LA LENTA AGONÍA DE EUROJÚNIOR

Hace unos días la UER anunció que la televisión pública de Ucrania (NTU) había sido la elegida para organizar la undécima edición del Festival Júnior de la Canción de Eurovisión, más conocido en nuestro país como Eurojúnior. Es posible que algunos lectores no conozcan mucho acerca de este certamen, puesto que España (TVE) participó por última vez […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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LA LENTA AGONÍA DE EUROJÚNIOR

Hace unos días la UER anunció que la televisión pública de Ucrania (NTU) había sido la elegida para organizar la undécima edición del Festival Júnior de la Canción de Eurovisión, más conocido en nuestro país como Eurojúnior.

Es posible que algunos lectores no conozcan mucho acerca de este certamen, puesto que España (TVE) participó por última vez en 2006, y desde entonces la cadena pública no lo ha vuelto a retransmitir ni en vivo ni en diferido. Probablemente la mayoría de españoles aún recuerda la victoria de María Isabel en la segunda edición (2004), pero muchas de estas personas han olvidado, o simplemente ignoran, que este evento continúa celebrándose anualmente pese a la retirada de Televisión Española del mismo, hace ya más de seis años.

Para bien o para mal, la actitud de TVE no es para nada una excepción entre las cadenas públicas europeas, sino más bien se ha convertido en la regla: de la treintena de televisiones que han participado alguna vez en este festival, solamente doce accedieron a tomar parte en la última edición celebrada en 2012, en los Países Bajos. Y lo peor de todo, es que para la ocasión, la UER tuvo que realizar un gran esfuerzo de seducción para conseguir que, al menos una docena de países, participase en Eurojúnior 2012, puesto que, cumplido el periodo de inscripción inicial, solamente se habían adherido nueve cadenas de televisión; número insuficiente para sostener un concurso que, para no alterar la estructura de votaciones copiada del festival sénior, precisa de un mínimo de once participantes.

Es evidente para cualquiera que haya seguido un poco la trayectoria reciente de Eurojúnior que, en los últimos años, ha entrado en una crisis que se va agravando edición tras edición, con un número menguante de participantes y una mayor implicación por parte de la UER para evitar que, como ya le sucediera al extinto Eurovision Dance Contest, sea cancelado por falta de interés. ¿Pero cómo es posible que en apenas diez años (Eurojúnior nació en 2003) se haya llegado a una situación tan límite, teniendo en cuenta que en sus inicios cosechó un relativo éxito y que la UER incluso hubo de imponer un máximo de participantes (18 en 2004)?.

Me gustaría repasar brevemente la historia de este evento para ponernos en situación. El Festival Júnior de la Canción de Eurovisión fue creado en 2003 por la UER basándose en el MGP Nordic, un formato escandinavo similar al existente Festival de Eurovisión, pero reservado para niños. La idea inicial era recrear un festival de la canción de niños para niños, es decir, para facilitar el descubrimiento de jóvenes talentos musicales por un lado, y fomentar, por otra parte, la cultura de los festivales musicales entre el público infantil (hacer ‘cantera eurovisiva’ se podría decir). Por ello, al principio las reglas estipulaban que los niños no fueran cantantes profesionales y que participasen en la composición de las canciones, para que fueran de una temática más infantil que adulta.

Este formato inicial, pensado para ser un programa muy ‘blanco’ destinado principalmente al público infantil, fue desvirtuándose en sucesivas ediciones. Con la tolerancia de la UER, fueron apareciendo cantantes infantiles profesionales que vestían como adultos y cantaban canciones con temas nada acordes a su edad, y en consecuencia, aumentó la competencia entre los niños y la presión ejercida sobre los participantes para conseguir buenos resultados. 

Viendo el rumbo que tomaban las cosas, las televisiones más sensibles a las supuestas presiones ejercidas sobre los jóvenes cantantes optaron por abandonar el festival: Dinamarca y Noruega, dos de las ‘ideólogas’ de lo que debía ser Eurojúnior, abandonaron tras la edición de 2005 y volvieron a organizar el MGP Nordic original. Cuando España se retiró un año más tarde, ya no quedaba ningún miembro del Big Five en competición, lo que empezó a comprometer además la financiación del festival júnior: aunque sea un certamen globalmente más económico que el sénior, el coste per cápita se hizo mayor, debido a la escasez de participantes y a la ausencia del Big Five y de otras cadenas económicamente potentes.  

Precisamente, el elevado coste por participante ha incidido en las últimas ediciones, paralelamente a un ahondamiento en el descrédito de un festival que ha visto su espíritu original fuertemente desnaturalizado, y para el que los antiguos participantes muestran un nulo interés por regresar. Así pues, la UER tuvo que hacer un sobreesfuerzo para lograr que nuevos países se interesasen en el formato, consiguiendo tres debuts en la pasada edición: Israel, Albania y Azerbaiyán. Sin embargo, parece ser que la experiencia no convenció a los dos últimos nada en absoluto, y ya se rumorea en los foros eurovisivos sobre una probable retirada para 2013.

Así pues, la UER, y la NTU en este caso, se enfrentan de nuevo a la titánica misión de reclutar suficientes participantes para no tener que cancelar Eurojúnior 2013. Pero yo me pregunto ¿de verdad vale la pena tal esfuerzo? ¿De qué sirve invertir tiempo y dinero en un formato que una amplia mayoría de miembros de la UER rechaza de plano? Solo servirá para alargar la lenta agonía que sufre este festival, y no creo que el espíritu original de este formato se lo merezca.

En mi opinión, la UER debería parar y reflexionar. Las actuales circunstancias económicas en Europa no favorecen en nada promover la inversión de dinero en formatos fallidos; sería mejor reservar los fondos disponibles para apoyar y fortalecer el festival sénior, que ya hemos comprobado este año cómo la crisis le está afectando. ¿Esto significa enterrar a Eurojúnior para siempre? No.

La UER debería plantearse un paréntesis en el formato, que le permita reflexionar sobre las carencias y las virtudes perdidas en el festival actual. Para empezar, consensuando un formato renovado con las televisiones de peso en la UER (Big Five, cadenas escandinavas…) que permita recuperar el espíritu original de Eurojúnior: niños cantando temas de niños, sin vestidos con transparencias ni aberraciones varias, en un horario infantil y claramente dirigido al público más joven de Europa.

Y mientras tanto, la crisis económica habrá remitido (esperemos) y las cadenas estatales podrán destinar unos fondos que ahora no existen para promover este evento entre los más pequeños y fomentar así algo de cultura musical, que falta hace.

Como conclusión, lo único que espero de Eurojúnior 2013, si al final puede celebrarse, es que los participantes puedan actuar y comportarse como niños, porque casos como el de la última ganadora me parecen bastante inquietantes (por muy buena artista que acabe siendo de mayor, aún es una niña). ¡Hasta la próxima! 

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