EUROVISION JUNIOR: EL CONCURSO QUE NO CRECE

Diez años han pasado ya desde el estreno de la versión infantil del Festival de Eurovisión. Aquella primera edición que tuvo lugar un 15 de noviembre de 2003 precisamente en la esperada Copenhague, prometía lo que nunca terminó por ser. No ha hecho falta ni una década para que el programa entrara en una incuestionable […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EUROVISION JUNIOR: EL CONCURSO QUE NO CRECE

Diez años han pasado ya desde el estreno de la versión infantil del Festival de Eurovisión. Aquella primera edición que tuvo lugar un 15 de noviembre de 2003 precisamente en la esperada Copenhague, prometía lo que nunca terminó por ser. No ha hecho falta ni una década para que el programa entrara en una incuestionable crisis de interés.

Hasta 16 países apostaron por “el Junior” y se animaron a enviar representante el primer año. Eventualmente la cifra llegó a 17. A día de hoy, son solamente 12. Pero hay un dato mucho más significativo de hacia dónde va todo esto: De aquellos 16 países de la primera edición, en 2013 solamente quedan Bielorrusia, Macedonia, Malta y Países Bajos. Salvo un par de excepciones, el Junior no ha conseguido consolidarse en ningún país hasta el punto de convertirse en cita anual de obligado cumplimiento, porque todos los que quedan han tenido también sus idas y venidas. Los 12 participantes de la última edición celebrada en Kiev este fin de semana se han conseguido sumando paulatinamente países del Este, que, como decían los humoristas de Martes y 13 “es lo mismo pero no es igual”.

Para mi no es igual que apuesten por un formato únicamente países emergentes que participan con el único fin de promocionarse internacionalmente (hasta el punto de querer organizarlo cada dos por tres) que países avanzados, con una imagen consolidada, y para los que participar atiende únicamente a intereses “naturales” (que el programa realmente interese a la audiencia o que deseen fomentar ciertos valores).

No creo que la crisis económica mundial haya sido el gran responsable del desinterés generalizado por el Junior, porque la desbandada de países comenzó mucho antes, aunque es posible que haya venido a sumarse como un factor añadido. En cualquier caso y por las razones que sea, no creo que fuese la idea original de la UER crear un programa que acabe siendo solamente de interés para países del Este recientemente incorporados. Creo que el organismo europeo a día de hoy habrá tomado la decisión de esperar unos pocos años a ver si el proyecto remonta, y si no, dará carpetazo como ya hizo con el Eurovisión Dance Contest, o aquellos Jeux Sans Frontières (Juegos sin fronteras)… ¿los recuerdas?

Tradicionalmente, hasta la “suequización” del Festival de Eurovisión de adultos, el concurso europeo fue un programa muy familiar, de esos pensados para ver en el sillón con la abuela, el niño de 6 años, y la vecina que pasaba por allí. Llegó a ser tan familiar que musicalmente en determinados momentos tuvo un aire claramente infantil: la edición de 1980 es claro ejemplo de ello, con varias canciones que aunque interpretadas por adultos, es dificil imaginarse a un ser de más de 10 años pidiendo que le regalen el disco. Entre los años ’70 y ’80, Eurovisión era algo que te fascinaba de pequeño, pero que (salvo que estuvieses predestinado a ser eurofan) al llegar a la adolescencia comenzabas a aborrecer, por lo alejado que se encontraba el certamen del mundo musical “real”.

La modernización que empezó con el nuevo siglo acercó Eurovisión a la juventud (los que más música consumen) y al mundo de los adultos, en un intento por devolverlo al panorama musical real y a que todo ello pudiera recobrar algún sentido comercial y volver a sonar en las emisoras de radio. Pero al mismo tiempo se distanció del mundo de la infancia. La versión junior del festival nació para volver a acercar a los niños al mundo de Eurovisión y a toda esta conciencia como ciudadanos naciones de Europa, y tal y tal…

Personalmente, comparto la justificación oficial de muchos países retirados, que sostienen que Eurovisión Junior no promueve los valores más deseables entre los niños. Y los pocos que pueda promover, no justifican ni ese despliegue ni su desembolso. Otra cosa es que se quiera hacer caja televisiva y discográficamente hablando (valor infantil donde los haya…) Es posible que para algunos eurofans ávidos de actuaciones durante todo el año, toda esta argumentación en pro de los valores de la infancia no sea suficiente, pero es un hecho que cuanto más avanzada es una sociedad, más huye de todos estos fenómenos de los niños prodigio que firman autógrafos a los 12 años.

Finalmente, cabe preguntarse seriamente si Eurovisión Junior es de verdad un programa puramente infantil, o simplemente es un festival con niños. Creo que su formato está más cerca de lo segundo que de lo primero. Mucha estética infantil en la forma, colorines y griterío de guardería, pero el fondo el formato de infantil no tiene nada de nada. Prueba de ello es que si algo ha enseñado el concurso en estas 11 ediciones, es que cuanto más te comportes como lo haría un adulto en el festival senior, más opciones tienes de ganar. Es innegable que de Eurovisión Junior han salido grandes actuaciones y voces, pero es que esto no justifica ni cambia nada.

Si alguien quiere ver lo que fue (y sigue siendo) el certamen infantil por excelencia en Europa y fuera de ella, que investigue el concurso internacional Zecchino d’Oro de la RAI italiana, programa en el que España participó varias veces y que llegó a tener cierta repercusión en nuestra televisión española hasta los años ’80 dentro de la programación infantil. Un auténtico certamen infantil donde los niños se presentan como niños y no como máquinas de hacer dinero en unos casos, o simplemente imitadoras de divas adultas rodeadas de paneles led en otros. Claro que el Zecchino d’Oro puede ser mucho más aburrido que Eurovisión Junior, pero pregunto de nuevo ¿para qué público está pensado realmente el concurso infantil de la UER?

¡Hasta la próxima!


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