salían diciendo cosas absurdas junto con Joaquín Prat. A pesar de que los coristas del fondo sobraban y de que eran un poco dinámicos, Sherisse interpretó la última gran canción luxemburguesa. Tercera posición para un estilo melódico que languidecía y daba coletazos pidiendo auxilio en todo momento. Razón por la que Eurovisión comenzó a soltar caspa para muchos, aunque motivo por el que a mí me encanta Luxemburgo. Sí, entenderé vuestras críticas o desaires, pero creo que esta canción es, desde una perspectiva rítmica, una de las mejores de esa edición.

1987 – Amour, amour. El bizarre Plastic Bertrand no fue lo que pretendía ser. Si el estilo musical de la canción anterior daba coletazos, esta canción, que tiene nombre de perfume navideño, puede considerarse un hecho anacrónico en lo que respecta al festival. Apropiada para garitos glamurosos de poca clientela, esta simpática canción fue interpretada por un monigote vestido de negro y con chaqueta en rosa que parecía estar hecha con los retales del traje de la Viktor Lazlo, la presentadora de Bruselas '87. Indistintamente, Plastic es todo un icono al que hay que valorar como tal. Dejó su huella en el festival y a mí me ha dejado esta canción a la que tengo mucho cariño.

1988 – Croire. Año, tras año, Luxemburgo me sigue gustando. Lara Fabian, otra de las grandes, quedo cuarta y pasó sin pena ni gloria por un concurso en el que dos divas pudieron hacer mucho más. Céline Dion fue la niña bonita (con toda la razón) y Lara Fabian se aplicó su propio Croire. Quién os ha visto y quién os ve… Además de superventas, son clara muestra de cómo el “recauchutamiento” puede hacer maravillas con las caras y mostrar alegría, cuando en 1988 veíamos pena. Luxemburgo de nuevo apuesta fuerte y “gana” a su manera.

1989 – Monsieur. Cerramos década de la mano de un grupo muscial, Park Café, que fracasó en su intento por traernos esos aires art decó a lo ochentero. Su canción no tenía nada que envidiar al resto de ese año (dicen que el 87, pero yo creo que este sólo queda salvado por Reino Unido y poco más…). Luxemburgo quiso mostrar su cara más parisina, pero le pegaron un bofetón que se le quitaron las ganas de tontear más con este tipo de apuestas. A mí me gusta, aunque sé que apenas es una canción conocida…

1990 – Quand je te rêve. Se acaba con esta canción mi lista (¡menos mal eh!). Céline -esta vez- Carzo fue la “afortunada” de llevar a un país comunista la representación luxemburguesa. Todo fue extraño, ella tenía complejo de morcilla… Metida en ese traje, embutida y con ojos asustadizos… Si lo hacía mal no podría salir de Yugoslavia… Pero no fue, así, lo hizo muy bien. Salió de Yugoslavia y apenas se supo mucho más de ella, bueno sí, que volvió a su país natal, Francia (y no se supo mucho más de ella). Su voz era original, traía sonidos diferentes (como nuestras Moreno) a un festival que se encontraba en coma para la gran mayoría de países. No supo ganarse al público y terminó en posición 13 (uhh).

Y se acaba. Tres años después Luxemburgo diría adiós al festival del que es fundadora. Resulta curioso que apenas una canción, en toda historia, fuera interpretada en luxemburgués así como también que el alemán escaseara en sus entradas y que el francesa (y los franceses y francesas) fueran los protagonistas de las delegaciones de Luxie.

Sinceramente, aquellos que opinen que Luxemburgo sólo “cogía” cantantes de Francia para su propósito, tengo que decirles, que sí, en cierto modo así fue, pero de no ser por este pequeño ducado, ni Francia ni muchos otros países habrían apostado por sus propios intérpretes, y además, nos habríamos perdido grandes momentos y canciones del Festival.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz 2011! Que la luz de estos días colmen vuestros hogares y que el nuevo año venga cargado de proyectos… La próxima columna os la escribo desde Bruselas…

Un abrazo enorme.

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