Eurovisión es un fenómeno global que no deja de crecer en audiencia y formato. En los últimos 10 años, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) se ha enfrascado en una obsesiva estrategia de internacionalización del festival, especialmente por la consecución de un gran concurso mundial, lo que en E-S hemos llamado Inter-Eurovisión, o la deslocalización del certamen europeo en spin-off por regiones geopolíticas (Américas, Asia Pacífico, África y el Mundo árabe) pero que, más allá del bombo y platillo de la red europea, no se han llegado a fraguar.

Estados Unidos tendría su propia versión de Eurovisión en un par de años, según la tríada de productores suecos encargados del proyecto. A diferencia del 2006 y de la versión asiática, los responsables aseguran que el spin-off americano saldrá adelante dado que se ceñirán a los estadounidenses, aunque no descartan unir a Canadá por el camino, intentarán sumar a la plataforma de streaming Netflix y, a pesar de que mantendrán la esencia del festival europeo, en vez de tres emisiones, desarrollarán una temporada con fases eliminatorias a lo Melodifestivalen.

El spin-off asiático es el que más quebraderos de cabeza trae a la UER. La geopolítica ha reducido por completo las expectativas del proyecto para Asia Pacífico que, para una primera edición, no alcanzaba ni un mínimo de 10 participantes, aunque hasta una veintena de países manifestaron su interés en sumarse al evento. Por ahora, su celebración no es una prioridad y dado el escenario de tensión entre China y Japón por la península de Corea, la televisión australiana, comandante de este certamen, es partidaria de reconvertir el formato para Oceanía.

Las andaduras de Eurovision Asia, comienzan en 2007, cuando la red europea vende los derechos eurovisivos a Asiavision Pte. Limited. Al contrario que Eurovisión, la versión asiática iba a ser desarrollada de forma privada, lo que provocó que las relaciones entre europeos y asiáticos no fluctuaran y la iniciativa no arrancara. Al margen de la UER, a partir de 2012, la Unión Asiática de Radiodifusión y Asiavision Pte. Limited ponen en marcha todos sus recursos para celebrar sus concursos radiotelevisivos hasta la fecha, los ABU Song Festivals. 

“Todo está ya muy avanzado”, aseguraba Brenda Devar, productora encargada del proyecto, en Moscú 2009. La primera edición se celebraría en Johannesburgo (Sudáfrica), con un presupuesto de entre unos 15 y 20 millones de rands sudafricanos (1 millón de euros), participarían una decena de países, pero nunca se revelaron nombres y su mecánica sería la misma que en Eurovisión. No obstante, después de los informes preliminares, la iniciativa no siguió adelante porque la UER y Pink Room Productions no llegaron a un acuerdo sobre el formato.  

El norte de África y Oriente Medio se interesaron por Eurovisión, en 2007, cuando Nibras Media LLC. y Tanweer Group adquirieron los derechos de la UER para lanzar una versión del festival para su audiencia árabe en 2009. Bjoern Erichsen, directivo del área televisiva de la red europea y responsable de venta del certamen europeo al Mundo árabe, confirmaba los vientos a favor de una primera edición con ocho países participantes y, entre ellos, Palestina. Sin embargo, de aquel anuncio ya han pasado 10 años sin novedades.

Después de la participación de varios artistas de Canadá en el festival (Sherisse Laurence por Luxemburgo 1986, Céline Dion por Suiza 1988, Annie Cotton por Suiza 1993 y Natasha St. Piere por Francia 2001), la estrategia por internacionalizar Eurovisión comenzaría con la puesta en marcha de una versión del concurso para las provincias canadienses. A principios de 2007, la red europea anunciaba su disposición de llevar su certamen al otro lado del Atlántico de la mano de una productora del país pero, finalmente, las negociaciones no llegaron a buen puerto.