CONTIGO, NO

Llegará su vídeo oficial, sus actos de promoción, su desembarco en Kiev, el primer ensayo que siempre tanta curiosidad nos despierta y el gran día. Y no, yo no le podré querer tanto como nos lo pide en su canción. Ni siquiera apelando al respeto que, dicen por sus 20 años, perdió en un solo […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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CONTIGO, NO

Llegará su vídeo oficial, sus actos de promoción, su desembarco en Kiev, el primer ensayo que siempre tanta curiosidad nos despierta y el gran día. Y no, yo no le podré querer tanto como nos lo pide en su canción. Ni siquiera apelando al respeto que, dicen por sus 20 años, perdió en un solo gesto. En la vida un gesto puede retratarnos eternamente, y ni los más grandes ni en situación de poder hacer ostentación osarían hacerlo. Le escudan en su juventud, pero la edad no es excusa ni escudo para ejercer la responsabilidad que te toca más cuando te acaban de colocar una corona… de espinas.

Porque sí, porque Manel Navarro también es responsable. Parte activa y elemento central de una (presunta) conspiración en toda regla. La última puñalada de la factoria Llano&Prieto a la candidatura española en Eurovisión. A sabiendas de que nadie podrá demostrarlo papel en mano, a nadie se le escapa que una vez que gestaron el Eurocasting vía internet, y con el proceso en marcha, una multinacional les colocó la opción de este aspirante a cantante y ustedes la compraron, y como no había vuelta atrás montaron con nocturnidad y alevosía una gala donde primó la premeditación. La que ejerció un jurado atado, y bien atado, con calificaciones subrayadas de antemano, con cálculos matemáticos que privaran de la victoria a la favorita o a quien mejor se comportara en el escenario. Bastó con contemplar la desganada puesta en escena de quien se sabía ganador, con recursos ínfimos y tirando de cliché, es decir, acatando la orden de que los artistas se dejaran de grandes propuestas porque, para qué, si el pescado ya estaba vendido.

Le siguió, y se lo comió, la vencedora del inicial proceso interno, que dejó en pañales al chico de la larga melena, cumplió con su promesa de dejarse la piel y los recursos a su alcance y firmó una estupenda actuación en ese escenario ridículo de quita y pon, pésima realización, débil iluminación y solo mejora en sonido. Porque, sólo faltaba un expediente peor que el del pasado año. Leklein demostró que fue la candidata que más boletos compró para viajar a Ucrania durante cuatro meses. Llegaron Paula y Mario, y firmaron dos notables ateniéndonos a las escasas posibilidades de sus composiciones. Gustaron y se gustaron. Como Maika, puro alma desarmada consciente de que las palabras de los jueces caerían en saco roto. Palabrería. Y llegó Mirela. Y sí, pinchó, para que no digan que esto es el desahogo de una histérica que no olvida el pasado, porque se valió de todo el efectismo que estaba en mente de cualquiera para recrear su Contigo a Eurovisión, y aún así le fue suficiente como para encandilar a propios y extraños. Enamora a la cámara, que también cuenta. El gran rival se había dejado toda opción a las primeras de cambio.

Pero en esta amalgama de gala repleta de errores, precipitación y desaires lo importante se había trabajado en el backstage. Un presentador que no fue capaz de adelantar que la última palabra la tendría el jurado, quizás porque pensaban que no haría falta; unas ayudantes que deben estar pensando para qué demonios se han dejado la piel en esta andadura con su Spain Calling si el público nada iba a pintar y su trabajo de escuchar cientos de canciones quedaría en papel mojado; y un jurado compuesto por el amigo íntimo del vencedor a quien unilateralmente dio el premio, un presentador de 'moda' que disimulaba tras adelantar que sería la nota discordante de sus dos compañeros, y una tercera que repartió cachitos de indecendia, dejando a las tres mejores proposiciones que pudo ver todo Dios en el bottom de la clasificación para que les cuadraran las cuentas. Que las favoritas no eran de su gusto musical, se defienden. A nadie se le ocurre poner un jurado uniforme que no tiene en cuenta nada más que su preferencia, que curiosamente no es el pop latino. El resto, relleno de corre, ven y vuela, como el rostro desangelado de Barei evocando quizás cómo también se la jugaron en Estocolmo, y eso sí que se demostró.

Las dos cabezas visibles de este desaguisado, que pudieron ahorrarse este trance eligiendo a dedo y anulando reuniones con los grupos de fans o medios eurovisivos semanas antes, habrán puesto pies en polvorosa y apelarán al mal perder de los asistentes, cuya reacción dejó en algunos casos mucho que desear aunque no deja de ser fruto de quemarse cuando se juega con fuego. Pero es imposible olvidar. No pueden reclamar que se mire a otro lado para remar a una, como no pueden pedir a un ciudadano cabal que vote a un partido corrupto. Porque de esta estrategia hablamos, la de la corrupción eurovisiva que envuelve a RTVE desde tiempos que se pierden en la memoria. Y ya, a la vista de todos, sin complejos. Por todo esto, porque uno es libre de construirse una carrera como quiera, pagando el precio que conlleva cuando por el camino pierdes decencia y valores, no espere Manel que sea con usted con quien nos desvivamos en esta nuestra pasión rota en jirones una noche de sábado. Saldrá al ruedo y tendrá mi mirada perdida como la suya reclamando auxilio a la mesa donde se dictaría la sentencia que ya llevaba escrita su nombre. Es un momento crítico donde nos queda un grito desgarrador, un Ouch en bucle, que revela lo que nunca fue, que Manel sea el justo vencedor de una preselección que entre todas la mataron y ella sola se murió. Contigo, no.

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