EUROVISIÓN O EL TRIUNFO DE LA ESPECTACULARIDAD

Eurovisión ya no es lo que era… Esta frase expresa un sentimiento que podremos compartir muchos ‘eurovisivos’ y que, en definitiva, no es más que una obviedad irrefutable, la constatación de un hecho indiscutible. Eurovisión no es lo que era porque todo lo que conforma el evento eurovisivo ha experimentado cambios radicales: la música, la […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EUROVISIÓN O EL TRIUNFO DE LA ESPECTACULARIDAD

Eurovisión ya no es lo que era… Esta frase expresa un sentimiento que podremos compartir muchos ‘eurovisivos’ y que, en definitiva, no es más que una obviedad irrefutable, la constatación de un hecho indiscutible. Eurovisión no es lo que era porque todo lo que conforma el evento eurovisivo ha experimentado cambios radicales: la música, la televisión y la concepción de espectáculo ‘de masas’ ya no son lo que eran.

 
Sería casi imposible realizar a día de hoy un Festival de Eurovisión como el de 1973, 1984 o 1995. Haced la prueba, buscad en Youtube los certámenes de años pasados y comprobad si sois capaces de aguantarlos al completo o (caso de que seáis eurofanes de pro) ponédselos a amigos o familiares menos eurovisivos a ver cuánto aguantan.

Una de las diferencias fundamentales entre el Festival actual y el de décadas pasadas radica en la concepción de ‘espectáculo’ y la necesidad de que todo evento televisivo sea lo suficientemente espectacular como para captar la atención de millones de espectadores acostumbrados ya a todo tipo de ‘espectacularidades’ en SuperBowls americanas, entregas de premios (Oscars, Grammys, MTV) y demás saraos televisados que necesitan envolver el evento que sea en luces, fuegos artificiales, cuerpos de baile, coreografías y demás para conseguir que el dedo del espectador medio, ávido de emociones y sorpresas, olvide la tecla de cambio de canal del mando a distancia.
 
Imaginemos la edición del año pasado de Eurovisión y quitémosle gigantes transportando en brazos a cándidas doncellas, bailarines acrobático circense encerrados en urnas de cristal, vampíricos castrati cantando entre metros de sinuosas telas agitadas por acróbato-bailarines, tambores a go go de todos los tamaños, Suprimamos vertiginosos movimientos de cámara, tomas del cantante en escorzo desde el refejo en una trompeta, amplios barridos de cámara mostrando a un público entregado, portando multicolores banderas, imágenes del escenario desde arriba, desde abajo, desde los lados, atrás, delante, ¿qué nos queda? Miles de espectadores ‘huídos’ a Telecinco.
 
Eurovisión ha cambiado, ya no es lo que era porque el público actual necesita mucho más artificio para entretenerse.
 
Otro de los cambios radicales (quizás el más significativo) que ha experimentado el festival lo hallamos no ya en el evento en sí sino en los momentos previos y posteriores al festival. Antes, no había ‘pre- Eurovisión’, los espectadores no conocíamos las canciones del resto de países antes del festival. El día de la retransmisión oíamos por primera (y en muchos casos, única) vez las canciones presentadas a concurso. No había apuestas y las ‘favoritas’ eran las canciones de las cuales, según el comentarista de TVE, más se hablaba entre los ‘medios acreditados presentes’.
 
Sin embargo, pese a todos estos cambios no deberíamos olvidar que Eurovisión sigue siendo un concurso de canciones y que la canción que más gusta es la que gana. Y dicho esto, en mi opinión me resulta un poco ‘ingenuo’ pretender que elementos tales como la puesta en escena, la coreografía o el vestido supongan un factor determinante.

Seamos realistas, lamentablemente este año tampoco parece que hayamos acertado, nuestra canción no ha despertado el interés europeo como para vernos ganadores a priori, lo cual es hoy en día un claro indicador del resultado final. Este año ganará Armenia (siendo la única ‘sorpresa’ concebible que en vez de Armenia gane Suecia) y España quedará 15 o por ahí (en todo caso un resultado discreto) y ni gotas de lluvia virtuales, ni fondos de colores ni efectos de luz podrán cambiar el hecho incuestionable, a mi entender, de que este año tampoco.
 
Aceptemos que Eurovisión no es lo que era porque los tiempos cambian y las posibilidades en cuanto a espectacularidad técnica han avanzado enormemente, los espectadores necesitan que todo sea más grande, más luminoso, más colorido pero aceptemos también que hoy en día, gracias o por culpa de las nuevas tecnologías de la comunicación, el resultado final de Eurovisión se decide antes de Eurovisión.
 
De todas formas, a todos aquéllos que como yo decimos con nostalgia que Eurovisión ya no es lo que era, nos queda la esperanza de que gane Armenia y, al menos, el año próximo podamos volver a vivir un festival  sin tantos excesos como los que pueden conseguir economías azeríes o escandinavas. La pregunta final sería: ¿podría el público de eurovisión actual prescindir de la espectacularidad, los macro escenarios, las iluminaciones ultragalácticas y los efectos digitales para disfrutar de Eurovisión?.

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