LOS PASOS DE BILLIE JEAN
«Billie Jean is not my lover,
she's just a girl who claims that I am the one
but the kid is not my son,
she says I am the one, but the kid is not my son»
Inundados en días de verano, parece que el calor sume a las multitudes en el letargo. Las bocanadas de aire caliente y los días llenos de luz alborotan los ánimos, pero después de esas semanas de cambios ambientales, las ciudades se convierten en tortugas desiertas. Todo es más lento, todo parece más lento. También sucede con Eurovisión, donde la maquinaria se desacelera para dejar los ánimos y las ideas en barbecho. Un nuevo cambio de ciclo, tiempo para descansar el hervidero y proyectar deseos nuevos para el siguiente curso.
No sólo en Eurovisión se apagan las noticias sino en otros ámbitos nacionales también. En estos días, ante la escasez, la prensa rasca de todo aquello que signifique un pozo donde extraer líneas y titulares. Musicalmente, agotada ya la saña con que muchos han ejecutado una triste matanza porcina a Soraya, entramos en la época estival de pleno con la noticia del fallecimiento de Michael Jackson. Confieso que nunca fui un seguidor muy estrecho de su música, más bien admiraba su personaje y miraba sus canciones de reojo, convivía en armonía con ella. Cómo no hacerlo, cuando supo que estuviera en todas partes. Todo el mundo recuerda algún momento de su vida relacionado con la presencia de Michael Jackson.
Revisando sus vídeos y sus primeros trabajos, es fácil recordar por qué el artista norteamericano tiene un puesto relevante en la industria musical, aquél que muchas voces le adjudican y reivindican ahora. Revolucionario en el sonido, la estética, el espectáculo y la promoción, Michael Jackson subió peldaños en la forma de bailar, vender y populizar la música. Convirtió el vídeo en un arte en sí mismo, una herramienta de impagable propaganda, transformándolo en pequeños cortos. Coreografías aparentemente sencillas pero intensamente estudiadas, movimientos tan personales como sistemáticos y un mundo inconfundible que sólo podían pertenecer a él. Ese sello propio surge cuando escuchas cualquier melodía y, como señal clara del artista, piensas «esto tiene que ser de…».
Hay una generación que nació bien entrado los 80 y quizás recuerden a Michael Jackson por su última etapa, comenzada con Dangerous y salpicada de altibajos. Después de aquel vídeo que inauguró el morphing por el cual se cambiaban del black al white las sonrisas, llegaron los recopilatorios y los remixes. El personaje músico necesitaba de la maquinaria promocional para mantener la pompa. Iman, Eddie Murphy, Magic Johnson, Naomi Campbell, Macaulay Culkin, Kriss Kross, Slash… colaboraciones desorbitadas que quizás sustituían la brillantez e innovación que otras veces habían firmado sus canciones.
Si bien, hay otra generación que creció con el miedo a los zombies de Thriller, las losas iluminadas de Billie Jean, los gansters de Smooth Criminal y el metro neoyorkino de Bad. Este último vídeo me ha recordado siempre al ventilador de Carola, ese momento en que Michael Jackson retira una rendija del metro, provocando una ola de aire que ondea el cabello y airea la vestimenta de toda aquella tribu urbana, milimetricamente ubicada en forma triangular y pivotando sobre el cantante. Veinte años antes que la moda del ventilador se instaurara en los escenarios eurovisivos y los triángulos acompañasen a muchas divas suecas. Podría decirse que, realmente, cualquier coreografía de Jackson serviría como patrón para una puesta en escena eurovisiva.
De hecho, no sería ninguna sorpresa. El sentido del ritmo, la maestría de las mezclas y el movimiento de una coreografía emergían siempre como sus bazas fuertes. Los estrenos de sus vídeos se alimentaban con una expectativa sorprendente, en tiempos en que las tiendas de discos abrían a medianoche para vender el nuevo disco del artista. Hilaba tanto el sonido junto con la imagen, que hasta parecía que ya no podría haber existido otra imagen para aquella melodía que sonaba, haciéndolo un todo indisoluble; con Michael Jackson pensar en una cosa lleva a la otra. Pero tampoco sería sorpresa porque inspiraciones mediáticas en Eurovisión ya ha habido. La más reciente fue Ani Lorak, con su puesta en escena de 2008. La ucraniana se inspiraba sin remilgos en la presentación que Madonna hizo con Justin Timberlake de 4 minutes, una puesta en escena neoyorkina que había sucedido semanas antes del Festival. Se trata de saber buscar, adaptar y desarrollar sin estridencias.
Las modas en Eurovisión han provocado que abundaran las coreografías que pecaban de excesivas, cuando no de pretenciosas. En vez de procurar llenar el escenario con la voz, muchos países apostaron llenarlo con cualquier cosa que tuviera movimiento, sin sentido del equilibrio. A esta altura, tras temporadas en la que parece que en Eurovisión se apuesta por una coreografía razonable y más o menos previsible, no me imagino nada en un escenario eurovisivo imitando a Michael Jackson. Quizás por tener una estética tan peculiar, un sello tan hondamente personal, acabaría por no cuajar y caer en la copia mal hecha. O quizás porque hagan lo que hagan, algún detalle al menos sí que sería una copia de movimientos que ahora se consideran estándares y coreografías tan trilladas como previsibles, olvidando que alguien fue el primero en hacerlas.
Aun así, gestos como la melena al viento, los brazos en alto con la camisa abierta, la mirada desafiante, el lento movimiento de pies moonwalker o los ajustes de pantalón desde la bragueta ya tienen su marca. Como también lo tienen otros artistas, de esos que al igual que el norteamericano forman parte del pensamiento colectivo. Aquella mirada frente a frente y luego giro de cabeza mirando simultáneamente al público, ese gesto sería imposible verlo y no acordarse de las sonrisas felices de ABBA. Quizás ahí sea la primera diferencia entre los artistas que acaban por ser históricamente grandes y los que no. Aquéllos pasan a la historia por ser los primeros en hacer algo que nadie había hecho antes. El resto de forma más o menos disimulada se mueven dentro de esa ola ya creada, a la sombra de quién primero dio el golpe, revolucionó los conceptos y dio nuevos lenguajes a la música popular.
«And the whole world
has to answer right now
just to tell you once again,
who's bad . . .»
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