EL SÍNDROME DE MÜNCHHAUSEN ESPAÑOL

En primer lugar me gustaría presentarme. Soy de esos eurofans que lo son desde que tienen uso de razón (y ya van 30 primaveras). En mi mente guardo recuerdos muy vivos de Azúcar Moreno, Sergio Dalma, Anabel Conde y un largo etcétera. A Eurovisión hemos enviado de todo. Y cuando digo de todo, quiero decir […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EL SÍNDROME DE MÜNCHHAUSEN ESPAÑOL

En primer lugar me gustaría presentarme. Soy de esos eurofans que lo son desde que tienen uso de razón (y ya van 30 primaveras). En mi mente guardo recuerdos muy vivos de Azúcar Moreno, Sergio Dalma, Anabel Conde y un largo etcétera.

A Eurovisión hemos enviado de todo. Y cuando digo de todo, quiero decir de todo. Cada año nuestra representación, al menos en la última década, es radicalmente opuesta a la anterior. Pero hay algo que nos acompaña año tras año, no sólo en Eurovisión, si no en la idiosincrasia de nuestra cultura. Es lo que me he permitido llamar “El síndrome de Münchhausen español”.

Para los que no lo sepan (que no teneis por qué saberlo), el síndrome de Münchhausen es un trastorno de las personalidad por el cual, muy resumidamente, el paciente se autoinflinge dolor, finge dolencia, ingiere medicamentos dañinos o cualquier otra situación que afecte a su salud, para crearse a sí mismo enfermedades y, de este modo, seguir precisando de ayuda médica profesional.

Esto es algo tan “típical spanish” como el jamón, la paella o el flamenco. Los coches SEAT tienen un motor malísimo. Nuestras universidades no tienen calidad. TVE es una basura. Nuestros deportistas ganan de chiripa porque son horribles en lo suyo. Nuestra radiofórmula sólo es válida en España porque la musica que aquí se escucha es de muy mala calidad, y así un largo etcétera de sinsentidos. De todo lo español sólo oirás malas palabras procedentes de los propios españoles mientras admiramos lo que nos venga de otros países sin pestañear porque “ellos sí que saben hacer las cosas”. Es algo tan típico como no reconocer el trabajo duro y pensar que en este pais el 99% de los puestos importantes y el 99% de los famosos lo son porque tienen enchufe o bien se han tirado a alguien.

En Eurovisión pasa exactamente lo mismo. Y más este año. Hace apenas unos días conocimos que Contigo hasta el final iba a ser la canción representante de España en Malmö y, de nuevo, la autodestrucción salió a flote. Es muy curioso darse una vuelta por foros extranjeros, por Youtube o por cualquier rincón extrafronterizo de la red de redes para ver que la canción de ESDM ha gustado fuera de España en mayor o menor medida. Entonces ¿Por qué aquí se haga lo que se haga siempre vamos a criticarlo ferozmente?

El Festival de Eurovisión siempre me ha recordado a mi tan detestado fútbol. Recuerdo cómo hace una década, nuestra selección nacional era un claro ejemplo de lo que hablo. Toda España se mofaba de “la Roja” con una frase que se oye también todos los años en relación al ESC: “Siempre partimos como favoritos y nunca pasamos de cuartos”. Hasta que llegó 2008 y, por primera vez, todos los españoles olvidaron “el seleccionador que llevan dentro” y se unieron en una sóla voz. En realidad los mundiales y eurocopas son muy similares a Eurovisión y parece que, a parte de un seleccionador, cada español lleva dentro a un productor musical.

El problema es que, quizá por el tan manido carácter latino, los españolitos de a pie somos viscerales y perdemos todo atisbo de objetividad radicalizando nuestros gustos personales. ¿Contigo hasta el final es musicalmente mejor que muchas canciones que hemos enviado a Eurovisión, incluído el Quédate conmigo? Sí. ¿Raquél del Rosario tiene mucha menos voz y carisma que Pastora Soler? También. ¿Significa eso que debamos dilapidar a un grupo que lo está dando todo por Eurovisión, bien sea su finalidad ganar o símplemente relanzar su carera? Ni hablar. Yo por ahí no paso y mucho menos cuando el 100% de las críticas destructivas vienen desde dentro.

Con todo esto no digo que El sueño de Morfeo tenga que gustar sí o sí, si no que deberíamos por una vez olvidarnos de gustos personales y mirar Eurovisión desde un punto de vista objetivo, reconociendo el trabajo duro y vertiendo críticas que sean constructivas y ayuden a mejorar a un grupo que lo único que quiere es trabajar. Basta ya de odios, carroña y complejo de inferioridad. Pensemos por una vez que España no es peor que el resto de Europa y reconozcamos la profesionalidad de David, Juan y Raquél. Respetemos los gustos de cada uno, pero seamos objetivos y respetemos también el producto nacional. Si no lo hacemos desde dentro siempre nos quedaremos en cuartos.

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