Hace casi tres meses que se cerró la edición LXII del Festival de la Canción de Eurovisión, en la que nuestros queridos vecinos portugueses se alzaron por primera vez en su historia con el triunfo, a mi juicio más que merecido, mientras que nuestro país, después de 18 años, volvía a caer a lo más profundo del hoyo, salvados del rosco por Portugal. Para la mayoría de la población europea, Eurovisión se acabó la madrugada del domingo 14 de mayo.
Sin embargo, entre la comunidad eurofan suele decirse que “Eurovisión es todo el año”, una creencia que yo comparto y que este trimestre se hizo patente:

• Por un lado, la incertidumbre inicial de si se iba o no a celebral el festival en Portugal, la posterior confirmación de tal hecho y la elección de Lisboa como ciudad sede.
• Por otro, las posibles vueltas al concurso de países como Andorra, Mónaco, Luxemburgo, Turquía (estas ya descartadas) o Eslovaquia (a la espera de los acontecimientos) y las probables retiradas de San Marino (justificada por el sistema actual de votación, que da unos resultados no acordes a la decisión del país, al menos en el televoto) e Israel (aunque en principio podrá participar, no está confirmado que vaya a hacerlo), así como la continuidad de Australia en el concurso o el debut de Kosovo (prácticamente imposible por el momento).
• También el silencio más absoluto de TVE tras su batacazo de este año sobre si se participará o no el año que viene, solamente roto por Ana María Bordás quien da a entender que habrá representación española en la capital vecina.
• Por último, y no por ello menos importante, la decisión de la UER acerca de la politización del certamen en la última edición, que se saldó con una multa a la televisión ucraniana y una “llamada de atención” a la cadena rusa, además de la modificación del reglamento.

Una de las incógnitas que surgen en la mente de algunos tras acabar el certamen, entre los que me incluyo, es: ¿cómo cambiaría la cosa si todos los países otorgaran puntos a todos los demás contrincantes? Este método, como muchos ya sabréis, es el Sistema de Borda, en el cual se basa el actual modelo de puntuaciones. Este, a mi parecer, sería el sistema más justo, pues da, además de voz, voto a la opinión completa tanto del televoto como de los jurados nacionales. Puntos perdidos que podrían haber sido decisivos, capaces de cambiar las tornas, como bien se demuestra en una columna en esta web sobre los finalistas mediante el uso de este método. No obstante, hay que reconocerle una pega: no sería justo que los países finalistas otorguen menos puntos a su favorito (es decir, 25) que los no finalistas (26). Lo mismo ocurriría en las semifinales, pues los países del Big 5 y el anfitrión podrían dar más puntos.

Aún así, siempre pica la curiosidad de ver cómo cambiaría la cosa al ejecutar el reparto de puntos de esta manera. Por eso me he puesto a hacer sumas para traeros el resultado de lo que sería la final de Eurovisión 2017 aplicando el Sistema de Borda:

Siento no poder poneros las votaciones detalladas porque las hojas en las que apunté se extraviaron, pero os puedo asegurar que todas las cuentas las hice con los datos liberados por la UER en la página oficial del concurso. Podréis comprobar vosotros mismos el resultado.

Esto da una idea de cómo valoran todas y cada una de las canciones jurado y televoto, y el margen que hay entre dos puestos consecutivos. Como se puede ver, el que hay entre España y Alemania, por ejemplo, aumentaría muy notablemente, poniendo en evidencia la ínfima valoración de jurado y televoto a nuestra propuesta de este año, mientras que el existente entre Portugal y Bulgaria incluso se reduciría ligeramente. Por otra parte, se aprecia la subida de países cuyas valoraciones, siendo medianamente buenas, no fueron tenidas en cuenta por los puntos reales, como es el caso de Suecia, Francia o Chipre, mientras que otras se verían afectadas por sus malas posiciones dadas por el jurado o por el televoto, como ocurre con Grecia o Dinamarca.

Este sistema es el más fiel reflejo de la opinión de jurado y televoto, a pesar de la diferencia de puntos otorgables ya mencionada, y después de que el ya retirado Federico Llano haya dicho que “hemos hecho los números” para proponer otro sistema de votación (que aún sigo esperando), espero que la UER tenga en cuenta la posibilidad de implementar este método, aunque eso implique la desaparición de los ya míticos twelve points / douze points.