ESPAÑA ANTE EUROVISIÓN

Escribo esta columna a escasas horas de la Gran Final del Festival de la Canción de Eurovisión 2015. Deseo con toda mi alma que la realidad se imponga y la opinión que pretendo transmitir en este artículo quede totalmente obsoleta y no merezca la pena tenerla en cuenta. Sin embargo son muchos años eurovisivos en […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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ESPAÑA ANTE EUROVISIÓN

Escribo esta columna a escasas horas de la Gran Final del Festival de la Canción de Eurovisión 2015. Deseo con toda mi alma que la realidad se imponga y la opinión que pretendo transmitir en este artículo quede totalmente obsoleta y no merezca la pena tenerla en cuenta. Sin embargo son muchos años eurovisivos en los que de forma reiterada la ilusión y las ganas de Festival han terminado por convertirse en desilusión, pena y algo de rabia. Sí, lo reconozco para mi Eurovisión es ante todo una competición y como tal, quiero ver a España en lo más alto. Quizás sea posible disfrutar del espectáculo cuando tu país suele acabar en posiciones altas y si no gana este año, ya ganó hace dos y, posiblemente, el año que viene o el siguiente volverá a hacerlo pero cuando tu país parece tener que hacer un esfuerzo sobrehumano para no quedar entre los 10 últimos, cuando mandamos voces espectaculares y la 10ª posición nos sabe a triunfo, entonces, no encuentro la manera de relajarme y simplemente disfrutar del Festival. 

Una opinión recurrente que se suele repetir año tras año y que se mezcla con nuestra desilusión al ver que en esta ocasión España tampoco, es la de que el televoto nos perjudica. Pese a que yo opine que esto es cierto, no pretendo ya a estas alturas engañarme pensando que la ausencia del televoto podría suponer una mejora en la clasificación final para España…y a las pruebas me remito. Volviendo la vista atrás y con la perspectiva que dan los años transcurridos no hay más que fijarse en las posiciones de cuando sólo había jurado profesional para ver que España tampoco salía muy bien parada…y no hablo ya de malas posiciones sino de buenas. ¿Cómo se entiende que una canción como “Eres tú” que llegó a situarse y mantenerse durante semanas en la Billboard americana y de la que se hicieron más de 50 versiones en todo el mundo quedase segunda tras “Tu te reconnaîtras”, una canción bonita que no consiguió, ni de lejos, la repercusión a nivel mundial del tema que interpretó Mocedades?. ¿Es que el jurado profesional no es capaz de darse cuenta de cuando tiene ante sí una canción de las que perduran y se llegan a convertir en clásicos? Parece ser que sí, y así tenemos el reconocimiento a Waterloo de ABBA, Puppet on a String de Sandi Shaw, Non ho l´età de Gigliola Cinquetti, Pouppé de Cire de France Galle, etc. pero cuando le llega el turno a España… queda 2ª.

Es evidente que la introducción del sistema de puntuación basada en el televoto desde 1997 en algunos países y ya desde 1998 con caracter mas general ha perjudicado a la clasificación final para nuestro país, relegándola en más ocasiones a últimos lugares pero en los años anteriores a 1997 las clasificaciones de las representaciones españolas pese a ser mejores no han alcanzado el reconocimiento, en mi opinión, merecido en el momento oportuno: Tras años y más años de jurado profesional otorgando la primera posición a baladas cantadas por mujeres, llega en 1989 Nina con Nacida para amar, un baladón que el día de la final consiguió poner en pie a los miembros de la orquesta (cosa que no ocurrió con ninguna otra de las actuaciones) y España finaliza en 6ª posición, ganando el certamen la canción yugoslava Rock Me interpretada por Riva, más sangrante parece todo si tenemos en cuenta que el año anterior, en 1988, la vencedora indiscutible fue Celine Dion con su “Ne partez pas sans moi” (una canción de un corte parecido al tema de Nina) y España consiguió una 11ª posición (de 21 países) con Made in Spain de la Década Prodigiosa que comparte una cierta similitud (no sólo estética y “coreográfica” aunque también) con el tema vencedor yugoslavo de la edición posterior. 

Por supuesto no olvido la edición de 1995 donde Anabel Conde con su Vuelve Conmigo obtuvo una 2ª posición tras Nocturne de Secret Garden representando a Noruega un tema de una gran belleza pero que quizás entra de forma algo ajustada y por los pelos en la definición de “canción”. Sin embargo, sin intentar cuestionar la calidad del tema noruego o la primera posición adquirida es bastante descorazonador comprobar como en la votación de ese año la canción noruega y la sueca protagonizaron un mano a mano desde el principio de la votación y la canción española acabó segunda, podríamos decir que “de chiripa”, gracias a las puntuaciones de los tres o cuatro últimos países que votaron y  sin que hubiera un emocionante duelo entre la primera y la segunda, es decir como si el reconocimiento a la canción (y sobretodo la interpretación española) no se hubiera producido de forma unánime. Noruega recogió seis doces frente a los dos que recogió España o a las tres máximas puntuaciones otorgadas a Suecia. 

Creo que es evidente que haría falta una profunda reflexión sobre el sistema de votación que se emplea. Partamos de una base que es común a todo tipo de competiciones (tanto de carácter deportivo como artístico o lúdico), esto es las puntuaciones deben ser imparciales o al menos no basarse en aspectos que vayan más allá de lo que se está juzgando (proximidad geográfica, simpatía/antipatía política, etc). Obviamente nadie puede decir de forma categórica que el voto popular es parcial o que atiende a razones que van más allá del gusto musical puesto que nadie puede estar en la cabeza de cada una de las personas que votan para saber si votan simplemente al país de al lado o si lo hacen porque, en verdad, les ha gustado la canción. Sin embargo sí podemos lanzar una pregunta: ¿se puede garantizar de forma tajante que el voto popular es imparcial? La respuesta es evidentemente NO y por esta razón no se debería aceptar este sistema de votación. Si cualquier sistema de votación ante cualquier tipo de competición no puede garantizar la imparcialidad no es un sistema válido. 
(Nota – cuando hablo de “imparcialidad” me refiero a no tener en cuentas aspectos no musicales para votar a una u otra canción, evidentemente al hablar de canciones no existe la “imparcialidad” y cada cual vota según su emoción, su gusto musical, sus sentimientos, etc.).

Otra de las desventajas que se le pueden achacar al sistema de votación popular reside en la motivación, no ya en si la motivación se basa en criterios musicales o de otro tipo, sino en la cantidad de motivación necesaria para que alguien vote a una canción que le ha gustado de un país que está en la otra punta y del cual casi desconoce su ubicación exacta. Planteémonos otra pregunta: ¿Es lógico pensar que una persona estará más motivada para votar a una canción que realmente le ha gustado si ésta es la canción de un país cercano a si es la canción de un país muy alejado geográficamente? es decir, tomando al público español como ejemplo ¿si la canción portuguesa gustara muchísimo en España estaríamos más motivados para votarla que si la canción que nos encandila representara a Bosnia-Herzegovina? ¿Cual de los dos supuestos anteriores obtendría más votos en España: una canción que nos gusta mucho de  Portugal o una canción que nos encanta de Bosnia?.

Personalmente, entre mis favoritas de este año está Montenegro (soy así de raro en lo musical) pero sé que cuando llegue el momento de votar no me voy a plantear votar a Montenegro. No es que no la vaya a votar por rebeldía o por hartazgo o por ninguna otra razón, simplemente no se me va a pasar por la cabeza votarla pero estoy convencido que si en vez de Montenegro habláramos de Andorra o Portugal sí la votaría. Obviamente no pretendo ni siquiera insinuar que todos los que votan en Eurovisión son un reflejo de mi mismo pero estoy seguro que no soy el único que actúa de esta manera. 

Finalmente e intentado proponer una forma de votación que intente garantizar una cierta “imparcialidad”, creo que podría ser una alternativa mezclar el sistema popular con un sistema de jurado profesional pero de forma controlada y atendiendo a criterios multinacionales. Es decir, instaurando un jurado en cada país formado por un número limitado de expertos y jurado popular, pongamos 15 personas en total, de diferentes nacionalidades y residentes en el país en cuestión. Es muy difícil que un residente extranjero en un país sienta simpatía de forma natural por el país vecino a donde reside.

Sea cual sea la forma de votación que se emplee es evidente que la UER debe tomar cartas en el asunto para garantizar la supervivencia del Festival puesto que es más que probable que ante unos nefastos resultados año tras año, los miembros del BIG5 empiecen a “perder las ganas” y piensen en retirarse de la competición debido a que el público de esos países pierda el interés y las televisiones de dichos países no encuentren razón a seguir participando en un evento que no suscita ningún interés entre los espectadores nacionales de dichos países. Es obvio que si los países del Big5 pasan directamente a la Final no lo hacen por reconocimiento a nada más que a la cantidad económica que desembolsan y que son los invitados de lujo para evitar que la posible no clasificación en la Final acelere este proceso de desmotivación hacia el Festival. De todas formas si la situación se mantiene como en los últimos años es evidente que antes o después alguno de los páises del Big5 dará el carpetazo provocando un efecto dominó en los restantes países que configuran el Big5.

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