DE PUENTE A PUENTE Y TIRO PORQUE ME LLEVA LA CORRIENTE

Eurovisión. Esa palabra de 10 letras que todo el mundo creemos saber lo que es y lo que tiene que ser. El debut de Australia en el festival ha sido la noticia del año, aunque no fue publicada en el pasado Día de los Santos inocentes ni en el April Fools Day de hoy, y […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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DE PUENTE A PUENTE Y TIRO PORQUE ME LLEVA LA CORRIENTE


Eurovisión. Esa palabra de 10 letras que todo el mundo creemos saber lo que es y lo que tiene que ser. El debut de Australia en el festival ha sido la noticia del año, aunque no fue publicada en el pasado Día de los Santos inocentes ni en el April Fools Day de hoy, y uno de los temas de debate más encendidos y polarizados de los últimos tiempos. 

Eurovisión no es, ni nunca ha sido, exclusivamente de Europa. La participación en el festival está determinada por dos normas, una burocrática obligatoria, y otra geográfica o política, cuyos límites no se corresponden con las fronteras continentales. La burocrática, la adhesión a la Unión Europea de Radiodifusión (UER), y la geográfica o política, la pertenencia al Área de Radiodifusión Europea o la entrada en el Consejo de Europa.

El Área de Radiodifusón Europea está delimitada por las regiones unidas por cables de telégrafo a finales del S.XIX y principios del XX. Esta zona también incluye países de África y Asia como Argelia, Egipto, Israel, Jordania, Libano, Libia, Marruecos o Túnez y excluye a naciones de Europa como Kazajistán. El Consejo de Europa, por su parte, es una organización internacional de cooperación entre estados europeos con la democracia, los derechos humanos, y las leyes como valores principales. Armenia, Azerbaiyán y Georgia, no pertenecen al Área de Radiodifusión Europea pero sí, y a diferencia nuevamente de Kazajistán, al Consejo de Europa. 

Países de Europa y dentro del Área de Radiodifusión Europea como Lietchestein no pueden participar en Eurovisión, ya que su televisión no cumple con los requisitos mínimos de programación y, por lo tanto, no ha sido admitida en la UER. Por el contrario, naciones como Argelia, Egipto, Jordania, Líbano, Libia o Túnez, así como Marruecos quien concursó en La Haya 1980, podrían ir al festival en cualquier momento. Uno de los motivos por los cuales estos países no quieren participar en Eurovisión es porque, en la mayoría de los casos, sus leyes no permiten emitir en televisión contenidos relacionados con su enemigo Israel, por lo que la presencia del país es el único impedimento para que ejerzan su debut, lo cual derivó por ejemplo en la retirada de Líbano prevista para Kiev 2005 con la intérprete ya elegida Aline Lahoud, y con su ausencia, igual que en 1980, sería más que probable un aluvión de fichajes africanos y asiáticos como el marroquí hace 35 años. Esta es la única frontera y norma geopolítica de Eurovisión, más allá de cualquier interpretación histórica o personal de lo que es y lo que tiene que ser el festival.

                                                                                                                         
Unión Europea de Radiodifusión (UER)

                                                                                                                                 
Área de Radiodifusión Europea

Por encima de las normas solo está el refranero popular: “Quién hizo la ley, hizo la trampa”. Después del resumen de reglas de Eurovisión, muchas de ellas especialmente discutidas este año, nos encontramos con la participación de Australia en Eurovisión.  

El motivo por el que se ha invitado a Australia al sexagésimo aniversario del festival es por ser la comunidad con más peso, audiencia y tradición eurovisiva. La SBS ha emitido ininterrumpidamente eurovisivo durante los últimos 30 años, con buena audiencia e, incluso, sus propios comentaristas y televoto en las últimas ediciones. Este caso es único en todo el mundo por lo que la presencia australiana en vez de otro país, en estos términos, está totalmente justificada. La invitación, por lo tanto, es un hecho puntual, al menos inicialmente, y un reconocimiento bonito y loable.

Algunas voces han criticado el hecho de que se haya enfatizado la invitación a Australia en vez de impedir la retirada de Ucrania o incentivar el regreso de nuestra vecina Andorra, entre otros países, o el debut de Lietchestein en una edición tan conmemorativa y especial. No deja de ser cierto que hay países con más peso que otros, aunque tampoco es mentira que muchas ausencias se producen libremente por múltiples factores con independencia de los apoyos que puedan tener a su favor como Bosnia y Herzegovina, Croacia o Turquía, y sino que se lo pregunten a Italia. Otros apuntan a los supuestos intereses económicos que la UER tenga en la participación australiana. Eurovisión no es una ONG, como cualquier programa de televisión, el festival es un negocio en el que la audiencia, los ingresos y los patrocinadores son un fiel reflejo de su éxito y su excelente momento de salud.

Australia, por otra parte, es un país occidental, independientemente de su situación geográfica, con más lazos culturales, políticos y sociales con Europa que algunos participantes en Eurovisión. Los australianos han demostrado además un interés mucho mayor por el festival del que pueden presumir algunas delegaciones. Australia es mucha más europea que Azerbaiyán, por mucho que los azeríes pongan todo su empeño (y euros) en ello, y la SBS es mucho más eurofan que la RAI. Uno de los mayores atractivos del festival es el enriquecimiento cultural porque la sola presencia de nuestras antípodas en la competición es ya un valor seguro.

La familia eurovisiva aumenta en un miembro. Un momento que, sin ninguna duda, será mágico y quien sabe si irrepetible. Nadie vela más por sus propios intereses que la UER, igual que nadie tira piedras sobre su propio tejado, y los eurofans no podemos ser más papistas que el Papa, ni podemos tener miedo a los cambios, ya que existen más interpretaciones de las que ve uno mismo. Eurovisión, como la vida misma, evoluciona y progresa año a año, edición a edición, y sin esas innovaciones el festival seguiría sin color, sin espectáculo, sin televoto y, entre otras cosas, incluso sin España, y tan ricamente.

Madrid, a 1 de abril del 2015.

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