I can’t live without Eurovision (Olevision 22/ Verano 2002)

Cada vez se está haciendo más evidente el divorcio que existe entre las opiniones de los eurofans y los resultados del ESC porque si en 2000 nos sorprendieron ganando los Olsen Bro y el año pasado el duo estonio integrado por Benton & Padar, este año, la sorpresa ha sido mayúscula al ver a Letonia […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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I can’t live without Eurovision (Olevision 22/ Verano 2002)

Cada vez se está haciendo más evidente el divorcio que existe entre las opiniones de los eurofans y los resultados del ESC porque si en 2000 nos sorprendieron ganando los Olsen Bro y el año pasado el duo estonio integrado por Benton & Padar, este año, la sorpresa ha sido mayúscula al ver a Letonia ganar el ESC, a Malta, con una canción sosita, alcanzar el subcampeonato y a Reino Unido, que para colmo salía este año en segundo lugar, compartir el tercer puesto con Estonia (por Dios, ¡¡ algo de cordura!!). En realidad tampoco se trata de entender qué factores pueden haber influido en que una canción determinada haya quedado fatal y que otra haya sumado una montaña de votos: lo importante es que ya contamos en nuestra colección de videos del ESC con una edición más y con 24 suculentos temas que cantaremos en los próximos meses hasta interiorizarlos como parte nuestra.
El festival de este año lo hemos tenido hasta en la sopa gracias al efecto ‘Operación triunfo’ y a la presencia de Rosa como representante española. Por suerte o por desgracia no pude vivir las gloriosas ediciones de los años 60 y 70, ya que mi primer recuerdo eurovisivo se remonta a 1983 y desde entonces hasta ahora jamás había visto tal despliegue de medios: nuestra representante como portada en todas las revistas la semana previa al ESC (yo sólo recuerdo como antecedente una portada dedicada a Paloma San Basilio la semana del ESC de Göteborg), su disco ‘Rosa’ como número 2 de Superventas con 400.000 copias vendidas la primera semana y expectación máxima ante el ESC. Además, durante la semana previa al certamen, los programas “Corazón de primavera” y “Gente” nos ofrecieron crónicas calentitas desde Tallinn, en las que además de mostrarnos las andanzas de Rosa y su coro, nos enseñaban a tantos queridos eurofans que no se perdían ninguna fiesta y vibraban con el hecho de vivir in situ todo un ESC (¡menuda envidia!). Otra cosa alucinante ha sido todo el marketing que ha envuelto al ESC la semana previa a su celebración: se difundió una horrenda revista especial conmemorativa de Eurovisión por la que teníamos que apoquinar cinco euros, pero nada que ver con nuestra divinísima Olévisión, era un rollazo de revista con fotos de ‘Operación triunfo’ y datos de viejas ediciones del ESC con no pocos errores; también en los quioscos Manga Films comercializó una cinta de 45 minutos con algunos videoclips de representantes españoles en Eurovisión (el más destacado fue el de Salomé, sacado de ‘Escala en Hi-Fi’ por lo menos y delicioso para coleccionistas de rarezas eurovisivas); y, por supuesto, el clásico recopilatorio de BMG-Ariola, que este año se ha comercializado sin complejos en España, siendo exhibido en lugar preferente en la FNAC, aunque tras el festival desapareció misteriosamente de su expositor, no sé si porque se vendió (?) o porque fue devuelto a la distribuidora.

Lamentablemente, no pude ver el festival ‘on live’ en el Saku Suurhall, pero al menos lo hice con la grata compañía de José Manuel y de Eliseo, en casa de este último. Con los vasos repletos de cocacola y abundante comida nos dispusimos a dar cumplida cuenta del ESC 2002, después de ver el show que montaron los chicos de Operación Triunfo desde Granada y de reirnos un montón cuando la pobre Nuria Fergó se quedó cantando a oscuras (esta chica se ganará el sobrenombre de “la oscura” porque ya le sucedió algo similar días antes en el programa de Concha Velasco).
Llegaron las 9 de la noche. Teníamos por delante tres largas horas de certamen eurovisivo y los tres eurofans teníamos claro que Rosa iba a ganar. Sabemos o, al menos, imaginamos, que en cada edición del ESC se producen pequeños chanchullos que posibilitan que un país mejore su clasificación y estábamos seguros de que Pilar Tabares, González Ferrari y Gestmusic habrían removido cielo y tierra para que la esperada tercera victoria de TVE en el ESC se materializara esa misma noche. La decepción, sin embargo, se produciría unas horas más tarde demostrando a los más escépticos que comprar una victoria en el ESC es imposible.
El festival comenzó con el saludo de José Luis Uribarri, después de aquel “minutito” largo que le tuvimos que aguantar el año pasado. El caso es que Uribarri ya lo dijo en Eurocanción 2001 y estábamos en sobreaviso: “No os vais a librar de mi tan facilmente”. Pues bueno, habrá que aguantarle como ‘comentarista emérito’ y seguir esperando para “librarnos de él”. Este año me dio la sensación de que se había trabajado los comentarios a conciencia y que estaba bastante aséptico en las presentaciones. Ahora bien, me pareció deplorable que mendigara el voto de los emigrantes españoles que seguían el ESC desde TVE-Internacional, invitando a los espectadores extranjeros a que cambiaran de canal para poder votar a Rosa. Fue un “bonito detalle” que no tuvo con Mikel Herzog ni con Lydia, Zubiri o Civera; ¿qué pasaba? ¿que a TVE no le interesaba ganar con aquellos intérpretes?
En cuanto a los presentadores, he de decir que estuvieron discretitos, sin alcanzar la perfección de los suecos del 2000 ni el grado de horterada de los daneses del 2001. El presentador parece que ha adelgazado bastante pues las fotos que se difundieron cuando se anunció que presentaría el ESC no eran nada favorecedoras. Después de saludar a todos los participantes y de mostrarnos imágenes en directo desde Granada y otros puntos de Europa, pasamos a las canciones introducidas por cuentos infantiles según Uribarri (aunque yo lo de la novela de la dulce Mary Shelley presentando a España no acabo de captarlo).

El desfile comenzó fuerte, con los representantes de Chipre, el quinteto ONE que había hecho bolos por España antes del ESC actuando en el casposo programa de José Luís Moreno. Tengo que reconocer que me tragué aquel programa para verlos (por aquellos días me acababan de pasar el CD con las canciones del ESC y ‘Gimme’ me volvía loco: la ponía sin parar. En ‘Noche de fiesta’ me gustó mucho el vestuario que sacaron y acabaron por convencerme de que debía añadir a mi armario con urgencia unos vaqueros desteñidos.
Desafortunadamente, en el ESC salieron con ropa muy oscura, aunque imagino que, por su físico de gimnasio, debieron hacer las delicias de una nutrida parte de los espectadores. Lo verdaderamente llamativo es la metamorfosis que experimenta la cara de Konstantinos a medida que avanza la canción, llegando a parecer que está abducido. Menos mal que los euroartistas no tienen que someterse al control ‘antidoping’. Los chipriotas quedaron en sexto lugar (convirtiendose en una de las cuatro mejores clasificaciones de Chipre en el ESC) y salvándose para el año que viene. Debería alegrarme por el resultado, pero esto me hace imaginar que, con el rumbo que está tomando ahora el ESC, Chipre ya no volverá a presentarnos temas étnicos por los que yo me pirro (‘Teriazoume’, ‘Sti fotia’, ‘Nomiza’) y nos castigará en años venideros con calcos de canciones insulsas que venden discos como churros en todo el mundo.

En Reino Unido no tenía muchas esperanzas puestas porque me parece una canción muy floja en la que lo único que destaca es el coro. La canción es lentísima y lo único bueno que tiene el estribillo es su comienzo. Yo estaba seguro de que íbamos a presenciar la cuarta debacle consecutiva de la BBC y más cuando vi aparecer a Jessica Garlick con un modelito tipo bikini a base de serpentinas y colgajos multicolor. Pero mira por donde, los británicos acabaron clasificados en tercera posición y rompiéndome todos los esquemas, ya que por culpa de la clasificación del ‘Come back’ me quedo sin coartada para demostrar que sólo tienen éxito en el ESC las canciones interpretadas en la segunda mitad de la tabla. La canción británica no era ni muchísimo menos la mejor balada del festival de este año, pero parece que ha sido una de las canciones hacia la que han desviado puntos los diferentes países para no perjudicar la clasificación de sus propios representantes. Aunque no hay que quitarle méritos a los coros.
En tercera posición, Austria, con uno de los cantantes que más eurocorazones ha roto en el festival de este año. Por ello, quiero pedir públicamente perdón a todos sus fans antes de realizar mi comentario. Cuando escuché la canción y vi al intérprete me vinieron a la memoria David Castedo y Georgie Dann. Manuel Ortega parece sacado de los años 70, con un tupé en plan John Travolta y con un tema que pudo ser cara B de cualquier disco de Los Diablos o Fórmula V. Hay que reconocer que el ‘Say a word’ tiene una cierta gracia, pero que queda desfasado para el año 2002. No me gustaron nada los vaqueros desteñidos que sacó, comprados en Springfield, seguro, demasiado vulgares para actuar en el ESC con ellos puestos.
Y llegamos a Grecia, una de mis canciones favoritas de este año. Mi amigo José Manuel me dijo antes de que yo la escuchara que era una de las canciones que suelen gustarme (conoce mis gustos “raros”) pero tras la primera audición me asusté muchísimo: la Grecia folk a la que estábamos acostumbrados (con Kleopatra, la Konstantopoulou y más recientemente con Antique) había dejado paso a un techno horrendo. A medida que fui entendiendo la letra, comencé a interpretarlo como un canto de amor a internet (por aquello del “introduce el código para entrar en mi mundo”) y claro, yo que en su momento me derretí con ‘La red’ de Tam-tam-go! y con la deliciosa película ‘Tienes un e-mail’ de Meg Ryan y Tom Hanks, acabé por caer rendido ante la sugerente canción griega. El día del festival Michalis demostró lo limitado de su voz para cantar en directo aunque ejecutó una coreografía maravillosa. Sacó un vestuario estupendo pero mis amigos eurovisivos lo compararon con Robocop. En vista de la deplorable voz de Michalis (soltaba más gallos que La década) llegué a pensar que quedaría el último, pero afortunadamente Chipre y otros países empujaron el tema hasta un meritorio 17º lugar. Sólo lamento que Grecia no esté clasificada para el año que viene.

España se presentó en quinto lugar con la representación que más espectación ha levantado en nuestro país desde los tiempos del ‘La, la, la’. ‘Europe’s living a celebration’ ha sido pasto de muchas críticas por el hecho tan banal de contener UNA FRASECITA en inglés. Además de la protesta de la RAE, semanas antes salió en internet que la frase estaba mal construída, que “living” no es un verbo transitivo, que no debe llevar objeto directo, que si pitos, que si flautas… pero nadie criticó el contenido de la letra en castellano, que eso si que tiene tela: parece hecha a base de retales, de frases inconexas, sin cohesión ni coherencia y después de escucharla te da la sensación de que la intérprete está muy contenta (no le preguntes más porqué), que recorre un camino ilusionada, y que Europa vive una “selebreishon”. El texto de la canción entra de lleno en la galería de los horrores de TVE en el ESC junto a ‘Canta y sé feliz’, ‘Enséñame a cantar’ y ‘Qué voy a hacer sin ti’.
En cuanto al traje de Rosa, se le dio tanto bombo que acabé por imaginármela con un modelito azul con estrellas amarillas, emulando la bandera de la Unión Europea. Al final la sacaron con un horrendo traje negro, con un par de flores blancas colgadas y peinada fatal. Con cualquier modelito de cualquier gala de ‘Operación triunfo’ hubiese estado maravillosa. Hablando de vestuario, las tres coristas de Rosa salieron horripilantes, ¡qué faldas de cuero más espantosas! ¿Eran para que Chenoa pudiese disimular ante Europa su rotundo trasero? Para colmo me enteré que el piercing que llevaba Rosa en la nariz era un falso piercing (¿se lo pegaría con Superglue-3?). Anyway, el piercing y las fundas dentales que le pusieron a nuestra representante fueron lo mejor del vestuario español. El resto, fue para olvidar. Rosa entró muy bien en el escenario mirando a cámara, pero de pronto empezó a moverse de un lado para otro, sin mirar a la cámara que la enfocaba, mirando al suelo y sin ninguna convicción, completamente asustada. Cantó bien, eso si, pero de nada le sirve cantar bien si no mira a cámara, puesto que las personas que la tenían que juzgar estaban al otro lado de la pantalla y le faltó mostrarse más convincente y moverse menos, que no estaba en ningún concierto de ‘Operación triunfo’, sino en el ESC. Sinceramente, creo que a la representación española de este año le ha faltado mejorar la puesta en escena. No basta con las caras bonitas de los concursantes de ‘Operación triunfo’ balanceándose alrededor de Rosa, hubiese sido interesante un golpe de efecto escénico similar al que desarrollarían otros países. Ojalá que del próximo ‘Operación triunfo’ salga un intérprete capaz de comerse las cámaras y con mejores estilistas que los que han acompañado a Rosa este año a Estonia.
Tras España viene Croacia. Me había enamorado del tema tras escucharlo en croata y la versión inglesa me pareció espantosa. Además, el modelito que sacó Vesna Pisarovic en el videoclip le daba mucho glamour (lo de sacar la pierna por la raja de su falda y cantar en su lengua autóctona). Sin embargo, la noche del festival cometió el error de salir enfundada en unos pantalones y de cantar en la lengua de Shakespeare (aunque en la TV croata se lavaran las manos diciendo que había sido voluntad popular). Los croatas han quedado un pelín más mal que con Vanna pero afortunadamente volveremos a tenerlos en el 2003 y yo espero que vuelvan a utilizar el croata.

Rusia me parece un país fascinante y sus tres últimas canciones en el ESC (‘Primadonna’, ‘Solo’ y ‘Lady Alpine Blue’) me han gustado mucho. Pero este año, la canción era muy sosita y los Prime Minister, poco carismáticos. De hecho, parecían los dobles de Steve Wonder, Tanel Padar, Alex Panayi y Michael Jackson cuando era joven (y negro). En cuanto a la canción, tengo la sensación de haberla escuchado antes. En definitiva, que Rusia este año me ha decepcionado pero ya que estarán el año que viene, espero que vuelvan al buen camino.
El país anfitrión, Estonia, volvió a exprimir la fórmula-Inés del año 2000. Antes del festival, tenía el presentimiento de que esta canción iba a quedar en un puesto discreto, porque me parece excesivamente light comparándola con ‘Once in a lifetime’. Pero Ines salió muy nerviosa en el año 2000 y Sahlene ha hecho este año una interpretación clavada. Defendió el tema desde el apéndice del escenario y logró el efecto deseado, aunque tener a tanta gente encima con las banderitas debió ser molesto. Supongo que los espectadores que tenían encima a la vocalista son los únicos que conocen el gran secreto de la participación estona de este año: de qué color eran las braguitas de Sahlene (en caso de que las llevara).

Macedonia por fin ha dado con un estilo musical interesante: el que comenzó a llevar la malograda Eslovaquia en 1998 con Katarina Hasprova. Este año, Karolina nos ha traído un delicioso tema de corte eslavo, castigado en el ESC con un 19º lugar, pero al menos debe quedarle a la cantante la tranquilidad de que ha aportado calidad al concurso de este año. Se que no es un consuelo muy bueno y hasta puede que en el 2004 FYROM venga con un tema diferente, pero siempre nos habrá dejado en el ESC de este año un tema de gran belleza.
Y llegamos a Israel, con una de las canciones más hipócritas que han pasado por el ESC. Desde el primer momento me recordó al ‘Don’t ever cry’, por su corte de villancico. Sarit Hadad ha retomado aquellas coreografías del ‘Amen’, ‘Derech ha’melech’ que ya creíamos olviadadas y por lo visto, ha hecho efecto en Europa: un abultado 12º lugar. Lo bueno de todo esto es que se ha evaluado exclusivamente la canción, sin tener presente la situación política de Israel con Palestina, aunque creo que no ha sido muy oportuno por parte de la IBA acudir al ESC con un tema pacifista sabiendo como está el patio por aquellos lares.

Los suizos parece ser que participan en el ESC a desgana, simplemente por el hecho de haber sido los fundadores del concurso, porque si no no se explica que, cuando les toca participar, lo hagan con el mismo estilo de tema y con el mismo estilo de intérprete, variando cada año el idioma (sin caer afortunadamente en el inglés). En esta edición han venido con una buena intérprete, que miraba a cámara muy bien, aunque como dijo Massiel en ‘Tiempo al tiempo’, “esta chica está mas pasada que France Gall”. Una pena que Suiza se vea relegada del concurso año sí, año no, sobre todo, por la parte de puntos que le toca a TVE.
Suecia nos trajo a las raciales Afro-dite, vestidas en plan majorette de circo, con un tema pegadizo pero que personalmente, tuve que escuchar varias veces para captarlo bien. Sin lugar a dudas, era uno de los grandes favoritos pero yo tenía la certeza de que Suecia no iba a ganar este año (recordemos que a los suecos les toca ganar en el 2006 o 2007, si hacemos caso de su evolución en el ESC). Al final, los jurados europeos desviaron los puntos que, supongo, deberían tener preparados para Suecia, hacia otras canciones.
Tras una pausa en el festival (con los consabidos anuncios que TVE nos endiña cada año) retomamos la competición con la representante finesa, Laura, muy “poco femenina” por su corte de pelo, como comentamos al verla en el festival. Su vestario de mangas anchas, me recordó a la blusa con la que la brasileña Denisse de Kalafe ganó la OTI 1978 (lo digo por si alguien me da la razón) y el color de la blusa y el pelo rubio le daba un aire a Katri Helena (cuando participó en el ESC 1993). La canción habla de drogas y de adicciones y, a lo mejor podéis pensar que es una tontería, pero me da la sensación de que un texto así puede haber herido susceptibilidades en Europa y haberla condenado por ello al 20º lugar.
Una pena que Finlandia vuelva al banquillo, tras haber venido con un tema homenaje al “Elakoon elama” de 1985. Como curiosidad, al día siguiente le escuché declarar a Nina en ‘Cartelera TVE’ que, además de España, sus favoritas eran Finlandia y Francia.
Seguimos en Escandinavia con la sorpresa danesa. Cuando escuché la canción por primera vez me quedé alucinado. ¡Por fin los daneses vienen al ESC con un tema de calidad! Y es que después de las memeces de los dos años anteriores pensadas exclusivamente para captar votos, este año Dinamarca ha venido con una de las dos grandes baladas del ESC 2002 (la otra, en mi opinión, es la francesa). El videoclip me pareció divino: era como un “remake” de la película de Pedro Almodóvar ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’, que tantas cosas me ha inspirado. La imagen de Marlene Winther Mortensen (como la conocen en su pueblo) rompiendo los cuadros y echando por el hueco de la escalera la ropa de su prometido, era un recreo para la vista; a mí, me parecía estar viendo a Pepa Marco (Carmen Maura) arrancando el contestador automático, quemando la cama y abofeteando a la abogada feminista Paulina Morales. Lamentablemente, Marlene salió al escenario de Tallinn vestida como un zorrón de carretera, estática y sin ninguna convicción. Para colmo, la coreografía de las del coro consiste en hacer … un corte de mangas (?). Jamás me hubiese imaginado que un tema tan bello pudiera quedar en el último lugar y es la primera vez en la historia del ESC que los daneses quedan los últimos y, en consecuencia, descalificados para el 2003. Una curiosidad: según dijo Carlos Herrera en su programa radiofónico ‘Herrera y punto’ esta fue su favorita y no podía explicarse cómo había quedado la última. Luego, inisistió en que el ESC está pactado entre los países del este, que es un programa aburrido y que no le gusta nada (y eso lo declaró un señor que reconoce en su programa hacer pases en video con su grupo de amigos sobre ediciones pasadas del festival de la OTI…).
Y llegamos a Maja Tatic, representante bosnia con un tema anticuado al estilo del ‘Goodbye’ de 1997. Salió horriblemente vestida y peinada, recordándome al personaje de la Bruixa Avorrida de la serie de dibujos animados “Les tres bessones” (Las tres mellizas). Fue una de mis pesadillas del festival de este año y acabó clasificada excesivamente bien.
La Bélgica flamenca lo ha intentado todo a lo largo de su historia, pero nunca ha superado el lejano 6º lugar de Cannes 1959. Este año pretendían ganar emulando a Stefan Raab con una salida de tono similar: ‘Sister’ interpretada por Sergio & The Ladies. Si hubiera ganado el ESC me hubiese tocado estar una semana haciendo reposo absoluto para recuperarme de tal shock, pero afortunadamente era tan favorito que nadie le votó.
Francia vino con un tema del mismo corte que ‘Je n’ai que mon ame’ del año pasado aunque con una estructura más dificil al oído que aquella, pero con una letra bellísima que pudimos leer en una de las separatas del último número de OléVisión. Sandrine François salió con un traje estupendo (pocas veces las representantes francesas han demostrado tanto gusto a la hora de vestirse y de peinarse) e hizo una interpretación formidable, mirando a cámara en todo momento y mostrándose como una gran intérprete.
Y llegamos a la gran derrotada de la noche: Alemania y Corinna May. Todos le temíamos, la verdad, y le veíamos como ganadora virtual del concurso. A mi lo primero que me llamó la atención es que cantara la canción de pie y balanceándose, pensaba que se sentaría en un taburete o junto a un piano. La estética del coro era horrenda: cinco señoritas más descompensadas en cuanto a estatura que el trío La, la, la (que ya tuvo delito en su momento) y vestidas cada una a su rollo. Me imagino el cabreo que se debió coger Ralph Siegel al ver que su creación y su matrimonio artístico con la May, a la que lleva tanto tiempo acosando desde que estuvo a punto de impedir que Sürpriz acudiera a Jerusalen, se hundían en un increíble puesto 21º. Parece ser que llevar a un intérprete ciego no es sinónimo de “ablandar el corazón de los jurados” sino que más bien les hace ser más exigentes. Ahora a toro pasado es fácil hablar, pero quiero decir que este fue un tema que me costó de captar la primera vez que lo escuché en CD.
Turquía ha traído al ESC los aires folk que nos han negado los países helénicos pero ha cometido la torpeza de traer un refrito folk calcado de los últimos años. Me gustan mucho las canciones turcas de los 80 pero no entiendo como ha podido degenerar la cosa hasta este extremo.

La mosquita muerta en la que nadie confiaba, Ira Losco, nos sorprendió a todos alzándose con el segundo premio y logrando la mejor clasificación para Malta en toda su historia. En mis notas previas al ESC, consideré este tema como un pariente próximo del ‘Reflection’ austríaco de 1999 y lo situaba bordeando la eliminación. Pero parece que los malteses ya le han pillado el truco al ESC y saben que hay que entrar con sigilo y dar la sorpresa sacando algún as de la manga. Lo que se sacó Ira, y no de la manga, sino del escote, fue un puñadito de confetti, aunque con más glamour que Telex (Bélgica 1980) o Sweet dreams (Reino Unido 1983). También optó por un estallido de luz al más puro estilo ‘Fly on the wings of love’ (Dinamarca 2000) o ‘Energy’ (Eslovenia 2001). Con el resultado de esta canción, ha quedado bien claro que en el ESC hay que ser originales, caiga quien caiga.
Seguimos con Rumanía, una de las firmes candidatas al último puesto por ser la más anticuada del ESC. A mí me evocó el ‘Ostani kraj mene’ (Bosnia 1994) aunque debo reconocer que los intérpretes tenían mejores voces que Alma & Dejan. Marcel Pavel tenía un aire a Ivan (Yugoslavia 1969), aunque demasiado cabreado. Sospechosamente se alzaron con un 8º lugar y no se si achacarlo al hecho de que muchos países desviaron sus votos hacia este tema para no perjudicar a sus intérpretes respectivos o es que realmente las baladas lentas con un buen intérprete al final de la noche suelen tener buena acogida (esto último explicaría el éxito de ‘Milenium of love’ en el 2000).
El blanco más fácil de las críticas en todas partes fue la canción de Eslovenia. Lo primero que debo destacar es que por fin los eslovenos vuelven a utilizar su idioma en el ESC después de dos años de renunciar a él. Tengo la frustrante sensación de que si hubieran cantado en inglés todavía habrían quedado mejor. Me encantaron con los modelitos de azafatas brillantes y estoy deseoso de montarme en un avión donde las azafatas sean drag-queen, ¡sería lo más! Espero que Iberia tome buena nota de esta sugerencia y que equipe los vuelos transoceánicos con drags tan divertidas como las Sestre para evitar el síndrome de la clase turística en sus vuelos. El bailecito que se marcaron los eslovenos para interpretar ‘Samo ljubezen’ ha pasado ya a formar parte de las coreografías para tríos inolvidables del concurso, junto a ‘Telegram’, ‘Diggie-loo, diggie-lei’ y ‘All to you’.
Mientras actuaba Letonia seguí en silencio la evolución coreográfica de Marie N. y me dejó la sensación de ser una coreografía homófoba en tanto que son los dos bailarines masculinos quienes liberan a la cantante de su “indefinición” genérica y quienes la llevan “por el buen camino”, convirtiéndola en toda una mujer. Puede que yo fuese el único europeo que hiciese una lectura homófoba de la coreografía, quiero pensar que el resto de europeos vio en ella una coreografía divertida y punto, porque si hicieron mi misma lectura y encima la votaron, comenzaría a preocuparme. Antes del festival, consideré al ‘I wanna’ un tema de relleno, con oportunistas toques latinos pero debo reconocer que a fuerza de escucharla, pasado el festival, me va gustando un montón y me alegra que haya sido el tema ganador de este año.
Y acabamos con Lituania, que llevaba un tema que me sedujo desde que lo escuché por primera vez y que era, junto a Grecia, mi otra favorita. Sin embargo, Aivaras optó por vestirse a rayas (sin tener presentes los fracasos de Bamses Venner (Dinamarca 1980), Lydia (España 1999) o Linda (Holanda 2000) por poner algunos ejemplos). El intérprete actuó sospechosamente encorvado, algo que no le ocurriría si durmiera en un colchón látex natura de Lomónaco, por lo cual le recomiendo que les llame y en pocos días tendrá en su casa a Carmen Sevilla y a Constantino Romero acunándolo. Aivaras dejó pasar una oportunidad de oro para romper de una vez la maldición de Lituania, porque salir el último y no hacer algo que llame la atención (sin ser excéntrico) tiene delito. Lituania continua siendo la hermana pobre del Báltico.
Las votaciones fueron, un año más, impagables. La presentadora lució un hermoso modelito, inspirado en el traje de Remedios Amaya (España 1983), que me volvió loco. Las cosas no le fueron muy bien a nuestra Rosa, temida favorita: el rácano siete concedido por Chipre nos pilló de sorpresa (esperábamos el 10) y empezó a chafarnos la noche. Los mejores momentos nos vinieron con los 12 puntos concedidos por Suiza, Francia y Bélgica que nos permitieron ver a los intérpretes en la “green room” y albergar esperanzas de obtener un Top-5. De los portavoces, hay que comentar la ñoñez pacifista de la portavoz israelí y ver de nuevo a la peliteñida Marie Miriam, que la congelan de año en año y que ahora debe estar crionizada en alguna de las dependencias de France 3 a la espera del próximo ESC; me encantó su glamouroso desliz con “Rumanie / Royaume Uni” y me sorprendió el saludo en inglés (por lo visto, los franceses deben tener una cota de protección lingüística y cada año deben dedicar un porcentaje de su intervención en el ESC al inglés). Hablando de reliquias, por Finlandia tuvimos a Marion Rung que estuvo deliciosa, a pesar del comentario de “viejo verde” que soltó Uribarri cuando la vio aparecer. Nusa Derenda, en acción por Eslovenia, fue demasiado discreta y Anne Igartiburu por España elevó el nivel dejado por Hugo de Campos y Jennifer Rope votando a “Asluvenia” (aunque yo temía que Anne fuera tan sosa votando como suele serlo presentando su programa de ‘Corazón’). Entre medias, José Luis Uribarri destrozó las votaciones como suele ser habitual en él y contribuyó al mosqueo general que invadió a España tras el certamen. En mi opinión, este año deberia haber sido más cauto con las votaciones, ya que ha servido en bandeja a los detractores del ESC sus argumentos: en el festival los países se limitan a votar a los países de al lado. Sorprendió que países como Croacia o Malta no votaran a España y, según escuché decir al enviado especial de Onda Cero, la delegación croata tuvo un rifirafe con la española porque mientras Vesna estaba dando su rueda de prensa, Rosa y su coro estaban montando bulla con el ‘Celebration’ en su sesión de fotos. También parece que a los malteses les escoció el protagonismo de los chicos de ‘Operación triunfo’ durante la fiesta mediterranea y no nos devolvieron los 10 points que alguna mano negra debió pactar con el pequeño archipiélago.

Y con esto acabó la XLVII edición del ESC, aguando la “celebration” a muchos españoles que pensaban que Rosa iba a repetir el éxito de Massiel. Tras el festival se escucharon muchos comentarios sangrantes hacia el festival (que si todo es un politiqueo, que si los países del este se votan entre ellos, que si la canción de Letonia es una m… -y eso que los espectadores españoles le dieron el 12-, que si el año que viene no enviaremos al ganador de ‘Operación triunfo’, etc. etc.) Lo que está claro es que no se puede pretender es estar tres décadas pasando olímpicamente del festival y a la primera de cambio, querer ganarlo. Espero que en TVE se les bajen los humos de aquí al año que viene, que tomen buena nota de los errores y que afronten el próximo festival con la experiencia de Tallinn 2002.

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