LA AUSENCIA DE TURQUÍA, Y LA DE FRANK NAEF

Revuelo inusual en las redes sociales tras saberse que Turquía no participará en 2013, una edición que lleva camino de marcar un antes y un después en muchas cosas, también en cuanto a retiradas: Bosnia-Herzegovina, Polonia, Portugal, Eslovaquia… eran igualmente ausencias para el 2013, pero lo de Turquía parece que ha removido algo más. Eslovaquia […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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LA AUSENCIA DE TURQUÍA, Y LA DE FRANK NAEF

Revuelo inusual en las redes sociales tras saberse que Turquía no participará en 2013, una edición que lleva camino de marcar un antes y un después en muchas cosas, también en cuanto a retiradas: Bosnia-Herzegovina, Polonia, Portugal, Eslovaquia… eran igualmente ausencias para el 2013, pero lo de Turquía parece que ha removido algo más.

Eslovaquia y Polonia son desertores habituales del concurso según qué viento sople, y como tampoco se prodigan demasiado por los primeros puestos de la clasificación, apenas llaman la atención. Lo de Portugal saltó a los medios españoles de forma un poco exagerada. Como si fuese la primera vez que el vecino del Oeste faltase a su cita europea: fue tal vez un aviso de lo que pudiera preverse también con España a cuenta de la crisis, o más bien el interés de algunos grupos privados de comunicación, dejando caer que “España debería hacer lo mismo con la que está cayendo”. En cualquier caso, lo de Portugal fue más una noticia dirigida a la población en general que al eurofan que ya se las sabe todas y esto de las ausencias y vueltas es “el pan suyo de cada año”.

El eurofan puede sufrir la retidada portuguesa mucho o poco pero como algo más personal, al mismo tiempo que es consciente de que la retirada de Turquía, objetivamente, deja mucho más cojo al concurso que la de Portugal.

Los de mi generación recordarán que Turquía fue un día la oveja negra del certamen (mucho más que Portugal). Un país que aportaba el toque exótico en los años en los que el Festival estuvo dirigido por el suizo Frank Naef, siendo todo excesivamente “sobrio”, “cuadriculado”, “encorsetado”, “conservador”, y “todo eso” que lo acabó situando en una realidad paralela a la realidad musical. Turquía siguió aguantando el tipo a toda costa año tras año a pesar de los penosos resultados que cosechaba.

Pero Turquía tenía claro que debía estar en el Festival por una decisión simplemente política (que nadie se lleve las manos a la cabeza, porque es la misma razón por la que el 100% de los países decidieron alguna vez “empezar” a participar y la misma por la que el 80% decide “continuar” participando) y decidió así subirse al carro eurovisivo justo al año siguiente que su histórico (y entonces más) enemigo Grecia, para ausentarse del concurso de forma intermitente los años en que participasen los griegos. Y todo por la isla de Chipre, que a su vez se sumó al certamen para dar a conocer al mundo que ellos cantaban en griego y no en turco.

A mediados de los ’90, Turquía encontró su gallina de los huevos de oro, la que le llevaría a estar año tras año en los puestos de cabeza: aceptar que musicalmente no era como el resto de Estados participantes, y explotar su identidad al máximo. Tras un aperitivo en 1996 esta fórmula les condujo definitivamente al milagro de 1997: Conseguir medalla de bronce y superar la barrera de los 100 puntos que necesitaban para no quedar eliminados de la siguiente edición, según el reglamento de entonces. Una hazaña inimaginable en aquellos años.

Desde entonces Turquía nunca volvió a ser la misma en Eurovisión. Además, la diáspora turca repartida por todo el continente fue poco a poco “aficionándose” a Eurovisión. Pero sería de ciegos atribuir el despegue de Turquía en el Festival exclusivamente al voto emigrante, como quedó demostrado cuando tras reintroducir el voto de los jurados, pudimos ver desglosados los resultados del televoto y del jurado.

2013 no será la primera, ni la segunda, ni la tercera ausencia ni de Turquía ni de Portugal. ¿Dónde está el drama entonces? Probablemente en que hoy estamos mucho más informados de todos los entresijos del Festival y conocemos con casi un año de antelación si tal país estará o no el próximo año (¿se imagina alguien ésto en los ’80?). Hoy las televisiones públicas emiten comunicados y hasta ruedas de prensa para dar a conocer al mundo que no participarán en Eurovisión, y por qué. Informaciones de las que todos los medios eurovisivos se hacen eco, comentan y analizan con lupa, abriendo el arcón de las especulaciones para intentar saber qué es lo que realmente se cuece en los despachos de la UER. Todo con el único fin de conocer el futuro del certamen o hacia dónde camina. Y es que realmente, no sabemos nada de lo que pasa. Sólo recibimos informaciones con cuentagotas, escusas (como la crisis) que podrían ser toda la escusa o simplemente una tapadera.

Por eso animo desde aquí a todo el mundo a que no pierda el tiempo ni en darle vueltas a lo poco que se nos cuenta, ni en intentar descubrir la verdad, porque no sabemos nada y sólo nos toca aceptar lo que nos venga. Un responsable de la televisión turca saltó a la palestra hace unos meses por dar a entender que no todo era limpio en el concurso y que la victoria azerí no había sido casual. Recientemente hemos sabido que en 2013 pasaremos de golpe y porrazo de retransmitir en directo el sorteo del orden de actuación, a decidirlo internamente en un despacho. Alucinante todo, más aún si el concurso lleva casi 60 años preocupándose de que el espectador tuviera muy claro que había sido el azar y que la mano del hombre intervenía sólo en lo imprescindible.

Todo empezó cuando, alegando la sostenibilidad del concurso, un buen día de los años ’90 alguien decidió abrir el baúl de las injusticias sacándose de la manga aquello del Big4 (ahora ya Big5), que, se mire por donde se mire, desde el punto de vista exclusivamente de la competición es algo infumable.

¿Alguien se imagina que en una competición internacional de balonpié (de esas que a mi me duermen pero que mueven, literalmente, billones en el mundo) las selecciones nacionales de X países estuvieran directamente clasificadas para los cuartos de final solamente en base al número de retransmisiones deportivas que hicieran durante todo el año o según cúantos derechos de emisión comprasen? ¿O que se decidiese a dedo qué selecciones se enfrentrán entre sí en base a razones de espectáculo? Pues esto tan absolutamente inconcebible, es el Festival de Eurovisión en 2012.

Con o sin razón, y al margen del tema del Big5, todos sabemos que en la calle siempre ha circulado el fantasma del tongo en Eurovisión, “que todo es política”, “que sólo se votan los vecinos”, y un sin fin de verdades a medias que se pueden desmontar en un pis-pas y que no aguantan el menor análisis. O al menos hasta ahora.

Lo que sí es cierto es que, dada la falta de transparencia de todo lo que se cuece en el seno de la UER (lógica por otro lado) y dado que cuanto más acceso tenemos a la información, paradójicamente, más conscientes somos todos de que en realidad no sabemos nada, los responsables del Festival deberían tener como premisa preservar la transparencia de todo lo que rodea al evento, tanto si hay esquinas oscuras como si no hay ninguna. Lo importante es que la audiencia no albergue la menor duda de que lo que está viendo es real y no un teatro de 20 millones de €, porque el día que la audiencia lo haga el Festival se irá a freir espárragos.

Decisiones como acabar con el sorteo del orden de atuación, o el simple hecho de que desde 2004 sea una sola compañía alemana la encargada a escala continental del recuento de todos los votos, no creo que contribuyan a dar confianza a quien no la tiene. El debate no debería ser si tiene que volver o no la orquesta, sino otras cosas más de fondo que estaban bien garantizadas con el mencionado Frank Naef o con Clifford Brown.

Lo que empezó con la creación del Big4 está llegando ya demasiado lejos… y los turcos hacen muy bien en dar un toque de atención… hasta donde puedan, porque con o sin participación en el Festival, siguen siendo miembros de la UER.

¡Hasta la próxima!

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