ANDALUCES EN EUROVISIÓN DE CONCHITA A PASTORA

El 18 de marzo de 1961 una estupenda mujer con bata de cola desfilaba por el escenario del Palais des Festivals de Cannes, en la glamurosa riviera francesa. Esa bata de cola, mantilla española y aires a lo flamenco pop con los que debutamos hubiesen sido totalmente baladí si dentro no hubiese ido una gran […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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ANDALUCES EN EUROVISIÓN DE CONCHITA A PASTORA

El 18 de marzo de 1961 una estupenda mujer con bata de cola desfilaba por el escenario del Palais des Festivals de Cannes, en la glamurosa riviera francesa. Esa bata de cola, mantilla española y aires a lo flamenco pop con los que debutamos hubiesen sido totalmente baladí si dentro no hubiese ido una gran estrella de la canción como es nuestra querida Conchita Bautista. Hablamos de una sevillana que con su garra y salero no sólo iniciaba nuestra andadura eurovisiva, sino que también era la primera andaluza que pisaba tan insigne escenario festivalero. 

Eran los años del blanco y negro, de una televisión modesta que se iba abriendo camino en Europa desde aquella nuestra primera conexión vía Eurovisión con la boda de los reyes de Bélgica, Balduíno y Fabiola en 1960. 

Cincuenta y un años después del aquel mítico Cannes estamos alerta de nuevo, con el ansia que caracteriza al eurofán, gracias a otra sevillana que nos hará vibrar en Bakú el próximo 26 de mayo. Hablo de Pastora Soler, una de las cantantes más reconocidas en el panorama musical español en la última década. Polifacética y enérgica, se atisba una gran actuación que seguro no va a dejar a nadie indiferente. De Conchita a Pastora, de sevillana a sevillana, la maravillosa tierra andaluza ha estado bien representada en estos años de transcurso eurovisivo. 

Hemos llevado artistas de Sevilla, Jaén, Cádiz, Málaga, Granada y Córdoba. Ha sido todo un abanico de cantantes que nos han dejado un gran recuerdo, unos con mejor fortuna y otros con peor. Pero eso es como todo, con algunos las canciones eran peores que la calidad del cantante. Hubo casos muy evidentes. Estuvo demostrado que algunas voces sobre pasaban lo meramente comercial y de consumo rápido, porque jugaban en otra división que para nada tenía que ver con lo efímero que resulta a veces este nuestro amado Festival. 

Estando contigo fue nuestro primer tema en Eurovisión. La canción se hizo pocos meses después del show un mito de la música española gracias a la versión de una niña Marisol, una de aquellas artistas que nunca entendí como no nos representó en Eurovisión algún año. Pero como ese tema no toca ahora, voy con Conchita Bautista. Gracia y salero no le faltó. El tema resultaba muy atractivo por la energía puesta por una artista que estaba acostumbrada a los tablaos flamencos, a currarse los escenarios más complicados de aquella España tan dura y gris de los cincuenta. 

La Bautista nació en Sevilla en 1936 y su carrera se inició siendo apenas una adolescente. Fue de Sevilla a Madrid, como muchas de las de bata y peina de aquellos años, para probar suerte en teatros y programas de radio caza talentos. Hizo colaboraciones en el cine y tuvo una lluvia de contratos tras muchos años de trabajo intenso para ser la primera apuesta de Radio Televisión Española en aquel Festival de 1961. Quedamos en el puesto noveno con ocho puntos, pero como la gran Fornarina pisamos fuerte a golpe de tacón y volantes. Fue tanto su éxito en esa década, que volverá a Eurovisión en 1965. De nuevo aterriza en las costas mediterráneas, pero ahora en Italia, Nápoles. Era 1965 y con el Qué bueno, que bueno llegaron los toques más pop y flamencos en un intento por conquistar a Europa con nuestro arte, como es natural más comprendido dentro que fuera de nuestras fronteras. No importó el cero, no importó ese último puesto compartido con Bélgica, Alemania y Finlandia. Los votos se daban de otra forma y se creaban esa birria de resultados. Conchita ese año enamoró a la prensa de la época por su gran belleza, incluido al cantante francés Guy Mardel, que lo tenía loquito.

En cuanto a la actuación, mejor no se podía cantar, y salir con más ganas y fuerza, tampoco. Simplemente esta vez no convenció tanto a los jurados internacionales. Pero ella siguió cosechando éxitos, presentando programas de televisión en nuestro país, haciendo películas y en los setenta llegó el bajón, pero por cuestiones personales que la hicieron abandonar la escena tras el fallecimiento de su única hija. Con todo, sigue siendo una de las representantes más queridas por los seguidores del Festival al cabo de los años. 

Otro andaluz, nacido en Linares (Jaén) en 1943, pero afincado en Madrid desde pequeño, fue la gran estrella de la canción no sólo de esa década, sino uno de las cuatro siguientes, hasta nuestros días. Rafael Martos, conocido artísticamente como Raphael, iniciará la etapa dorada de España en el Festival. Ya hubo un primer intento del cantante en 1962 para ir a Eurovisión con el tema Perdona Otelo y un segundo en 1965 con Feriantes, llegando a quedar tercero en la preselección española de ese año, detrás del Dúo Dinámico y Conchita Bautista.

Tendremos que esperar a la elección por vía directa, cuando será escogido para ir a Eurovisión y lo hará por partida doble. Nos representó en 1966 y 1967 con dos impactantes temas de Manuel Alejandro, otro genial andaluz nacido en Jérez de la Frontera. Estaban hechos expresamente para una gran voz como es Raphael, le venían como un traje hecho a medida. Unidos crearon dos de las mejores representaciones de todas las que hemos llevado. Ocupamos el séptimo puesto con Yo soy aquel y sexto con Hablemos del amor. Dos mega éxitos que quedaron para siempre en la mente no sólo de todos los españoles, sino del mundo. Hay que valorar también que cuando acudió estaba entre los máximos favoritos para obtener la victoria, dicho por la crítica internacional de la época y visto con los años. Estas canciones las parieron ya cómo auténticos clásicos intemporales y por eso han perdurado frescas hasta nuestros días.

La victoria no pudo ser, pero tampoco importó porque también gracias al Festival, Raphael despuntó en Europa y América y la leyenda creció hasta el éxito más rotundo que pueda desear un artista. ¿Alguien da más con un artista tan completo como es este? 

Precisamente de Jaén era la también excepcional figura del pop español de los sesenta y setenta, María Isabel Llaudés Santiago, artísticamente conocida como Karina. Fue un fenómeno social de la época. Ya lo era cuando ganó Pasaporte a Dublín a finales de 1970 y cuando estuvo en la edición de 1971 donde quedó segunda con En un mundo nuevo.

Nervios, muchos nervios y cansancio, según palabras de la propia Karina fue lo que pasó en Irlanda. La vorágine fue brutal durante los meses anteriores al Festival. Pero ese segundo puesto sonó victoria porque la repercusión fue enorme y desbordante, sobrepasando a la propia artista. Momento crucial que marcó una frontera en su carrera. Era como el reconocimiento a la gran representación del pop ye-yé más juvenil, optimista y chispeante a caballo entre dos décadas. Es otra leyenda de nuestras representaciones, que aún hoy día el gran público recuerda. Fue una de las protagonistas de esos años dorados de España en Eurovisión, entre 1966 y 1973.

Tendrán que pasar once años para que volvamos a ver a otra andaluza en el Festival. Esta vez será en una Inglaterra inmersa en plena guerra de las Malvinas, con un pseudo tango que defendió Lucía (María Isabel Lineros Rodríguez). Aquel divertido tema titulado Él nos decía: ven, tengo libre de ocho a diez… Bueno el reclamo era muy interesante y la imagen de una belleza en el escenario de una joven de melena a lo Pantoja y sonrisa estupenda con traje de altos vuelos. La coreografía también era muy sugerente y sexy e hizo que ocupásemos el décimo puesto, que no estaba mal para lo perplejos que se quedaron unos antipáticos y flemáticos albiones al vernos aparecer con toda nuestra parafernalia, recargada de flecos, sin miedo a dar el taconazo en ningún momento y unos graciles giros propios del tango. Resultó estupenda aunque algo rara en aquella fría ciudad balnearia en el corazón de la isla, Harrogate. 

Al año siguiente, en abril de 1983, en la recién estrenada España socialista, nos presentamos en Eurovisión con otra mujer nacida en Sevilla, Remedios Amaya (María Dolores Amaya Vega). Es una de las grandes artistas del flamenco más puro de nuestro país que se vio embarcada en un pseudo proyecto de reivindicación paternalista hecha desde la altas esferas políticas para llevar una gitana a Múnich. La prensa de la época se ensañó y de qué manera con esta genial artista que para nada pegaba en la Eurovisión de los años ochenta. El formato iba por otros derroteros muy apartados del género musical de Remedios. Quien maneja mi barca… ay que a la deriva tu me llevas, se convirtió también en un fenómeno social que se igualaba a caso Serrat-Massiel del 68. Escándalo que llevó a debates no sólo a nivel de calle, sino también hubo políticos que llegaron a una acaloramiento tan bestial tras el famoso cero. Por parte del gran público hubo quejas del espectador a los directivos del ente.

Fueron dos años seguidos de una especie de pseudo folklore que creó muchas críticas entre los espectadores de Festival que pensaban que se estaba llevando a Eurovisión una imagen de una España cañí que para nada tenía que ver con la enorme genialidad musical que hay en tierras andaluzas. Se explotó mucho el tópico con el disfraz y el circo mediocre, algo que no se había hecho en etapas anteriores con otros artistas del sur, ver Raphael o Karina.

Sin comerlo ni beberlo el Festival entra en una crisis de identidad en los ochenta que no se recuperó hasta finales de los noventa. Se crearon inventos musicales muy sui generis, que denostaban la verdadera calidad artística de nuestro país con temas muy inferiores lo grandes artistas que eran. Ese ejemplo de dejadez en las composiciones le hicieron pagar el pato en sus carreras, de una forma tremenda para Lucía y Remedios. Remedios se recuperó de trance al cabo de los años gracias al flamenco puro, pero Lucía no pudo volver a cuajar dentro del mundo de la canción jamás. Dos grandes artistas que pagaron duro su paso eurovisivo por culpa de dos canciones bastante poco apropiadas si las comparamos con la valía de ellas con cantantes.

Vuelve a pasar otra década y volvemos a caer en el tópico con un mejunje musical que para nada tenía que ver con ningún estilo concreto, puesto en la escena de la campiña irlandesa de Millstreet en 1993. La gaditana de El Puerto de Santamaría, Eva Santamaría (Eva María Delgado Macías) llevó el tema que escribió el periodista Carlos Toro bajo el título: Hombres. Señor, señor, qué manera de hacer difícil lo fácil. La canción en su primigenia no era tan complicada, e incluso podía resultar divertida, pero puesta en escena resultó tan mediocre y fugaz que tuvo cero repercusión, algo que hizo mucho daño a una gran cantante como es Eva. ¿Se puede desperdiciar peor una buena voz con una coreografía tan absurda y recargada? ¿Se puede salir peor vestidos y peor definidos a un gran escenario? Fue un año perdido y que por lo menos no acabó en el desastre de Remedios gracias quizá a que la canción, por no ir con pretensiones de mucho se fue colando un poco en los votos y quedó undécima, justo en medio de la tabla. Menos mal. Pero a veces esos puestos son casi peores que los últimos, porque encima son aquellas plazas que nadie recuerda, ni que siquiera recibe una crítica ni buena ni mala, porque ni bueno ni malo es el resultado por ser totalmente aséptico, como el agua oxigenada.

Con Anabel Conde en 1995 nos llevamos todos un sorpresón al ver la potencia vocal de una malagueña natural de Fuengirola, totalmente desconocida en el mundo artístico. Anabel en tándem con otro grande de la música, Chema Purón, llevó la canción Vuelve conmigo que nos dio un segundo lugar, no conseguido desde 1979 en Eurovisión. Con 119 votos no pudo superar a un tema donde el violín era el leit motiv central de una canción ideal para una banda sonora cinematográfica, el Nocturne de Secret Garden por Noruega.

La carrera de la Conde no ha sido valorada como debía, y a día de hoy no ha recibido la recompensa musical que merece por una especie de sordera persistente por parte de los productores españoles. Esperemos, que ahora, en vista del proyecto de un disco conseguido gracias a la colaboración de todos sus fans, se haga realidad la ilusión de Anabel Conde, que en palabras de ella misma es tan sólo cantar, mostrar su arte para todos.

La balada que interpretó Anabel Conde en Dublín es de una calidad extrema, como pocas, y por ello está entre una de nuestras mejores representaciones de todos los tiempos. Cuando España se salió del tópico antes comentado en otras canciones, obtuvimos por parte de Europa un resultado totalmente satisfactorio. Ahí está la clave.

De nuevo se perfiló en la década siguiente otro fenómeno social llegado de Operación Triunfo como pasó treinta y un años antes con Pasaporte a Dublín. Aunque esta vez los artistas protagonistas eran totalmente desconocidos por el gran público. Llegaron a la fama en pocos meses de una manera bestial, lo que supuso el pase a Eurovisión de una granadina estupenda.

Rosa López nos representó en Estonia en 2002 con el tema Europe's living a celebration, canción hecha expresamente para Eurovisión con las fórmulas de ir incorporando frases en inglés pensando que así se atraían a los jurados nacionales y al televoto. Pero claro, la explotación de eso fue tan masiva y a veces un poco introducida por la fuerza del embudo que agotó hasta decir basta. Se desperdició una gran voz con un tema muy festivalero, de rápido consumo aunque por aquellos días todos pensamos, incluida yo, que nos llevábamos el premio. Se nos comió tanto y tanto el coco con la cuestión que arrastró a la pobre Rosa que se vio inmersa en un vendaval cercano a un tsunami de popularidad sin precedentes. Fue el Festival más mediático de la historia en nuestro país. El resultado supo a poco teniendo en cuenta lo que se esperaba, un séptimo lugar se vio como una especie de derrota y afrenta nacional. Todos recordamos las lágrimas de una Rosa consolada por Nina y el pelotón de chicos de Operación Triunfo que la acompañaron a Tallinn, Bustamante, Bisbal, Chenoa, Geno y Gisela, y los que estaban con un muy cabreado Carlos Lozano en España. En fin, ese momento épico quedó también en la retina de los españoles para los restos, como el La, la, la de Massiel, el cero de Remedios o los heys de los Valldemosa con Salomé. Había nacido el fenómeno de “la Rosa de España”.

Para seguir desgastando aún más el tópico que pensamos quedó olvidado en 1993, en 2005 unas hermanas sevillanas nos llevaron un tema con el más puro sabor andaluz de consumo rápido bajo el título de Brujería con Son de Sol. Sole, Esperanza y Lola son naturales de Écija y su carrera se inició en 1999 con un éxito muy moderado en Andalucía y prácticamente desconocidas en el resto de España. A pesar de lo barroco de la interpretación, de una coreografía desmedida con fórmulas ya desfasadas y vistas, sólo pudieron ocupar una triste vigésima plaza en la vagoneta de cola de esa edición donde justamente el Big Four fue castigado a los últimos puesto, curioso. Por detrás de España quedó Reino Unido, Francia y Alemania.

Al año siguiente, y escogidas internamente, ahora sin preselección nacional como se había hecho en los años justamente anteriores, un conjunto también de hermanas (Rocío, Lola, Lucía y Pilar Muñoz), de Córdoba, fueron las representantes en 2006 con la tremenda, complicada y excéntrica canción Bloody Mary. Creo que tras el fracaso de 2005, con esta canción nos acabamos de estrellar en la más absoluta miseria. Pero si encima vemos que las intérpretes eran Las Ketchup, que cuatro años antes obtuvieron un clamoroso éxito internacional con El Aserejé, no dejamos de sorprendernos más. Queco, que ya había llevado la producción de Son de Sol, volvía a ser escogido para acompañar a Las Ketchup y menudo tomatazo nos dimos al hacer el más absoluto ridículo con una coreografía imposible y horrenda que complicó aún más el espanto que ya de por sí era la canción. Con el puesto vigésimo primero fuimos que nos matamos, pero aunque hubiesen quedado últimas no hubiese importado en uno de los peores temas de nuestra historia, detrás del innombrable número del 2008. Fue lo último que harían, hasta el momento. Osea, el precio pagado ha sido tan duro como el tener que escucharlas en aquella Edición.

Cambiando de tercio y volviendo a la elección televisada, en 2007, en la boy band D'Nash había dos andaluces, Batsy, natural de Cádiz y Javi, de Sevilla. Los otros dos eran de Canarias y Valencia respectivamente. La canción I love you mi vida vuelve a buscar el guiño a la mezcla en el título y la letra hecha en inglés. No sirvió pa ná, como decía Peret, ya que no obtuvieron el beneplácito ni del jurado ni del televoto para estrellarnos en el escenario finés a la vigésima plaza. Menuda racha queridos amigos, cómo hemos sufrido en los últimos años. Qué le vamos a hacer.

Y cómo si de un espejismo se tratase, ahora estamos con la ilusión que nos ha dado la elección de Pastora Soler (Pilar Sánchez Luque), de treinta y tres años, natural de Coria del Río, que nos representará en Bakú en mayo. Antes debemos esperar a la elección del tema. Todo tiene una muy buena pinta, confiamos no sólo en Televisión Española sino también en los posibles autores y en la magistral voz de esta mujer. Pastora empezó probando con la Copla española, que nos retrae de nuevo en el tiempo, como una especie de bucle caprichoso al recordar a Conchita Bautista. Una mujer de carisma como nuestra primera representante y muy querida por el público en general, como lo era la Bautista de los sesenta. La Soler tiene una garra en escena tremenda, demostrada año tras año por los escenarios no sólo de España, sino de América. En 1994 grabó su primer disco con versiones de las coplas de todos los tiempos que popularizaron Concha Piquer, Juanita Reina, Marifé de Triana, entre otras. Entró en el pop en 1996 con temas de mucho éxito desde entonces. Elegante y portentosa en los directos puede hacer un buen papel en Azerbaiyán según el tema que lleve.

La materia prima de gran calidad ya la tenemos en Pastora Soler, la experiencia en los escenarios también, está en su mejor momento profesional, de gran reconocimiento. Por eso necesitamos un tema que se acople como un guante a esta sevillana maravillosa. Los tres últimos años estamos llevando grandes voces a Eurovisión, la extremeña Soraya, el madrileño Daniel Diges y la gallega Lucía Pérez. Una voz con color desde una sabrosa y bella Andalucía nos espera.

Deseo mucha suerte a Pastora, pero también para nuestra cadena pública y para los autores que te escriben el tema para Eurovisión. Vamos a por ellos… no les quepa duda.

Reyes del Amor para eurovision-spain.com, febrero de 2012

 

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