LA CULPA SIEMPRE ES DEL VECINO

No se qué está ocurriendo últimamente en Eurovisión: las favoritas, ganan. Hace no tantos años bastaba ser el favorito a la victoria para tenerla negada. Pero ganó Loreen el año pasado y Emilia del Bosque este sábado. Salvando la edición de 2011, nos encontramos con que también en 2009 y 2010 las indiscutibles favoritas, arrasaron. […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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LA CULPA SIEMPRE ES DEL VECINO

No se qué está ocurriendo últimamente en Eurovisión: las favoritas, ganan. Hace no tantos años bastaba ser el favorito a la victoria para tenerla negada. Pero ganó Loreen el año pasado y Emilia del Bosque este sábado. Salvando la edición de 2011, nos encontramos con que también en 2009 y 2010 las indiscutibles favoritas, arrasaron.

Puestos a confirmar, esta vez también se han confirmado los pésimos pronósticos para la canción española, pero de España comentaré más adelante.

Ya entrando a valorar globalmente este festival de 2013, tengo que decir que me gustó muchísimo. Como telespectador agradecí mucho ese cese de ostentaciones por parte de los países anfitriones y la vuelta a cierta normalidad en lo que a las dimensiones de la producción se refiere, del escenario, del auditorio, y de todo en general. Eurovisión se había convertido en una absurda carrera de fondo por ver quién podía presumir más y la música estaba quedando como una simple escusa, en segundo plano.

La producción de la SVT fue admirable y supieron aprovechar muy bien el recortadísimo presupuesto disponible, muy inferior al de los últimos años más recientes. Los suecos han recordado que basta con una sola presentadora, un buen guión y creatividad para ofrecer una estupenda gala, en la que se pudo vivir más de cerca la tensión de los artistas sin necesidad de vertiginosos planos moviéndose a 250 Km/h. Los videos que combinaban humor con dosis de historia eurovisiva fueron uno de los mayores atractivos del guión y muy originales. El escenario no era enorme, pero era sobrado y tenía de todo para acompañar debidamente a las actuaciones, sin convertirse en el protagonista de la noche. Además, pocas veces el sonido directo y la ecualización con la música han estado tan bien logradas como este año.

Organizar un Festival no tiene nada que ver con su presentación en pantalla. La organización supone cosas tan complejas como gestionar la seguridad en toda la ciudad, facilitar las labores para la prensa, acondicionar todas las instalaciones, conseguir acuerdos con el ayuntamiento de turno para facilitar el transporte durante esa semana, y mil cosas más que no se ven en televisión, y en este sentido creo que el balance global que hacen quienes llegan de Malmö ha sido positivo. Acusar a los suecos de una pésima organización por cosas tales como que durante las votaciones un rotulo salió en pantalla dos segundos antes de lo previsto, como he leído en alguna parte, me parece que roza lo infantil.

Cuando supimos que por primera vez este año el orden de actuación no vendría dado por el azar sino “premeditado” por la SVT, me pareció todo un despropósito, pero visto lo visto ayer reconozco el acierto de los suecos: al alternarse melodías de distinto tipo se evitan ciertas lagunas en el ritmo de la gala porque de esta manera no coinciden por ejemplo dos baladas seguidas, lo que termina por favorecer globalmente a todas las canciones, o lo que es lo mismo, se minimiza el riesgo para que haya temas perjudicados por actuar detrás de otro en particular, pero sin favorecer expresamente a ninguno. Al menos este año, el sistema ha funcionado. Veremos en el futuro.

Otra innovación, no se si sueca o impuesta por la propia UER, fue el hecho de que se anunciara la ganadora cuando ya las matemáticas lo confirmaban y sin esperar a los votos del último país. En el momento me desconcertó mucho, seguramente por simple costumbre, pero ahora me gusta la idea. Se consiguen evitar esos interminables minutos vacíos en los que todos los años vencedor trataba de llegar al escenario por larguísimos pasillos mientras los presentadores intentaban rellenar el tiempo como podían y con más voluntad que acierto. Me gusta esa cosa como de “señores, aquí está Fulanito que ya ha vencido pase lo que pase… y ahora prosigamos con las votaciones”.

En cuanto a la parte meramente de concurso, para mi la única sorpresa fue que Bielorrusia se hiciera hueco en la final. Obviamente su explicación tendrá… pero en el momento me quedé un poco de piedra. En contra de lo que algunos dicen, Lituania y Armenia era previsible que se clasificaran para luego estancarse en las votaciones de la final. La canción lituana podría formar parte de cualquier álbum de principios de los ’80 de Orchestral Manoeuvres in the Dark y tenía cierto aire desenfadado. Tampoco me sorprendió que Israel se quedase en semifinales: demasiado compleja como para dejar huella en 39 países, además de que ese tipo de interpretación tan “dramático-lolailo” no es para nada exportable a todas las culturas.

Volviendo a la final, este año me ha quedado la sensación de que los artistas han estado más cómodos y han sufrido menos problemas de afinación, pinganillos traicioneros, y todas esas cosas que pueden llevar al desastre no sólo a un participante sino a toda la gala. Mi mayor decepción vino con el directo de Bonnie Tyler, que prefiero ni recordar. Viendo los buenos resultados que estaban consiguiendo muchos países del Este enviando a sus primeras figuras a Eurovisión, parece que un buen día los “grandes” occidentales decidieron pactar hacer lo mismo. El problema es que al Reino Unido le está como costando conseguir llevar al Festival a un artista mínimamente actual, y esto les está suponiendo un desgaste año tras año que…

El Sueño de Morfeo no tuvo tampoco uno de sus mejores directos: Raquel estaba extremadamente tensa, claramente superada por la situación, actuando para el auditorio pero no para las cámaras. Si a ello sumamos que probablemente se encuentre seguramente entre las 25 canciones más sosas de la historia del certamen, pues ya estaba todo sentenciado y tampoco vamos a añadir nada que no se haya dicho ya sobre esta Crónica de una muerte anunciada… pero es que no por más anunciado el batacazo es menos batacazo y no por muy encantadora o no que sea la cantante la elección tan desacertada de la canción está más libre de ser criticada.

Soy de los que está convencido de que España no va a ganar el Festival en los años venideros, porque TVE no quiere, y porque aunque quisiera, musicalmente España es probablemente el país que más de espaldas vive al resto de continente: el chollo de la industria musical española se llama Latinoamérica con un mercado de millones de hispanoablantes por el que vender discos a tutiplén, y Europa es algo muy secundario; por eso andamos por Eurovisión dando palos de ciego y sin saber lo que pisamos.

Con todo ello, después de España aparece en escena el jovencito belga con tal entusiasmo que hasta sus ademanes de novato tienen cierto encanto, seguido por la  estona, cuya formidable interpretación se vio limitada por lo clasicorra de su canción. Una pena. También previsible fue la buena clasificación de Malta, que contaba con muchos ingredientes en exclusiva: buen rollo a raudales y una expresión angelical de las que nos gustan a todos.

Por su parte, la rusa Dina Garipova fue también muy buena frente al micrófono. Me recuerda mucho físicamente a Anne Marie David. Y su canción, a otras 200. La canción alemana, entera o cascada, siempre me pareció un poco chabacanada, bien producida pero chabacana… de esas con las que una Bielorrusia cualquiera nos martiriza cada año con una rubia con sobredosis de Red Bull. Otro de los que no parecía muy tranquilo fue el armenio, de Dorian. La canción siempre me gustó, pero tampoco era un tema para quedar mejor de lo que finalmente quedó.

¡Qué gozada volver a ver a los Países Bajos en la primera mitad de la tabla! Ya tocaba ¿no?  Y que mejor ocasión que con Anouk y Birds. A ver si les dura… Por decir algo bueno de la representación rumana, diremos que al menos supieron trabajarse su puesta en escena todo lo que daba de sí, porque esa canción con cualquier otra presentación en el escenario habría salido peor parada.

La Samantha Fox de Finlandia nos ofreció una de esas canciones que no pueden faltar en Eurovisión, petarda, alegre, circense y provocadora, aunque luego tampoco vayan a destacar en la clasificación. En cuanto al Because of you de los anfitriones, no se por qué siempre pensé que quedarían en el Top10. Habrá que echarle la culpa al estilista (por decir algo) porque Robin estuvo muy bien.

Hungría es otra de mis canciones favoritas de este año, por lo que celebro el puesto en que quedó aunque estaba claro que no sería candidata a los primeros puestos. Dinamarca, demasiado previsible, y aunque la considero muy apropiada como ganadora, es de esas canciones tan “para todos” que personalmente me aporta poco fuera del Festival y no me sabe a nada. Por cierto, que con la danesa ya van unas cuantas chicas en la historia del Festival que ganan como en camisón y descalzas. Tendremos que mirárnoslo.

La islandesa es otra de esas canciones de las que yo esperaba mejor clasificación, pero revisando detenidamente la actuación, hubo algo en la realización y en la puesta en escena que parecían haberse puesto de acuerdo para no favorecerla. Los que parecen haber encontrado su propia fórmula para destacar cada año son los griegos, algo similar a lo que consiguieron los turcos hasta que un buen día se quedaron en la semifinal para sorpresa de la mayoría, pero Grecia parece tener todavía cuerda para rato. Está claro que la Merkel en Eurovisión no manda. Saludos a Portugal.

Bastante previsible igualmente la buena posición de Ucrania, y además Zlata estuvo impresionante como ya nos adelantaban sus ensayos. Con tanta insistencia, cualquier año de estos los ucranianos vuelven a ganar.

Italia nos ofreció simplemente la mejor interpretación de la noche, aprovechando el directo y sin tratar de copiar el videoclip. Absolutamente espectacular. Marco iba muy bien vestido, recordando a un crooner de principios de los ’60. Seguramente, con Portugal y Andorra votando la canción italiana habría trepado un par de puestos.

La canción noruega era otra de las favoritas y finalmente obtuvo un puesto muy previsible y que no ha sorprendido a nadie. Y los georgianos defendieron magistralmente un tema muy Titanic, seguramente demasiado antiguo como para poder ganar hoy día.

Y sobre Irlanda, únicamente decir que me sorprendió que quedase la última y hasta por detrás de España, pero a la interpretación de le patinaba algo constantemente, cuando no la afinación, y estoy convencido de que le perjudicaba salir la última con un tema así cuando ya habíamos visto más de lo mismo.

Y la clasificación es la que es. Podremos hablar de decepciones y alegrías porque a título personal cada uno tiene sus gustos y expectativas, pero me niego a hablar de “injusticias” refiriéndome a Eurovisión porque no creo que sea el término adecuado. Todos los países se someten al veredicto de los mismos jueces y cada uno sabrá qué decidió escoger en su momento para venderse ante Europa, sabiendo quiénes son y lo diferentes que son. Todos los puestos de la clasificación tienen su explicación independiente de que se alcance a entenderlo todo, pero es que el mercado discográfico en el día a día es también así. El resultado es la unión de todo un continente, en un momento concreto, y no un simple deseo personal.

Me repatea mucho el uso tan indiscriminado que se hace de la palabra “vecinismo”, así como de las veces que el comentarista español habla de “vecinos”, porque da lugar a interpretaciones malévolas que no tienen fundamento. ¿Desde cuándo los vecinos o los países vecinos se han llevado bien? En todo caso estaremos hablando de “afinidad” pero no de “vecinismo”. Creo que no cuesta tanto empezar a difundir el término correcto.

Tampoco tiene ningún sentido comparar los puestos obtenidos por canciones que han participado en distintas ediciones (otra manía muy extendida) porque cada edición tiene sus participantes y por tanto diferentes retos y diferentes momentos. He visto a gente protestar por cosas tan increíbles como el hecho de que los resultados fueran tan previsibles y carentes de emoción y sorpresa… la solución es bien sencilla en este caso: no se conecte Ud. a todo esto antes de la noche de la final y absténgase de ver encuestas y apuestas de todo tipo durante meses  porque las encuestas están para acertar ¡no para equivocarse y suscitar sorpresas! Si es que…

Eso sí, la obsesión que tienen en Albania de votar a España contra viento y marea, año tras año, merece reportaje de investigación con Mercedes Milá y cámara oculta incluída.

¡Ah! Por favor aparquemos de una vez esa idea de que las cadenas privadas tomen el control del Festival en España. El reglamento del concurso les prohibe participar. Tema pues zanjado.

Por cierto, me encanta la nueva carátula de presentación de la red de Eurovisión. Me parece todo un acierto (aunque nunca tanto como volver al legendario starburst que tan presente sigue en la cabeza de todo el mundo veinte años después de su eliminación, señal de que funcionaba  muy bien).

¡Feliz Año Nuevo!

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