ASPIRACIONES

Las aspiraciones pueden ser legítimas, loables o ambiciosas. El hombre del Renacimiento definió cuatro aspiraciones, expresadas en locuciones latinas. Como marco que retrate esas aspiraciones, sería un buen ejercicio ver cómo han trasncurrido las aspiraciones de tantos artistas al subir a un escenario eurovisivo. Las posibilidades eurovisivas no conducen a un único camino, sino que […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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ASPIRACIONES

Las aspiraciones pueden ser legítimas, loables o ambiciosas. El hombre del Renacimiento definió cuatro aspiraciones, expresadas en locuciones latinas. Como marco que retrate esas aspiraciones, sería un buen ejercicio ver cómo han trasncurrido las aspiraciones de tantos artistas al subir a un escenario eurovisivo. Las posibilidades eurovisivas no conducen a un único camino, sino que depende de los recovecos en los que se mueva cada artista. Entre las más de mil canciones e interpretes, hay ejemplos diversos para ilustrar como Eurovisión ayudó a ciertas aspiraciones artísticas, sin embargo, a otros, les truncó o desvió de camino.

Beatus ille, “dichoso aquel que….”, se hace referencia a la alabanza de la vida sencilla y desprendida del campo frente a la vida de la ciudad.

No es que se fuera a vivir al campo pero Malene Mortensen, aquella danesa nerviosa y algo de mal genio que quedó última en 2002, con “Tell me who you are”, supo reconducir su carrera hacia un jazz adulto y profesional que le ha servido para labrar una carrera en los países nórdicos. No participará en otra preselección, no busca los focos ni la brillantina, pero encontró su espacio. En junio de 2010 actuó en el Paraninfo de Las Palmas de Gran Canaria dentro de un ciclo de música jazz.

Desde su posición, si bien, no ha renunciado a sus primeros sonidos, como hace al cantar el himno oficial del Giro 2012 de Italia.

Carpe diem, atrapa el día, aprovecha el momento.

Algo deben tener las islas. En Islandia reside cierta capacidad de apostar sin complejos. La población total de Islandia es igual que la ciudad de Córdoba, alrededor de 330.000 habitantes. Y desde Icy, han desfilado melodías tan dispares como Selma, Eiríkur Hauksson o Euroband. Y en Irlanda, la otra isla eurovisiva abundan como la yerba verde voces tersas, pristinas y hasta dolientes. La isla esmeralda se vertebra en la tradición musical, tal vez más conservadora pero siempre constante.

Colm Wilkinson es un tenor que participó por Irlanda en 1978 con “Born to sing”. Irlanda aquel año abrió el festival y quedó en 5ª posición. Aunque ya en esa altura participaba en musicales, a partir de los 80 el propio cantante amplió dicho registro. Participó en Los Miserables en West End -Londres- y Broadway -Nueva York- y en el Fantasma de la Ópera, en Canadá, actuando en recitales tanto en el O2 Arena o The Royal Albert Hall. Curiosamente, también tuvo su papel en El hombre de la Mancha, en su versión inglesa. ¿Podría ser así en un futuro Daniel Diges?


Locus amoenus, la idealización de la realidad, para hacerla amena.

Si existiera el título de “abuela de Eurovisión”, seguro que Nora Brockstedt sería una de las candidatas. No es que idealice la realidad, sino que directamente es capaz de hacerla amena con su elegancia. Defendió la primera y segunda participación noruega en Eurovisión, cuando en 1960 y 1961 aún corría la televisión en blanco y negro. Aquel simpático “Voi voi”, de sustancia pop nórdica, alegre y frágil marcó el rumbo de su carrera unos años. Dejó la música en 1973 y volvió en 1986 con una mayor madurez, y unos sonidos más relajados, marcados por el tango nórdico. Y en los 90, fue mudando al jazz. Y ahora, esa cantante nacida en 1927, es tan anciana como querida, respetada y simbólica. Es capaz de sonar en las cenas de navidad y en las discotecas los fines de semana. Como un faro musical inofensivo que pone la nota de color amable en la realidad musical noruega.


Tempus fugit (tiempo que corre) y la consciencia de ello.

Portugal es un país que no ha dejado de aportar grandes artistas a las memorias eurovisivas, aunque no todos ellos han sabido superar las barreras, geográficas o idiomáticas. Aun así, nadie duda de la valía de muchas de sus voces: Dulce Pontes, Vánia Fernandez, Flor-de-Lis, Rita Guerra o, en este caso, Sara Tavares. De aquella chica lisboeta de sangre cabo verdiana y cara redondeada, con cierto aire pre adolescente, evolucionó a un estilo mestizo, propio, tan exquisito como cálido, transparente y sin perder el matiz dulce que su voz le brinda.

Este año se han cumplido 15 años de su participación eurovisiva, nada queda de su “Chamar a música” salvo las tablas que aprendió bajo los focos, pero escuchándola, se nota que no ha perdido en absoluto el tiempo.


 

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