Hace justo hoy una semana, RTVE comunicaba que no participará ni emitirá el Festival de Eurovisión 2026 si Israel puede participar en él, con este comunicado sigue la estela de otras televisiones como la de Eslovenia, Irlanda o Países Bajos. Esta decisión llega tras un largo proceso interno que se abrió en el ente público este mayo, cuando RTVE pidió que la UER abriera un debate sobre la participación de la KAN tras la edición de 2025 en la que, según su carta abierta: «la participación de Israel ha tenido un impacto negativo en el desarrollo del festival, trasladando el foco a cuestiones políticas más que a los aspectos relacionados con la cultura, el arte o la música.»
No es casualidad que, en el comunicado del ente público israelí, se aluda al valor cultural del concurso y a la idea de las cuestiones políticas. Concretamente, dicho comunicado dice que «no hay razón para que Israel no participe de este evento cultural que no puede convertirse en político.» Este intercambio de cuestiones evidencia una colisión de lo que en lingüística llamamos «marcos discursivos«, y que, en comunicación política, si la audiencia los compra, equivalen a ganar la mitad de la batalla.
Un transatlántico o un bote a remos
Un marco discursivo son las gafas que nos ponemos para hablar de un tema y razonar sobre él. Cuando oímos una palabra, indirectamente, activamos muchas relaciones de significado con ella. Por poner un ejemplo, cuando Blanca Paloma se eligió en el Benidorm Fest y se decía que España iba con algo nuevo que no se había probado nunca, quienes estaban «en su barco» no sabían si iban «en un transatlántico» en un «bote a remos«. En otras palabras y siguiendo esta lógica, no sabían si se iban a «ahogar en el mar» o no.
Hablar de las candidaturas de Eurovisión como barcos, algo bastante típico de redes sociales, es un ejemplo claro de lo que es un marco discursivo: una serie de asociaciones mentales que parten de una idea central. Muchas veces, esta idea central suele tener un componente metafórico (como el caso de equiparar candidatura a ‘barco’) que desencadena el resto de relaciones. Aunque no tiene por qué. Un ejemplo que se suele dar en comunicación política es el del aborto: enfocarlo como «derecho a la vida» desencadena una serie de asociaciones mentales totalmente diferentes a las que lo hace enfocarlo como «derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad».
Israel en el punto de mira
Una vez clara esta introducción, si ahora nos enfocamos en los comunicados y declaraciones que se han dado al respecto de la participación o no de las televisiones en el festival de 2026 en relación con el conflicto palestino, saltarán a la vista varios choques de marcos discursivos. Concretamente, destacan tres principales:
- Reclamo de los valores del Festival
- La retirada de Israel es política vs La participación de Israel es política
- La UER como árbitro abstracto vs La UER como organización de personas
1. Reclamo de los valores del Festival
Como ya hemos visto en el inicio de esta entrada, cada uno de los actores enfrentados, reivindica ser el defensor de los valores de «cultura», «música» o «arte» del festival. Alusiones a este marco las vemos desde las dos posiciones: tanto las críticas con la participación de Israel como las afines.
Entre las posiciones no críticas a Israel que usan este marco encontramos las del director de la BBC, Tim Davie, que dice que «Eurovisión debería ser una celebración de la música y la cultura» cuando se le preguntó por la participación de Israel. El portavoz de la SWR alemana, por su parte, dice que «Eurovisión debería ser una celebración de la música […] con respeto por la diversidad sin importar origen, religión o pensamientos«. La propia UER dice en su comunicado sobre la participación israelí que Eurovisión es un evento «universal que une a gente y promueve la diversidad y la inclusión mediante la música«.
Por contra, las posiciones críticas desarrollan un marco que contrapone la invasión de Palestina con los valores que el certamen dice defender. El mayor ejemplo de desarrollo de este marco discursivo es el comunicado de la AVROTROS de Países Bajos:
«AVROTROS vincula la participación en el Festival de Eurovisión 2026 con valores fundamentales: el sufrimiento humano, la supresión de la libertad de prensa y la interferencia política están en desacuerdo con los valores de la radiodifusión pública. […] Eurovisión se fundó en 1956 para unir a la gente tras un período de profunda división y guerra. Desde su creación hace setenta años, la música ha sido fundamental para su fuerza unificadora, con sus valores fundamentales de paz, igualdad y respeto.»
De la misma manera RTVE lo desarrolló en su comunicado de mayo contrastándolo con la idea de la «apoliticidad» de Israel dentro del certamen. La RTÉ irlandesa también hizo un uso parecido de estos marcos discursivos: «Estamos consternados por los acontecimientos que están ocurriendo en Oriente Medio y por el terrible impacto que tienen sobre los civiles en Gaza y el destino de los rehenes israelíes. […] También somos muy conscientes de la severa presión política que sufre la emisora pública israelí, KAN, por parte del gobierno.»
Dentro de este contexto también se expresó la ministra de exteriores islandesa: «Me parece extraño y, en realidad, antinatural que se permita a Israel participar en Eurovisión, dados los crímenes de guerra y, de hecho, la limpieza étnica que está teniendo lugar en Gaza.»
Aquí nos encontramos con algo curioso: todos hablan de los mismos valores pero cada uno los usa para posiciones opuestas. Mientras que la BBC, la SWR o la UER defienden que Eurovisión es un festival apolítico que une a todo el mundo, AVROTROS, RTVE y RTÉ miran hacia Palestina y afirman que la violencia y la presión política están muy lejos de esos ideales. En otras palabras, lo que en principio parece el mismo marco discursivo es, en realidad, dos marcos opuestos. Encontramos una lucha de marcos con el objetivo de reclamar la idea de defender valores universales. Ahí está la gracia y el poder de los marcos: si consigues que tu público se ponga esas “gafas”, la interpretación les llevará a ti.
2. La retirada de Israel es política vs La participación de Israel es política
Eurovisión siempre se ha defendido como un evento apolítico. Al menos sobre el papel y según su normativa. Es por ello que, en este conflicto, uno de los marcos por los que se quiera luchar sea la defensa de la apoliticidad del certamen. Aquí es donde los marcos por parte de los críticos con Israel cobran importancia, ya que de conseguir convencer a la audiencia, se demostrará que hay un incumplimiento de normas. Defendiendo la idea de que expulsar a Israel es política, encontramos de nuevo al director de la BBC que afirma que «Eurovisión nunca ha ido de política» cuando se le pregunta sobre la participación de Israel. La KAN se expresaba de forma parecida.
En lo que respecta a los críticos, ya hemos expuesto previamente las declaraciones de RTVE en mayo, donde afirmaba que se había trasladado el foco a «cuestiones políticas» y no al arte o la música. De forma parecida pero más directa se expresaba la cadena eslovena diciendo que «intereses políticos podrían influir en las decisiones de participación o en los resultados finales de la votación». De forma menos agresiva pero igual de directa se expresaba la RTÉ en mayo, diciendo que «somos muy conscientes de la severa presión política que sufre la emisora pública israelí».
En este marco, cabe destacar las declaraciones de Urtasun, ministro de cultura español, que recordó que hay una «clara representación nacional» en Eurovisión y que, por tanto, no se debe normalizar la participación de Israel en competiciones internacionales.
En definitiva, lo que vemos aquí es un choque de interpretaciones sobre lo que significa ser “político” en Eurovisión. En el marco que utilizan los defensores de la presencia de Israel, se justifica que la expulsión de este estado es un acto político. La defensa de la apoliticidad de Eurovisión sirve entonces para justificar la continuidad del país. Para los críticos, en cambio, la presencia de Israel ya es política: condiciona la percepción del festival y su supuesta neutralidad. El marco que resulte más convincente sobre qué definimos como político ya habrá ganado gran parte de la discusión, puesto que a partir de estas definiciones se deberán tomar las decisiones o, al menos, eso percibirá la audiencia.
3. La UER como árbitro abstracto vs La UER como organización de personas
La UER al final tomará una decisión sobre la participación de Israel en el festival de 2026 a finales de año. Esta decisión servirá, de forma consciente o no, para que las diferentes televisiones hagan un retrato de dicha organización que sirva a su discurso y posiciones.
En un primer grupo, encontramos una serie de televisiones que caracterizan a la UER como un ente abstracto, objetivo y neutral al que derivar esta situación tan compleja. Ejemplo de esto es, de nuevo, el director de la BBC, que necesita «saber qué decide la UER» y apoyará «el trabajo que tiene por delante«. También encontramos televisiones en este grupo que no han sido tan vocales y prefieren tomar una perspectiva equidistante, como la de Polonia que declara seguir «en diálogo con la organización y que respetará las decisiones de la UER» o la NRK de Noruega que dice estar «participando activamente del proceso donde la UER llevará una revisión exhaustiva con todos los países». Más escueta es la SVT sueca que dice estar «en diálogo con la UER y responderá más adelante».
Enfrentado a este marco discursivo encontramos sobre todo a la RTVSLO que muestra a la UER como un conjunto de actores concretos, con dinámicas de poder internas y que puede responder a presiones de diferentes televisiones. Concretamente dicen lo siguiente, mostrando su falta de fuerza dentro de la UER al ser una televisión pequeña:
«Recibimos bastantes llamadas a la UER para hablar más con nosotros, con cadenas de televisión más pequeñas, sobre sus normas para participar en el Festival de Eurovisión. Enviamos algunas preguntas y propuestas muy específicas, al igual que el año pasado. El año pasado nos ignoraron en gran medida, este año es igual.»
Þorgerður Katrín, la ministra de asuntos exteriores islandesa, se muestra igual de directa: «Islandia debería investigar esto y presionar a la UER respecto a la participación israelí». De forma aún más tajante se movieron dentro de esta lógica RTVE y la RTÉ, pidiendo un debate interno en la UER sobre este asunto, mostrando así que la UER tiene mecanismos de presión y dinámicas internas para abrir debates.
En conclusión, lo que vemos aquí es, de nuevo, otra batalla de marcos: algunas televisiones prefieren presentar a la UER como un ente abstracto, objetivo e imparcial, de manera que cualquier decisión sobre Israel se perciba como neutral y desligada de presiones externas. Otras, en cambio, la muestran como un grupo de personas con intereses, dinámicas de poder y vulnerabilidades frente a las televisiones miembros, lo que permitirá justificar acciones más activas, como debates internos o presiones diplomáticas. Al final, la manera en que cada actor enmarca a la UER no solo refleja su estrategia discursiva, sino que también condiciona cómo la audiencia percibirá la legitimidad y la imparcialidad del proceso.
¿Qué gafas compro?
Todo este intercambio de comunicados deja ver que cuando varias ideas se enfrentan, cada una de las posturas ofrece unas gafas para mirar la situación. Las gafas que tenemos este año pesan, y miran directamente a la UER. La participación de Israel pone en jaque la continuación del festival: podemos ver el genocidio (reconocido por la ONU) como un acto en contra de los valores de paz, música, tolerancia y respeto a la diversidad que dice defender festival o, en cambio, verlo compatible con ellos.