I CAN’T BREATHE

Después de la euforia eurovisiva de 2013 me dispongo a escribir esta columna el día posterior a la celebración del show favorito de Europa. No me ha gustado demasiado esta edición del festival, y no lo siento así sólo por la mala posición obtenida por España y El Sueño de Morfeo, a los cuales les deseo […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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I CAN’T BREATHE

Después de la euforia eurovisiva de 2013 me dispongo a escribir esta columna el día posterior a la celebración del show favorito de Europa. No me ha gustado demasiado esta edición del festival, y no lo siento así sólo por la mala posición obtenida por España y El Sueño de Morfeo, a los cuales les deseo suerte en el futuro.

Primero voy a hablar de la actuación de España. A mi la canción y el grupo no me disgustaban, todo sea dicho. Si bien es cierto que Raquel del Rosario no estuvo bien vocalmente, no por no tener cualidades, sino por estar extremadamente nerviosa durante el 80 % de la canción. La puesta en escena era lo que era, correcta, sin más. Pasó desapercibida y rápida, pareció que duraba dos minutos. “Siguiente país” es lo que debió pensar el televidente europeo. Aún así en mi corazón eurovisivo tengo que decir aquello de: “hombre, Europa, tampoco ha estado tan mal como para quedar penúltimos”. Archivados quedan esos 8 puntitos.

Del resto de clasificados he de decir que, como ya traté de expresar en mi anterior columna, las predicciones y las casas de apuestas normalmente no sirven para nada. Bonnie Tyler no pudo alcanzar más que la posición 19ª, su actuación fue más olvidable de lo que se podía esperar. Me sorprendió que no arrancara más votos de nostalgia. Reino Unido está en debacle en Eurovisión en los últimos años.

Cascada, representante alemana, muy favorita desde su elección y al final acabó ocupando la plaza vigésimoprimera, no se acordaron mucho de ella. A mi me produjo indiferencia, probablemente porque había sufrido un desgaste previo al festival, a lo mejor le ocurrió lo mismo al viejo continente. La posición de Francia era más previsible, pobres franceses, cada edición van perdiendo puestos. Durante el beso finlandés los espectadores deberían estar haciendo la cena o eso o que ya no sorprende ver a dos personas del mismo sexo besándose -ojalá-. El antiguo big4 vuelve a los últimos lugares, sospechoso.

“Mírala, que bien va ella”, ese fue el comentario de un amigo mío al ver que Bélgica iba recogiendo votos poco a poco, y eso que las listísimas apuestas y predicciones la daban por acabada incluso antes de empezar. Tengo que reconocer que me aburro muchísimo de ver la bandera de Azerbaiyán siempre tan arriba, que sí, que las canciones no están mal; que sí, que os curráis la puesta en escena; que sí, que os tengo manía. País del petróleo, no te ovides de que algún día saldrás del top 10.

Zlata de Ucrania, pues cantaba muy bien, no hay duda, pero a mi me pareció exageradísimo todo, los gestos de ella, el gigante… pero eso ya va en gustos, y para gustos: Eurovisión. La cuarta posición de Noruega, de acuerdo, merecida. De Rumanía y su “drácula queen” no hablo porque merece una columna aparte, o un periódico entero. Indescriptible. 

Del resto de canciones no hablo porque no me acuerdo de ellas, y esto lo digo porque el certamen de 2013, personalmente, me ha parecido uno de los más sosos y aburridos de los últimos años, y ya he leído y oído varias opiniones de este tipo. Incluso las puestas en escena fueron repetitivas, nunca una pasarela fue tan transitada y una cascada de fuego tan utilizada. Luego hay propuestas, como la de la bielorrusa (o la de los albaneses), que estaban tirando “petardos” y fuegos cada tres segundos para recordarnos que había que bailar, algo que ella no hacía.

Por otro lado he de decir que he notado un ambiente de nerviosismo durante toda la final. Petra Mede -fatal vestida- estuvo sosa, nerviosa, descolocada, no sabía por donde le venía el aire. Los portavoces de los países se trababan en su típico “good evening Europe”, nuestra simpática Lena se equivocó al dar los puntos e Inés Paz debió estar pensando: “¿cómo se sale de un programa matinal y se acaba delante de Europa dando los puntos españoles?”. Mi guapísimo Eric Saade estaba temblando, y eso que apareció en pantalla un microsegundo. Los cantantes nerviosísimos, como por ejemplo Amandine Bourgeois, Aloina Moon o nuestra Raquel del Rosario.

Por cierto, la realización de la venerada SVT, no fue todo lo perfecta que se esperaba. Conocimos que Love kills obtuvo los doce puntos de Países Bajos antes de que su portavoz los anunciara, las primeras puntuaciones de algunos países no aparecían en pantalla hasta que no pasaban unos instantes y a la intérprete alemana durante su actuación apareció una cámara desde el techo que no tenía que estar ahí.  Y un detalle que me pareció horrible fue el de anunciar que Dinamarca era la ganadora antes de que se terminaran las votaciones, aunque fuera matemáticamente cierto.

TVE, deberías retirarte un par de años, no por el mal resultado obtenido, sino para tratar de buscar un nuevo enfoque que trate con un poco más de mimo al festival. Y dentro de esa búsqueda también hay que plantearse si nos interesa presentarnos, ya sea económicamente, por audiencias o por el motivo que sea. Ir por ir no tiene ningún sentido, ni para la audiencia -que se cansa de quedar mal-, ni los artistas -que optan por no querer asistir- ni para las personas que trabajan dentro de la delegación española.

Una pregunta que lanzo, ¿Italia tiene que quedar siempre bien por sistema?. Si yo fuera el jefe de delegación de Bulgaria, Eslovenia, Montenegro y San Marino (que casi alcanza la final) me retiraría indefinidamente. Y, por supuesto, en esta columna no podía faltar un: “Portugal, te echamos mucho de menos”.

Eurovisión, ¡Hasta el año que viene!    

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