EL CAMINO QUE LLEVA A KIEV (PARTE 1)

10 años después, de Belgrado 2008 a Kiev 2017, y con más ilusiones y sueños que nunca, comienza un nuevo camino que en esta ocasión me lleva a la capital ucraniana opinando sobre las candidaturas que participarán en la 62º edición de Eurovisión. Valoraciones personales y por lo tanto subjetivas, prácticamente a primera escucha y vista, y […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EL CAMINO QUE LLEVA A KIEV (PARTE 1)

10 años después, de Belgrado 2008 a Kiev 2017, y con más ilusiones y sueños que nunca, comienza un nuevo camino que en esta ocasión me lleva a la capital ucraniana opinando sobre las candidaturas que participarán en la 62º edición de Eurovisión. Valoraciones personales y por lo tanto subjetivas, prácticamente a primera escucha y vista, y vaticinios que en el futuro confirmaré o me arrepentiré de ellos y de todo lo escrito. Un repaso que se inaugura con las 13 primeras canciones de esta edición que se perfila como continuista de los grandes éxitos desde Viena 2015. El festival sigue sus propias modas, se reinventa de manera cíclica y, próximamente, le toca un cambio de rumbo después de agotar sus propias fórmulas del éxito. Exceso de baladas, proliferación de sonidos y presentaciones íntimas y oscuras y regreso de tintes étnicos son algunos de los ingredientes que empiezan a destacar en la cosecha de este año. Arrancamos el camino que lleva a Kiev.

Albania: Lindita – Bote.

Albania insiste en presentar a Eurovisión lo que se espera de Albania. La música balcánica es una de mis debilidades, y esta candidatura tiene todos los ingredientes para enamorarme por completo, una diva de voz imposible, dosis de dramatismo en la interpretación y una instrumentación épica con sus buenos coros y cuerdas. A la espera de la chapa y pintura que en los últimos años se ha cargado canciones que partían con muy buena base como las de Hersi o Eneda Tarifa, nada nuevo bajo el sol albanés, pero en un rango alto. Mi admiración a la orquesta y escenario del Festivali i Këngës de Albania, uno de los países más pobres de Europa, con una televisión p-ú-b-l-i-c-a que se preocupa por la difusión de la música y la cultura de su país. No como otros. Nota: 6/10

Georgia: Tako Gachechiladze – Keep the faith.

El soplo de aire fresco de Georgia en 2016 se ha convertido en una neblina espesa este 2017. Sin negar la voz y el poderío de la cantante, tanto la canción como la actuación me parece un tostón que en vez de emocionarme llega a provocarme rechazo, con una escenografía mil veces vista y, en esta ocasión, agresiva y desafortunada. De las 13 candidaturas ya elegidas para Kiev 2017, la única que solo he visto una vez en vídeo, y la que siempre paso en mi reproductor, a la espera de una nueva versión que esté a la altura de Tako. Nota: 3/10

Bielorrusia: Naviband – Historyja majho zyccia.

Me gusta Eurovisión por candidaturas como esta. Canciones que te transmiten verdad y autenticidad, te muestran idiomas y sonidos de otras culturas, te hacen sonreír o arrancarte por palmas y, de alguna forma, consiguen emocionarte. No será un superventas internacional, ni sonará en la radiofórmula, pero estoy seguro de que en el festival nos hará disfrutar muchísimo y, al menos allí, será un éxito. Probablemente ya sea mi representante favorita de la historia de Bielorrusia en Eurovisión. Nota: 7/10

Reino Unido: Lucie Jones – Never give up on you.

Lucie Jones es el gran valor de la candidatura británica para Eurovisión 2017. Gracias a su excepcional voz y a su emotiva interpretación consigue crear una atmósfera única de un tema solo aprobado, compuesto por la ganadora Emmelie de Forest. El Reino Unido va saliendo del pozo eurovisivo, paso a paso, con propuestas todavía indignas de su tradición y mercado musical, pero más serias que algunas de las bromas de las dos últimas décadas. Este año apuntan más alto, y las gracias habrá que dárselas al talento de Lucie Jones, no a la BBC. Nota: 7/10

Finlandia: Norma John – Blackbird.

Temas que me pasan desapercibidos pero actuaciones que me enamoran por completo. Eurovisión no solo es un festival de canciones, también lo es de directos, interpretaciones, escenografías y, en definitiva, sensaciones que van más allá del oído. Me rindo ante la mágica voz de ella, el emocionante solo de piano de él y la hermosísima actuación que ambos crean juntos dando todo el significado a ese “mirlo” que de entrada no supe apreciar. Calidad, señoras y señores, es esto. Nota: 8/10

Suiza: Timebelle – Apollo.

Una canción que, sin aportar absolutamente nada nuevo a la historia de Eurovisión, me transmite algo especial, y ya es una de mis protegidas de Kiev 2017. Gran mérito reside en la cantante con su interpretación a medio camino entre la dulzura y la sensualidad. Actuaciones que no necesitan un gran despliegue de medios para ser redondas, simplemente un leit motiv y una iluminación y realización acordes. Ojalá que Suiza se lleve una alegría después de dos años seguidos siendo el farolillo rojo del festival. Nota: 7/10

Francia: Alma – Requiem.

Después de resurgir en Estocolmo, Francia apuesta por una fórmula similar para Kiev, no en vano parte del equipo de ambas candidaturas es el mismo. Una propuesta fresca a la par que elegante, con sonidos orientales sin renunciar al sabor francés, y un videoclip de lujo dentro de su sencillez. Una fusión muy agradable entre Stromae y Alizee a la que espero que no le afecte demasiado los anunciados retoques, entre ellos, el idioma. Alma no llega a la altura de Amir, pero mantiene un gran nivel, siendo la locomotora junto a Italia de un destartalado Big 5. Siempre nos quedará París. Nota: 9/10

Alemania: Levina – Perfect life.

Alemania va a por el más dificil todavía, el triple bottom, algo que si mi memoria eurovisiva no me engaña no ha sucedido nunca. Si el carisma y el temazo de Ann Sophie tuvo un cero, y la pintoresca Jamie Lee no pasó del 26, poco o nada tiene que hacer Levina. El Unser Song 2017 ha sido, después de Misión Eurovisión 2007, la preselección más enrevesada de la historia, con cinco cantantes entre los que había buena materia prima, y dos canciones versionadas por una orquesta a cada cual peor. La combinación ganadora no destaca ni para bien, ni para mal, y eso, un año más, ya sabemos que es una penitencia en Eurovisión. Pena de Axel Feige que, con este mismo tema, habría marcado la diferencia. Alemania puede (y sabe) hacerlo muy bien, pero se empeña en complicarlo todo por el camino, hasta hacerse con candidaturas casi tan anodinas como sus resultados. Nota: 3/10

Italia: Francesco Gabbani – Occidentali's karma.

Italia es el ejemplo a seguir de España, y no por su retirada entre 1998 y 2010, sino por el nivel musical, artístico y televisivo que llevan de Sanremo a Eurovisión, y la enorme ilusión con la que trabaja contra viento y marea su delegación. Desde su regreso en 2011, nunca han decepcionado, y este año se merecen la victoria de una vez por todas. Francesco Gabbani, Occidentali's Karma y la scimmia nuda lo tienen todo para ganar, pero lo resumiré en solo cinco palabras: Calidad, carisma, espectáculo, mensaje y universalidad. Nota: 10/10

Hungría: Joci Papai – Origo.

Aminata, Jamala, Il Volo, Loic Nottet y Mans Zelmerlow son los artistas más influyentes en los últimos años de Eurovisión, y el peso de unos y de otros se nota en el aumento de los sonidos electrónicos, las lenguas locales, las reminiscencias étnicas y las escenografías con un único elemento o leit motiv. Joci Papai mezcla todos estos ingredientes en una propuesta musical y visual que no es apta para todos los públicos pero con la que yo tuve un flechazo. Brutal fusión de new age y ritmos orientales adornado con retales de la cultura romaní. Hungría sigue aportando calidad y sello a Eurovisión. Nota: 6/10

Polonia: Kasia Mos – Flashlight.

Después de propuestas tan arriesgadas como las de Cleo & Donatan, Monika Kuszinska y Michal Szpak, Polonia da un paso atrás y se queda a medio gas. Kasia Mos tiene pose de diva, pero debe pulir su directo, con un exceso de graves, y su interpretación, carente de emoción. Flashlight se mete de lleno en la moda eurovisiva a medio camino entre lo melódico y lo electrónico, y lo oscuro y misterioso, pero sin aportar nada nuevo ni poseer nada que la haga especial. Polonia tiene materia prima para Kiev 2017 pero, tal y como está ahora, no va a ninguna parte. Nota: 5/10

Malta: Claudia Faniello – Breathleslly.

Quien la sigue la consigue, y la hermanísima Faniello ha hecho lo propio a la novena, todo un ejemplo a seguir para las divas eurofans patrias. Lamentablemente, alcanza su sueño eurovisivo con una de las peores canciones, por no decir la peor, de todas sus intentonas. Después de los esfuerzos malteses por modernizarse en el festival, algunos de ellos incluso económicos, vuelven a las andadas con su enésima balada almibarada salida de la escuela Mary Spiteri para jóvenes, y no tan jóvenes, aspirantes a estrella eurovisiva. A pesar de todo, Claudia consigue algo especial, empatizar con los fans, los mismos que consiguieron pasar a la gran final a Valentina Monetta, así que todo es posible en la viña de Jon Ola Sand. Nota: 3/10

Eslovenia: Omar Naber – On my way.

Una buena película con un mal final, así ha sido el EMA, una de las mejores finales nacionales para Eurovisión 2017, tanto a nivel musical como televisivo, con un resultado muy discutible. No tengo ninguna duda de que Omar Naber será una de las mejores voces en Kiev 2017, ya lo fue 12 años atrás en la misma ciudad, pero si la magnífica Stop no pudo hacer nada, menos hará una canción más antigua y estándar como On my way. Nunca me acostumbraré a los despropósitos de los jurados eslovenos porque realmente me parece increíble que hayan visto aquí más potencial eurovisivo y musical que en BQL, Nika Zorjan, Raiven y muchas otras propuestas que podrían haberlos llevado a la parte izquierda del escoreboard en vez de a la derecha de la semifinal. Nota 4/10.

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