17:15 de la tarde. Comienza el primer ensayo de España en el escenario donde el 12 de mayo se vivirá una de las finales con mayor incertidumbre de los últimos años. Y es que sabemos, y no lo olvidemos, que en Eurovisión todo puede pasar. Y si no, que se lo pregunten a Salvador Sobral el año pasado cuando las casas de apuestas garantizaban la victoria italiana.

Nervios por lo que pueda pasar, por si saldrá bien o mal. Por cómo recibirá la sala de prensa esas primeras imágenes de la puesta en escena. Cuál será su reacción, cuántos los aplausos. Y yo en mi casa, con tres pantallas con comentaristas diferentes, porque hay que contrastar en estos casos. Las opiniones por supuesto son subjetivas.

La primera toma de contacto es buena: rostros de ilusión, comentarios de “qué bonito”, desde luego sus voces suenan bien. Todo bonito y maravilloso hasta que en las redes todo estalla: críticas, quejas y reproches sin fundamento. Puede que este ensayo no haya sido perfecto, puede que haya mucho que mejorar, pero Alfred y Amaia transmiten y en España nos gusta ser negativos. Nos enterramos a nosotros mismos antes de que nos condenen. Es el primer ensayo, como el de Netta o el de Equinox (incluso menos grave). Desde mi punto de vista, menos quejarnos y más apoyar. “Amar pelos dois” brilló con un simple foco.

Dejémosles hacer magia, retocar la producción, las luces. Lo importante lo tenemos: dos personas que cantan bien, que empastan y que, además, transmiten. No lo demos por perdido cuando queda mucho camino por recorrer. Y lo más importante de todo: no nos obsesionemos con el resultado. Este año, que podemos soñar y aspirar al top ten, no nos creamos los reyes de Europa tampoco. Si ven lo que vemos nosotros lo conseguirán. Y si no, pues seguiremos apoyándoles en casa. Como dicen Alfred y Amaia, el número no es importante, lo importante es salir, disfrutar y marcar una actuación digna. Y si Europa se contagia de esa magia que crean, mejor.