LOS JURADOS

No han pasado ni 24 horas desde la gran victoria de Portugal en Eurovisión. Habrá unas cuantas columnas que seguramente harán un concienzudo análisis del festival, de sus resultados, de cada una de las canciones, etc. Yo sin embargo quería hablar del papel de los jurados, ese 50% de las votaciones decididas por 5 personas […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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LOS JURADOS

No han pasado ni 24 horas desde la gran victoria de Portugal en Eurovisión. Habrá unas cuantas columnas que seguramente harán un concienzudo análisis del festival, de sus resultados, de cada una de las canciones, etc. Yo sin embargo quería hablar del papel de los jurados, ese 50% de las votaciones decididas por 5 personas de cada país.

Este o se ha hablado mucho de jurados. No voy a meterme aquí en el fango de la final nacional de RTVE, pero en cualquier caso es innegable que el jurado decidió darle la vuelta a la decisión del público.

Algo similar ocurrió en Portugal, donde el público incomprensiblemente había relegado a Salvador a una absurda tercera posición por detrás de dos engendros de canciones destinadas sí o sí a morir en semifinales. Afortunadamente en esta ocasión el jurado hizo su trabajo: no se dejó llevar por otros factores (los dos primeros eran exconcursantes de talent shows), y premió la música. Y hoy muchos de nosotros somos un poquito más felices gracias a aquella decisión.

Introducir un jurado tiene todo el sentido cuando hace bien su trabajo. Las masas somos muy dadas a dejarnos llevar por factores externos. En España esos factores suelen ser la popularidad, el sentimentalismo, o el fenómeno fan. En Eurovisión, además de esos, se añaden la afinidad cultural, la geopolítica, e incluso uno poco nombrado pero que en mi opinión tiene bastante relevancia: el orden de actuación.

La pregunta es: ¿Hace el jurado de Eurovisión realmente su trabajo, o es simplemente una votación de 5 espectadores más?

El otro día vi una entrevista a dos miembros del jurado español. En ella, la entrevistadora les preguntaba si habían visto las casas de apuestas, si sabían cuáles eran los favoritos, lo que se comentaba de cada uno, etc. Paula Rojo contestó “sí, yo he hecho los deberes” . ¿Perdón? ¿Cómo que los deberes? ¿Alguien te ha dicho que forma parte de tus deberes saber lo que se dice de cada canción en las apuestas? ¡Pero si precisamente debería ser al contrario! Yo les daría instrucciones de que NO miren nada, que no sepan nada, que evalúen las canciones sin influencias de ningún tipo. Vamos, si fuera posible, yo les taparía hasta el país del que proceden, como en una cata a ciegas, y les alteraría el orden de las actuaciones. Sólo así tiene sentido. Si se hace, que se haga bien.

Otro requisito que les pediría es que no sean seguidores habituales del festival. Que no sepan que Suecia “siempre queda bien”, que a Rusia le votan mucho sus vecinos, que el  o pasado ganó JamalaTodo eso que forma parte del aderezo eurovisivo de cada o, y que a nosotros, como a cualquiera, nos influye, pero que al jurado no debería hacerlo. A mí me gustaría que evaluasen las canciones incluso personas que tengan cierto prestigio en músicas que se salgan del cliché eurovisivo actual, es decir, del pop y de la radio-fórmula, esas personas que, precisamente, jamás ven el festival.

Creo, sin embargo, que nadie exige a los jurados nada de todo eso.

Es cierto que se aprecian diferencias entre los resultados del jurado y del público. A veces son clamorosas, como ayer Austria, Australia, Moldavia y algunos más. Sin embargo, algunos resultados de los jurados indican que claramente alguien no hace las cosas bien. Especialmente irritantes (y de ahí los merecidos abucheos) fueron los sendos doces que se concedieron mutuamente Grecia y Chipre, siendo los únicos doces que recibieron tanto los unos como los otros. Es más que evidente que esos doces no se concedieron con un criterio exclusivamente musical. La organización del festival debería ponerse más seria con este asunto, porque ciertamente le quita mucha credibilidad, como decía en mi columna anterior sobre las predicciones de Jose M. Iñigo (por cierto, me encantó que ayer fallase estrepitosamente unas cuantas).

En fin, ya que este o los jurados han  dado tanto de qué hablar, qué menos que una columnita que hable de ellos, ¿no?

Por cierto, confesadlo, en realidad, en nuestro fuero interno, todos querríamos estar ahí, y que nuestro voto fuese uno entre cinco en lugar de uno entre veinte mil. ¿A que sí?

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