HAGAMOS UN TRATO

“usted sabeque puede contar conmigono hasta dos o hasta diezsino contar conmigo” Hagamos un trato, que escribía mi recordado Benedetti. Tras la resaca eurovisiva, nos ha aplastado el mazazo de su pérdida. Confieso que azuzado por su recuerdo, he recurrido a los estantes donde apilaba sus escritos, principalmente versos, para recrearme en ese sonido tan […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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HAGAMOS UN TRATO

“usted sabe
que puede contar conmigo
no hasta dos o hasta diez
sino contar conmigo”

Hagamos un trato, que escribía mi recordado Benedetti. Tras la resaca eurovisiva, nos ha aplastado el mazazo de su pérdida. Confieso que azuzado por su recuerdo, he recurrido a los estantes donde apilaba sus escritos, principalmente versos, para recrearme en ese sonido tan atlántico de sus palabras. En esos días de homenajes póstumos, emitieron en televisión una entrevista grabada en aquellos tiempos previos al Quinto Centenario, año en el que España y la América Latina se reencontraban, se redescubrían y acercaban posturas. Benedetti, ante una pregunta de la periodista, defendía que España había olvidado su papel en Latinoamérica, mirándola con desdén, mientras se deleitaba contemplando a Europa con ojos húmedos, suplicando a sus amigos europeos, que siempre aparentan ser más bellos, más ricos y con mejor porte, un hueco en su espacio.

De una forma u otra, no hay otro país como España. No hay otro país tan llave ni tan conexión entre tantos continentes. Tan americano, tan mediterráneo, tan europeo, con un legado histórico, filosófico y artístico como España. Latinoamerica necesita de España y España necesita de Latinoamérica. España necesita de Europa y Europa necesita de España. Han pasado casi veinte años de las declaraciones de Benedetti y posiblemente hubiera dicho lo mismo año tras año. Si bien la España de entonces no sea la España de ahora. Los acercamientos a uno y otro lado del charco también tuvieron su aspecto en la música más popular. Durante la década de los 90 los pueblos de España se fueron inundando de latinadas, ritmos caribeños de ritmo machacones y letras insustanciales. De esa mezcla con los ritmos rurales nació la pachanga veraniega. Si en los 80 la cultura popular se dibujaba en el pop, los grupos indies sonaban en la radio y el rock y la música electrónica entonaban himnos, en los 90 los oídos se llenaron de frases profundas y sociales tales como “muévete maldita que me vuelvo loco”, “arriba tu boom boom” “baila que ritmo te sobra”. Más recientemente, los manuales veraniegos se enriquecieron con el reggaeton y frases de manual como “cuando llega el calor los chicos se enamoran” y “baila en la calle de noche, baila en la calle de día”. Tanto se ha empapado y machacado la conciencia popular con estos ritmos, que hasta se piensa que ya son nuestros, “música popular española de toda la vida”.

De la forma tan avasallante en que los matices latinoamericanos han entrado en España, en mucho bajo la manufactura de los Estefan, musicalmente España parece haberse alejado de Europa, hasta darle la espalda. De tanto repetirlo, se ha asumido que lo único que podemos ofrecer al resto del continente es la lengua, avalada por las cifras. Si bien, seguimos sin creernos que tengamos algo más que aportar, salvo canciones simplonas con baile incluido o falsas imitaciones de Ricky Bisbal, pensando, nuevamente, que ese estilo de música de chiringuito es “nuestro estilo musical” y es lo único que podría triunfar en esa Europa arisca de infieles y protestantes que no hablan nuestra lengua.

Siguiendo la tradición, después del Festival han proliferado los insultos gratuitos al festival. Un año más parece como si se repitiesen los mismos pareceres, años tras años, por personas que hacen más caso a sus prejuicios que a cualquier concepto de objetividad. Todo es criticable si se ejerce de forma respetuosa, ¿pero todo es válido? Me asombra la facilidad con que se menosprecia y la autoridad que se otorga el periodista que lo descalifica. No conozco otro evento que levante tanto resentimiento, tanta inquina, en los medios, ni gozo agrio en los adjetivos usados para definirlo. De la amplia colección que se destila cada mes de mayo, pongo un ejemplo reciente, aparecido en un blog de cierto diario económico nacional: “España (…) naturalmente, perdió como siempre… O peor que siempre: penúltimo puesto en las votaciones… ¿Y qué?… La verdad es que sí: que qué importa la clasificación de una canción en un festival apolillado, avejentado hasta cotas esperpénticas, hortera con bodoques, muestra del patrioterismo más defasado y del que nadie hablará, ya no cuando estemos muertos, sino, sencillamente, pasado mañana…”. Posteriormente se lleva las manos a la cabeza por el dinero gastado por Rusia en la organización del festival y se reafirma en su derecho de hablar de un festival de música en esos tonos de respeto. Y se queda tan a gusto.

Me pregunto con frecuencia cuál es la raíz de tanto desprecio categórico, prácticamente espontáneo e incuestionable ante Eurovisión. Ni un atisbo de respeto profesional ni perspectiva superadora, tal como se puede tener ante otro evento cultural o deportivo. Tal vez Eurovisión sea la muñeca de goma golpeada por la pluma frustrada e ignorante de muchos periodistas que descargan su mediocre sentido de la crítica y la ética. Será que la cultura musical no es tan importante como nos pensamos y rebajamos el mayor evento musical que existe para aliviar el complejo de inferioridad que aún mantenemos respecto a Europa. Quizás somos incapaces de ver con madurez y pragmatismo la evolución del festival y sus oportunidades de expansión, y buscamos cobijo en los hermanos que moran al otro lado del charco. Mientras tanto, los mismos que desde su púlpito se burlan de las canciones del Festival son los que cada verano bailan “con una mano en la cintura, un movimiento sexy”.

Acabó Eurovisión 2009 y todo el mundo se ha apresurado a sacar conclusiones. Los hay que, una vez pasado todo, han hecho leña con Soraya. El traje, el truco, la coreografía… cualquier flanco era bueno para machacarla. Incluso los hay que han ondeado a Melody con el mástil alegre por la derrota de Soraya, lo cual me entristece aún más. Hay conclusiones más previsibles y ya expuestas, la de muchos medios, que menosprecian y mofan del festival de forma categórica los cuales, desgraciadamente, también y en parte van calando en la opinión popular. Las resonancias han llegado hasta la política y las finanzas, imputando como despilfarro la participación de RTVE en la UER, sin comparar con el retorno/coste de otros programas y producciones. Y sin duda, muchas otras conclusiones han ido a parar para la propia RTVE. Su opacidad, cuando no indolencia, ante el Festival es todavía una asignatura que o no sabe o no quiere aprobar.

Mi conclusión de este periplo eurovisivo es que, constatando la buena salud internacional del evento en términos de cifras, audiencia y promoción, y el empeño gigantesco de cultura musical que aún es necesario en nuestro país, es tan solo que me gustaría hacer un trato, sin caer en idealismos y más allá de los pormenores de la temporada que ya acaba. Un trato con los medios, para que sean serios y rigurosos, sin caer en los estereotipos fáciles u opiniones basadas en prejuicios sin base alguna, sino que sepan contagiar un criterio musical propio y un mayor nivel de cultura. Un trato con los seguidores del Festival en España, para vivir el evento con una madurez alegre, una cultura emocional, un respeto en la afición y una amplitud enriquecedora de miras y gustos. Y un trato franco con RTVE, con la esperanza de que realmente valore el Festival, lo respete y sepa maximizarlo en pro de niveles de audiencia, níveles de ocio y niveles de cultura. Un trato con RTVE que nos permita pensar que quizás este año, muy en parte al loable empeño de Soraya, se haya dado un paso en un camino que hacía mucho que no andábamos. Me gustaría tanto, parafraseando a Benedetti, que todos hiciéramos un trato.

“…
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo”

 

 

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